Si entender algo es profundamente bello, la prueba, si se quiere científica, la dio Diego Golombek en su charla realizada en el marco de las VI Jornadas de Extensión del Mercosur. En esta cuestión de poner pie en el territorio desde el conocimiento, extensión y ciencia van de la mano sobre todo si es Golombek esa especie de lazarillo que guía a quienes, ante el clásico “no sé”, quieren saber.
Por eso es que la conferencia realizada en el auditórium del Centro Cultural Universitario fue algo tan rupturista como maravilloso, palabra en la que se refugió el científico para explicar, citando a Kafka, que la maravilla, lo mágico, está en la realidad, “yo sólo consigno” dijo el autor de El Proceso al cual Golombek parece rendir homenaje como divulgador de la ciencia.
Precisamente la divulgación ocupó el centro de la escena en esa charla descontracturada con un público masivo, entre extensionistas de América Latina y tandilenses seducidos por esta presentación. Para este investigador y docente de la Universidad de Quilmes, la ciencia tiene en su origen la comunicación profesional. Se los juzga, a los científicos, por lo que comunican: papers, congresos, conferencias. ¿Pero qué pasa a la hora de la comunicación pública, por fuera de la comunidad científica?. Aquí es donde reside el desafío que se propone a sí mismo (y a los demás), el creador de la colección Ciencia que Ladra (título que parece resumir su primordial intención): explicar lo que presuntamente es, además de desconocido, incomprendido, de manera llana pero no simplista, a pesar de Simplicio, aquel famoso comentador de Aristóteles creado por Galileo en sus diálogos para explicar el mundo.
Como ha ocurrido en otros renglones del conocimiento, incluso las ciencias sociales, Golombek forma parte de esos hombres y mujeres de la Academia que han decidido bajar a la tierra aquello que parece inalcanzable para, desde aquí, poder sí volar hacia la comprensión, la búsqueda, la pasión por saber. Un ejercicio realmente popular pero no populista que no requiere de cuerpos privilegiados sino de cerebros inquietos. La ciencia, en definitiva, no es más que una mirada frente al mundo, una forma de resolver ciertos interrogantes y ciertos problemas. Esto es lo que parece indicarnos Golombek para demistificar esa imagen cerrada de la ciencia, para que aquel “no se” que a veces impregna la vida cotidiana, se transforme en el paso iniciático para abrir puertas a esas otras dimensiones que se dice son desconocidas. La ecuación es sencilla: en el partido que juega la ciencia vs. el resto del mundo, entender algo significa un triunfo que vale todo un campeonato. Por eso es que Golombek le pide, modestamente, a todos los jugadores que no apoyen a la ciencia sino que se apoyen EN la ciencia.
FICHA
Diego Golombek nació en Buenos Aires en 1964. Luego de egresar de la Escuela Superior de Comercio «Carlos Pellegrini», se graduó como licenciado en Ciencias Biológicas en la Universidad de Buenos Aires en 1988, con un promedio de 8,95, y obtuvo el diploma de honor. En 1992 obtuvo el Doctorado en Ciencias Biológicas en la misma universidad. Profesor en la Universidad Nacional de Quilmes e investigador principal del CONICET, hoy dirige un laboratorio donde, junto con su equipo, investiga en el área de la cronobiología. Recibió, entre otros, el premio nacional de ciencias «Bernardo Houssay» otorgado por la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y la beca Guggenheim de los EE.UU. Con amplia trayectoria en la comunicación de la ciencia, ha conducido exitosos programas de televisión dedicados a la divulgación, publicó diversos libros y dirige la colección «Ciencia que Ladra». Por estas tareas, recibió el premio Konex 2007 y nuevamente en 2017, esta vez el de Platino.