trincheras-de-malvinasSecretaría de Extensión: – ¿Su nombre completo es…?

Alberto: -Pedro Alberto Suárez.

¿Qué cargo tenía en ese momento?

– Cabo primero.

¿Dónde estaba usted cuando empieza a hablarse en Argentina que iba a haber una guerra en Malvinas?

-Yo estaba destinado en la provincia de Chubut, en la ciudad de Colonia Sarmiento…

¿Era militar de carrera? ¿Estaba estudiando la carrera de militar?

-No, ya me había recibido hacía muchos años… muchos no, seis años hacía … y bueno, fui a Córdoba y de ahí me fui para Chubut.

¿De qué se había recibido?

– De suboficial, del Ejército, paracaidista militar.

¿Qué edad tenía?

– Cuando fui a Malvinas tenía 26.

¿Recuerda cómo fue ese momento, cómo empezaron a correr por los pasillos de las Fuerzas los primeros rumores, qué sabían, cuáles fueron las primeras cosas que se escucharon?

-Bueno, esto comienza ya por principios del año ’81, cuando llega un jefe nuevo a nuestro regimiento y cuando se presentó él hacia nosotros nos dijo: “Esta nariz huele pólvora”. Fue Mohamed Alí Seineldin… Y a partir de ese año comenzaron los entrenamientos más seguidos, nosotros sin sospechar; como era un “Boina Verde” nosotros pensamos que quizás él quería que fuéramos como él entonces los entrenamientos eran cada vez más duros. Y allá por fines del ’81 habían ingresado los soldados nuevos de la clase ’63 y bueno, fuimos al terreno, nos entrenamos y el entrenamiento fue muy duro…

Pero cuando les dijo esto, ¿por qué fue? ¿ya había rumores?

-No, no, no.

¿Sospechaban algo?

-Para nada, para nada. Pensábamos que era una forma de decir. Entonces los entrenamientos se fueron poniendo más duros, pero comenzamos a sospechar que una vez que se entrenó a los soldados clase ’63… Yo me di cuenta porque era encargado del depósito de ropa, de la compañía en la que yo estaba… y empezaban a llegar equipos israelíes. No teníamos nosotros esa clase de equipo. Te podés imaginar que en Chubut, en invierno hace 25 grados bajo cero, no teníamos la ropa para ese frío. Todos pensamos que el jefe se preocupaba de que tengamos abrigo. Termina el entrenamiento de la clase ’63, previamente nos hacen hacer un curso de supervivencia muy duro a los que éramos de carrera. Durísimo, durísimo, mañana, tarde y noche. Viene todo el tema, empiezan a llegar armamentos, nos entregan mucha munición, nos dicen que íbamos a hacer un ejercicio en conjunto con las tres fuerzas armadas. O sea, Ejército, Fuerza Aérea y Marina. Un ejercicio… ahí ya comenzamos nosotros los que estábamos en eso, comenzamos a sospechar porque ¿cómo íbamos a hacer un ejercicio con munición de guerra con soldados con dos meses de entrenamiento? Todo eso era en el aire…

¿Y ustedes hablaban de eso?

-Sí, entre nosotros sí. Entonces a mediados de marzo del año ’82 se forma una compañía aparte, con los soldados AOR, que quería decir, Aspirantes a Oficiales de Reserva que eran todos los soldados que tenían secundario. Se arma una compañía con esos soldados y se forma una compañía especial. Ahí comenzaron. Yo miraba “Realidad 82” que dos fragatas daban vuelta por los alrededores de Malvinas. Estaba entrando en casa con ella (señala a su esposa), era papá de una nenita de dos años y medio y un bebé de seis meses…

Ah..usted estaba casado en ese momento?

-Sí, sí.

En el pueblo, ahí en Chubut.

¿Y recibían llamados de su familia preguntando a ver qué pasaba?

-No, no.

