Por Prensa UNICEN –
Durante tres días Tandil vivió un acontecimiento cultural que alcanzó relevancia por dos aspectos salientes. Uno, la concentración en distintos ámbitos (e incluso en la vía pública) de una oferta variadísima de manifestaciones artísticas; el otro, el hecho no menos significativo de reunir bajo una misma consigna a las instituciones más poderosas de la ciudad, la Universidad y el Municipio quienes, a su vez, extendieron los lazos para convocar a otras entidades y voluntades dispersas que se mueven dentro del panorama de la cultura local, destacado por su diversidad y amplitud.
La iniciativa surgió del CIN (Consejo Universitario Nacional) pasando por la Secretaría de Políticas Universitarias que delegó en la UNICEN -y ésta en su Secretaría de Extensión- el armado de un programa regional que incluyó a representantes de las Universidades de Mar del Plata y del Sur.
Pero lo más interesante de esta experiencia es que se logró darle un sello local a través de los contenidos pero también por la organización conjunta de entes públicos y privados.
De este modo confluyeron todo tipo de actividades: música, danza, proyecciones audiovisuales, instalaciones, muestras, teatro, expresiones de la tercera edad, fotografía que, como se prometía, alcanzaron también públicos diversos a partir de la mirada que guió al evento. Una prueba de ello fue que, en materia musical, hubo expresiones populares (rock, folkclore) y clásicas (el Cuarteto de Cuerdas de Mar del Plata, el Trío de Cámara de la UNICEN), criterio que también caracterizó a la danza y a las agrupaciones corales. Precisamente en la danza, además de los ballets de danzas argentinas, hubo una exposición atípica como fue el grupo de danzas inclusivas de Bahía Blanca que permitió ver por primera vez cuadros coreográficos interpretados por artistas con discapacidades.
Dato también saliente fueron las mil personas que se sintieron atraídas por una obra teatral de impacto masivo como es la ya legendaria Esperando la Carroza, que agotó las localidades gratuitas en las dos funciones realizadas por la Comedia Universitaria en el auditorium del Centro Cultural de Irigoyen 662. Apoyada en su éxito cinematográfico, la obra de Jacobo Langsner recobró su vitalidad en esta puesta de de Carlos Catalano con un elenco, en su mayoría, de experimentados actores.
Las actividades al aire libre también encontraron buena respuesta como la muestra de Estatuas Vivientes en la peatonal o el inusual fogón Sentido a la Vida, en Tunitas o las murgas en Barrio Maggiori.
Resulta imposible enumerar una por una todas las actividades pero sí se puede dar por sentado que todas tuvieron su público y, en muchos casos, un auditorio que desconocía parte del inmenso potencial que existe en Tandil en el aspecto cultural, haciendo la salvedad, claro está, que la convocatoria si bien fue muy integradora no pudo, por obvias razones, ser una muestra total de lo que se genera en la ciudad, algo que insistentemente remarcaron los organizadores para que nadie se sintiera excluido.
FAMA, en realidad, honró su nombre ya que fue un auténtico Festival Abierto de Movimientos Artísticos que permitió abrir un espacio de difusión pero también creativo en la medida que los espectadores pudieron completar el trayecto que inicia el artista con su obra. Este tipo de filosofía a la hora de encarar un evento, con respeto a la pluralidad y la construcción de esfuerzos comunes sin resignar identidades, permite augurar larga vida aunque todavía suene prematuro hablar de una segunda edición. Pero al menos, a días de su realización, sigue vigente el deseo de seguir demostrando que esta FAMA no es puro cuento.