SE-: ¿Qué historia se cuenta en su familia?

“Desde que llegué todo fue una anécdota prácticamente. Primeramente yo soy de Cuzco, Perú. La verdad que nunca soñé venir a la Argentina.”

SE-: ¿Y cómo fue que se vino?

“Un día mi padre no me dejó ir a estudiar a otra ciudad que era un poco lejana, dentro del mismo país, cuando ya había terminado el secundario. Y me dice: “Recibes saludos de fulano”, un amigo que estaba aquí en Argentina. Y yo en broma le digo a mi padre: “Y bueno, qué tal si me voy a estudiar a la Argentina? Y mi padre me dice: “Y bueno”. No me dejó ir a estudiar dentro del mismo Perú y me dice que sí a la Argentina (risas). Es que Argentina siempre se consideraba un país ya en otro nivel, ¿no? Y bueno, averigüé, hice los trámites de pasaporte, todos los demás trámites y viajé.”

SE-: ¿Solo?

“Solo, en tren, porque esa vez yo salí de mi casa en tren y llegué a Capital en tren, a Buenos Aires. Todo en tren. Una parte, esto es anecdótico, se hacía en barco, en el lago Titicaca que es el lago navegable más alto del mundo. El pasaje incluía eso, o sea de Arequipa a La Paz, que ya es internacional, cruza la frontera a Bolivia. Entonces me vendieron el pasaje incluido el barco. Llegamos a Puno, que es la frontera con Bolivia; ahí se hacía trasbordo y toda la noche se viajaba en barco por el lago. Amanecía  ya en un puerto en Bolivia, de ahí se subía al otro tren hasta la frontera con La Quiaca. Y de ahí tren (en esa época había tren) hasta Buenos Aires. Un viaje de unos cinco días”.

SE -: Así que llegó a La Plata.

“No, primero llegamos a Capital, a Retiro. Ah, en el camino reconocí, me encontré con un excompañero que viajaba también. Y “a dónde viajas” le pregunto. A La Plata, me dice. “Ah, yo también voy a La Plata”. Él viajaba con otros dos compañeros.  Entonces nos juntamos los cuatro. Y dos de ellos tenían parientes estudiando en La Plata, uno creo que tenía un hermano, o sea que ellos tenían más relación. Cuando llegamos a Retiro yo sabía que había que tomar un tren subterráneo para ir a la estación de Constitución para tomar un tren a La Plata. Cada uno venía con dos valijas. Y cuando bajamos eran ocho valijas, y los que tenían parientes aquí dijeron: “Bueno, nosotros vamos a ver cómo hacemos para llegar a La Plata de ahí desde Constitución”. Salieron y nosotros nos quedamos cuidando las valijas, y volvieron diciendo: “Bueno, ya, vamos a cargar las valijas”. ¿Y qué era? No era el subte, ¡era que habían contratado dos carretas tiradas por caballos! En esa ápoca todavía había caballos en Buenos Aires. En una iban las valijas y en otra íbamos nosotros. Y ya era de noche, y viendo Buenos Aires de noche, pleno verano…”.

SE -: ¿Le gustó?

“Claro, era una novedad para nosotros. Primero que en la vida habíamos viajado en un carro tirado por caballos. Allá no hay. Bueno, llegamos a Constitución y entraron a preguntar a qué hora salía el tren para La Plata. Y dijeron que no había en este momento. Y contrataron un taxi para ir. El taxi nos llevó directamente a un hotel. Era de noche, nos alojamos en el hotel y a la mañana despertamos. “Bueno, vamos a desayunar”, y salimos. Seguramente agarramos la diagonal 74 me imagino y ahí nos perdimos; quisimos volver al hotel y no pudimos. ¿Y qué hotel? Nadie sabía el nombre. Claro, llegamos tan tarde y cansados de tanto viaje, y nadie tomó el nombre del hotel. “¿Qué hacemos?” Entonces uno de los chicos llamó al hermano o al primo que tenía ahí en La Plata y nos preguntaban por dónde era. Yo me acordaba que era un lugar por donde yo sentía que a la noche pasaba el tren; entonces dijeron: “Tiene que ser en la calle uno, por esa zona, cerca de la estación del ferrocarril”. Efectivamente, volvimos ahí y encontramos el hotel. Si no hubiéramos tenido ese dato no lo hubiéramos podido encontrar.”