O sea que la familia, nada…

-Nosotros fuimos, al día de hoy, los dos solos y nuestros cuatro hijos… lo que pasa es que en ese tiempo no había celular, el teléfono que había era un fijo en el cuartel

La sociedad civil no sospechaba nada…

-Nada, nadie. Y un 27 de marzo, la compañía esa que habían preparado especial, se va del regimiento. A Puerto Santa Cruz a embarcarse. Entonces le digo a mi esposa: “mirá mamá, yo sospecho que acá hay algo raro”. Personalmente a ella, se lo dije en casa. “Te voy a sacar los pasajes en avión. Si no volvemos de este ejercicio en 15 días, agarrá a los nenes, cerrá todo y te vas a Córdoba”. Porque ella tiene los padres allá. Le dejé los pasajes, le dejé el dinero. Esto fue el primero de abril. Me vengo a despedirme a mi casa. Y no me voy a olvidar jamás que había un teléfono de juguete de mi nena mayor con los ojitos mitrando hacia la puerta, esa fue la última imagen que tuve de mi casa. Le dije a mi esposa: “mamá, cuidate mucho”. Y me fui. Porque si me quedaba un rato más era para macana…

Pero usted ya sentía que era por eso, ¿pero por qué?

-Por el movimiento,

Y nadie les decía nada… ustedes como soldados tenían una incertidumbre impresionante…

-Ahora vamos al punto: cuando subimos a los colectivos, ya no en los camiones militares, (porque los camiones iban con municiones, nosotros en micro) un teniente nos enseña las primeras palabras en inglés. Es decir, en el viaje de Colonia Sarmiento hacia Comodoro, que hay una distancia de 150 km. “Good morning, good night, excuse me”.

¿Sin decirles para qué? ¿Todavía nadie les decía nada?

-No, pero ya era tan obvio que si te están enseñando cómo tenés que proceder en inglés, quiere decir que ¿a dónde íbamos? A Malvinas…

-Y ustedes no habían escuchado ningún rumor, ni nada?

– No se escuchaba absolutamente nada de eso. Entonces cuando llegamos a Comodoro, nos ponen en el Regimiento 8 de Infantería. Y a la madrugada embarcamos en los Hércules. Y a las 00.30 horas desembarcaron los comandos anfibios con la compañía especial, esa nuestra que había salido adelantada y desembarcaron en Malvinas. Nosotros llegamos 07.10 o 07.20, me acuerdo patente la hora, al aeropuerto de Puerto Argentino. Ahí habían puesto tambores, máquinas viales en la pista para que no aterrizaran los aviones.  En el colectivo nos enteramos que íbamos a Malvinas porque nos dijeron cómo teníamos que proceder contra los kelpers.

¿Cómo les dicen en el colectivo?

-Que íbamos a hacer un desembarco en Malvinas. Que íbamos a recuperar lo que era nuestro, las islas Malvinas, usurpadas hacía ciento y pico de años porque si se dejaba pasar a los 150 años no podía haber más reclamos.

¿Imaginaban que Inglaterra iba a responder como lo hizo?

-Sabíamos que no se iban a quedar de brazos cruzados, eso era obvio. Si el gobierno o el Estado los subestimó, escapa a nosotros…

Sabían que no iba a ser fácil. ¿Y cuáles fueron las sensaciones en el colectivo?, ¿estaban contentos? con miedo?

-Cómo te puedo explicar? Yo era tan joven… Quizás hoy a mis 59 años, lo tomaría de otra manera… pero en ese momento fue una cosa de mirarnos el uno al otro… personalmente pensé: “bueno, para eso estoy…”. Un soldado se prepara para eso. Así que bueno, desembarcamos en Malvinas, icé la bandera del aeropuerto, me tuve que subir ahí e ir gateando porque los gringos habían cortado la energía y subí y puse la bandera argentina. Fui uno de los primeros en hacer eso, porque la primera bandera se bajó en la casa del gobernador inglés, y la otra en el cuartel de los Royal Marine, cerca del Cerro Dos Hermanas. Y esa bandera está en el museo de acá. Perono la traje, se la di a un camarada para que se la diera a ella. Y ese camarada, cuando se vino después de la guerra, vino a Tandil, la donó acá y ahora está en el Museo. Con el nombre de otro.

