teatro_carceles“Luego de atravesar con el auto un portón de hierro con guardia y barrera, pasamos por delante del edificio de la unidad 7 que es la cárcel de varones, estacionamos frente a la UP 52 y cruzamos un patio hasta el puesto donde nos anunciamos y dejamos nuestros documentos. Nos autorizan el acceso y abren un portón. Atravesamos un jardín, donde algunas veces están trabajando algunas internas, ingresamos a un pasillo de control, rodeado de rejas que distribuye a otros pasillos que dan a los pabellones donde viven.

En el puesto de control nos anunciamos nuevamente, entregamos la lista de las alumnas y esperamos a que las “bajen”, como denominan al tránsito de las internas desde los pabellones al aula. Este tiempo suele ser de unos 15 a 20 minutos. Una vez en el aula, el tiempo de espera a las alumnas suele continuar por unos diez a quince minutos más, hasta que finalizan sus tareas. Durante los primeros encuentros este tiempo de espera resultaba extenso y nos creaba ansiedad saber cuánto demorarían en llegar las alumnas y cuántas concurrirían. Luego de algunas clases naturalizamos la espera, unas veces conversamos con las guardias o nos dirigimos al espacio a esperar a las internas, pero ya con la certeza de la asistencia, sabiendo que independientemente de la cantidad de alumnas, el taller se desarrolla de todos modos. Esto nos da una especie de tranquilidad que contribuye a hacer más breve la espera”

Así comienza el relato de Claudia Castro y Betty Troiano, las docentes de teatro que dictan un taller en la Unidad Penitenciaria Nº 52 de la ciudad de Azul, los jueves cada quince días.

Este Taller de Teatro se inició en el año 2013 como parte del proyecto Entrecruzarte, pensado como un espacio para el desarrollo socio cultural de las personas privadas de su libertad en los penales de la ciudad de Azul.

Inicialmente se pensó este espacio como un lugar con impronta recreativa, con un enfoque orientado a la expresión y al entretenimiento para una población que ha tenido escasas oportunidades de acceso a la producción artística. Sin embargo, rápidamente se puso de manifiesto la avidez y la disposición para aprender a actuar de las participantes.

Ese espacio centrado en la recreación, en el juego para mover el cuerpo, para reír, para disfrutar, para olvidar el mundo real por un instante, resultó una propuesta en la que desde el primer encuentro se pudo explicar que el Teatro tiene sus lógicas de organización y un lenguaje que le es propio donde el compromiso y la confianza mutua se constituyen en la base de los futuros logros. Logros que se ponen de manifiesto a diario y, especialmente, cuando se comparten las producciones alcanzadas.

Este taller es uno de los que se desarrollan en el marco del Centro Cultural Itinerante del Programa Universidad en la cárcel: “Desde la resistencia cultural”, dependiente de la Secretaria de Extensión de la UNICEN.

“Luego de atravesar con el auto un portón de hierro con guardia y barrera, pasamos por delante del edificio de la unidad 7 que es la cárcel de varones, estacionamos frente a la UP 52 y cruzamos un patio hasta el puesto donde nos anunciamos y dejamos nuestros documentos. Nos autorizan el acceso y abren un portón. Atravesamos un jardín, donde algunas veces están trabajando algunas internas, ingresamos a un pasillo de control, rodeado de rejas que distribuye a otros pasillos que dan a los pabellones donde viven.

En el puesto de control nos anunciamos nuevamente, entregamos la lista de las alumnas y esperamos a que las “bajen”, como denominan al tránsito de las internas desde los pabellones al aula. Este tiempo suele ser de unos 15 a 20 minutos. Una vez en el aula, el tiempo de espera a las alumnas suele continuar por unos diez a quince minutos más, hasta que finalizan sus tareas. Durante los primeros encuentros este tiempo de espera resultaba extenso y nos creaba ansiedad saber cuánto demorarían en llegar las alumnas y cuántas concurrirían. Luego de algunas clases naturalizamos la espera, unas veces conversamos con las guardias o nos dirigimos al espacio a esperar a las internas, pero ya con la certeza de la asistencia, sabiendo que independientemente de la cantidad de alumnas, el taller se desarrolla de todos modos. Esto nos da una especie de tranquilidad que contribuye a hacer más breve la espera”

Así comienza el relato de Claudia Castro y Betty Troiano, las docentes de teatro que dictan un taller en la Unidad Penitenciaria Nº 52 de la ciudad de Azul, los jueves cada quince días.

Este Taller de Teatro se inició en el año 2013 como parte del proyecto Entrecruzarte, pensado como un espacio para el desarrollo socio cultural de las personas privadas de su libertad en los penales de la ciudad de Azul.

Inicialmente se pensó este espacio como un lugar con impronta recreativa, con un enfoque orientado a la expresión y al entretenimiento para una población que ha tenido escasas oportunidades de acceso a la producción artística. Sin embargo, rápidamente se puso de manifiesto la avidez y la disposición para aprender a actuar de las participantes.

Ese espacio centrado en la recreación, en el juego para mover el cuerpo, para reír, para disfrutar, para olvidar el mundo real por un instante, resultó una propuesta en la que desde el primer encuentro se pudo explicar que el Teatro tiene sus lógicas de organización y un lenguaje que le es propio donde el compromiso y la confianza mutua se constituyen en la base de los futuros logros. Logros que se ponen de manifiesto a diario y, especialmente, cuando se comparten las producciones alcanzadas.

Este taller es uno de los que se desarrollan en el marco del Centro Cultural Itinerante del Programa Universidad en la cárcel: “Desde la resistencia cultural”, dependiente de la Secretaria de Extensión de la UNICEN.

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