SE -: ¿Así que usted estudió finalmente en la Plata, o vivió ahí?

“Estudié Ingeniería, hice el examen de ingreso. Comencé pero no terminé la carrera por otros problemas secundarios que después se presentaron. Y aquí a Tandil me vine después del ’76. Ya cuando apareció la Triple A ya no se pudo, nos amenazaron, entraron”.

SE-: ¿Usted militaba?

“No, yo no militaba en nada, entraban y se metían en los domicilios. Yo entonces era técnico electrónico, estaba estudiando ingeniería electrónica. Pero aparte yo había estudiado en un instituto también en La Plata y tenía un taller, trabajaba con otro socio, un muchacho argentino. Ahí conocí amigos también. Y por la música.”

SE -: ¿Hace música?

“Sí, sí. Y en un momento me salvó la música para poder comer. Porque hicimos un grupo y actuábamos en diferentes lugares”.

SE-: ¿Qué le llamó la atención cuando vino?

“Las comidas, por ejemplo. El primer día que salimos a tomar ese desayuno ya era prácticamente el mediodía. Pedimos un menú. El único plato que yo conocía era albóndigas con puré. Las otras cosas no las conocía. Nos preguntan: “¿Qué van a beber?” A uno de mis compañeros se le ocurre pedir soda. En Perú no se conoce la soda porque no se toma el vino, entonces la soda menos. Nos trajeron un sifón. ¡En la vida habíamos visto un sifón! Teníamos los platos servidos y uno de ellos aprieta el sifón y llena de soda un plato (risas). Esa es una anécdota de las cosas que no conocíamos. Luego entramos a una panadería por masitas, que en Perú se les llama pasteles. Entonces, “quiero pasteles”. “No, pasteles no tenemos”. “Pero ahí están, ahí hay pasteles”.  “No, esas son masitas”.  Y bueno…(risas).”

SE-: ¿Le costó adaptarse?

“No, ya viví tanto acá. Cuando volví a Perú ya no me adapté. O sea, en realidad uno ya no es ni de allá ni de aquí. Estuve unos años en Perú. Yo estuve casado aquí en Argentina con una chica argentina, de La Plata. Justamente por la enfermedad de ella nos vinimos aquí a Tandil. Ella falleció lamentablemente aquí, enviudé muy joven. Después me fui a Perú un tiempo. Allá formé otra familia y como no me adaptaba allá, entonces volví. Tandil es una ciudad muy bonita, nos gustó, y volvimos. Volví a Tandil, tengo dos hijas, vine con mi esposa, vendimos la casa allá, más que todo para que mis hijas estudiaran aquí. Una de ellas está estudiando medicina”.

SE-: ¿Y a su familia le gusta vivir acá?

“Mis hijas se adaptaron porque vinieron de chicas. Ellas se adaptaron enseguida. La que extraña es mi esposa. Extraña mucho sobre todo la comida, la variedad que hay allá, hay mucha variedad de frutas, de maíces, de papas por ejemplo. La papa es incaica, hay más de 300 variedades de todo tamaño, color, y diferentes gustos. Eso es lo que extraña ella. El maíz, el choclo, de granos muy grandes”.

SE -: ¿Y el clima?

“El clima sí, un poco. Y no tengo problemas. Ellos sí, por la humedad. Nosotros somos de clima seco, estábamos a tres mil metros, entonces hay clima seco. Hace frío pero uno se abriga y no pasa nada.

SE-: ¿Vuelven cada tanto a Perú?

“Ahorita cuesta, cuesta ya con toda la familia. Yo solo sí he ido.  He tenido que arreglar allá algunas cosas”.

SE-: ¿Y usted extraña?

Me ha sucedido en el primer tiempo. En esa época no había comunicación como ahora. Y hacer una comunicación por teléfono era terrible. Había que llamar a Capital, de Capital creo que iba a Balcarce, de Balcarce iba a Lima, de Lima recién a Cuzco. Y de ahí por operadora a la casa, era imposible…”.

Ir al contenido