Pero esa bandera…

-Es la del mástil del aeropuerto que está acá…

¿La argentina?

-No. La inglesa.

¿Cuál era la sensación después del desembarco?

 -El desembarco fue normal, nos distribuimos porque había creo que diez o doce kelpers, comandos ingleses que se habían disparado por los campos, así que fueron dos días de rastreo buscándolos hasta que se logró tomarlos prisioneros.

¿Cómo los habían ubicado? ¿Cómo habían armado la estrategia? ¿Les dijeron cómo ir, qué hacer?

-No, no. La estrategia fue la que hicieron los que organizaron el desembarco. Eso fue de ellos.

¿A usted donde lo mandaron?

-Nos fuimos caminando… yo me hice cargo de la casa del ex gobernador inglés. Le saqué una foto que no sale en ninguna revista, con una kodak. Se paró al lado de un Land Rover con todas las plumas, con todo su uniforme, y me hice cargo de la seguridad de la casa del ex gobernador.

¿Y qué dijo? ¿no dijo nada?

-No, quedaron los dos, el mayordomo y la señora, que tenían la casa al costado. En esa misma casa, esa misma mañana en el desembarco había muerto el Capitán Giachino, en la casa del gobernador. Y había una Radio-estación inmensa. Entonces yo me fui a chusmear ahí, y estaban los de comunicaciones de las fuerzas armadas y ahí fue cuando pude hablar con ella (su esposa). No, miento. Hablé con mi mamá ahí… el dos de abril…

¿Y en ese momento piensan que ya ganaron?

-No. Nunca se pensó eso, nunca se vitoreó, se saltó… por lo menos lo que yo vi. Fue todo calmo. Ya después empezaban a caer aviones y barcos y gente que caminaba con bolsos, que iba y venía.

¿Quiénes eran?

-La gente que venía de otros regimientos de acá.

Claro, les fueron a mandar refuerzos.  ¿Y cómo era la reacción de la gente, del pueblo en ese momento?

-Yo estuve de guardia en lo que es la Usina de Malvinas y la mayoría de los kelpers hablaba castellano. Pero a partir de ahí bajaron la careta, o sea, ellos escuchaban todo lo que hablábamos.

O sea, tomaron claro partido por los ingleses.

-Sí, ellos son ingleses. Así que el diálogo en castellano no existía. Pero ellos sí escuchaban todo los que hablábamos nosotros. Y nosotros los escuchábamos a ellos pero no entendíamos un pomo.

¿Ellos no tenían una actitud beligerante?

-No, inclusive, hubo una orden, a los dos o tres días, no recuerdo bien, pero creo que fue entre el 4 y el 5 se dio la orden de hacer requisa con todas las viviendas de Puerto Argentino. Requisarles las armas. Y todo el mundo tenía armas. ¿Sabés lo que es un 30-30? Es para matar un elefante a 600 metros. Entonces las requisamos. Casi todas las casas tenían radios, se retiró todo con planillas, pidiendo por favor, y empezó la discordia entre los altos mandos, y tres días después tuvimos que ir pidiendo disculpas a los kelpers y entregarles otra vez el armamento y las radios. Y eso no lo dicen los libros de historia.

¿Y por qué eso?

-Preguntales a los altos mandos…

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¿Cuándo se comunica con su madre, por primera vez, a través de la radio… ¿qué le dice?

Alberto: Yo cuando me pude comunicar con mi mamá, ella tenía cantina acá en los cuarteles de acá. Mi mamá no era militar, era civil, pero tenía cantina acá en Tandil, en el cuartel del acá. Y bueno, a ahí con los gritos, le digo: “mirá mamá, quedate tranquila, estoy en Malvinas” y se ve que estaba el comedor lleno y ella dijo “mi hijo está en Malvinas!” y yo escuché el grito de todos los que estaban ahí, de “viva la patria”! así que bueno, qué le puede decir la madre a un hijo? Cuidate, hijo…

¿Y estaba permanentemente este pensamiento a medida que iba transcurriendo todo esto, de estar muy pendiente de la familia?

-No

¿Había imágenes de los hijos, la mujer, los padres…?

-No. Yo hablo por mí. En un determinado momento yo era jefe, tenía gente a cargo. Entonces no puedo estar pensando en mi familia. No, tengo que pensar en cuidar la vida a otros. Entonces lo mío pasaba a un segundo plano. Cuando sentía nostalgia y eso, estaba solo en el pozo. Porque no puedo demostrar, como jefe, que extraño a mi mamá, a mi nene, porque les bajo la moral. No se olviden que eran hombres… yo nunca los llamé chicos… eran hombres de 18 y 19 años. Por lo menos los soldados que nosotros entrenamos. No hablo del resto. Yo siempre les voy a contar lo que vivió mi regimiento y lo que viví yo con mis compañeros. Entonces por ahí cuando sentía alguna nostalgia estaba solo en el pozo o escribía. Ella (señala a su esposa) tiene cartas que, como no se podía prender la luz, con un trapito y una tarrito así,  escribía, no tenía dónde apoyar y las letras iban para cualquier lado, lo metíamos en un sobrecito y chau.

¿Era permanente esto de escribir?

-No, no, yo no era de escribir mucho…

Pero había un correo…

Esposa:  pero él no recibía las cartas nuestras, ni las encomiendas, ni nada..

-No, las pocas cartas que yo pude recibir de ella, cuando caí prisionero me las sacaron…

¿Entonces, ustedes le entregan las armas a los kelpers y después que pasa?

-No se sabía si venían, si no venían…

¿Ustedes estaban permanentemente preparados para recibir un ataque?

-Sí.

¿Había entre ustedes permanentemente un estado de alerta?

-Sí, claro, el que dice que no, es mentira.  Tan así, que en el primer ataque que hicieron los ingleses no tuvimos ninguna baja… quiere decir que si hubiésemos estado todos paveando hubiésemos muerto. Hubo bajas s,í de los barcos, que los agarraron los de fuerza aérea. Ahí murieron varios oficiales, suboficiales y soldados. Pero después en sí, preparamos las posiciones a conciencia. Yo me acuerdo que con mi gente… bueno, me acuerdo de un soldado… que al día de hoy somos prácticamente como hijo y padre. Yo le dije que primero hacíamos la carpa de él, y él decía, “no primero la de usted, no, primero la suya”.

¿Y cómo se preparaban? ¿Que les decían a los soldados?

-Bueno, generalmente, a las cinco de la tarde rezábamos el rosario. Todos en un solo pozo.  Salvo el que estaba de guardia. Lo que yo le decía a mi gente era que teníamos que hacerlo nosotros, recuperarlas, para que mañana no vengan ni nuestros hijos, ni nuestros nietos. Entonces, ya que estamos nosotros, con esa mentalidad… era ver qué teníamos que hacer nosotros para que mañana no vengan nuestros hijos y nuestros nietos.

¿Te acordás algún evento de algún soldado que sintiera miedo, o angustia?

-Y, sucede, sí, sucede. Es normal, hasta yo sentí miedo. Pero yo no lo podía demostrar. Yo lloraba a veces. Porque a veces sabía que había gente que seleccionaba, tres o cuatro oficiales o suboficiales, para hacer patrullas de largo alcance. De corto alcance son las de 3 km. De mediano son de 10 km. Y de largo son arriba de 20. Uno va a reconocer los terrenos, ver los movimientos y esas cosas. Yo me iba por ahí a las 5 de la tarde y venía al otro día a las 6 de la mañana. Mojado, con hambre, con sed, con angustia, cansado. Pero derechito a ver los pichones que había dejado en el pozo, a ver cómo estaban…. Me decían: “qué barba que tiene”. Ya me voy a afeitar les decía. Éramos como una familia, donde un papá cuida a sus 8 pichones.

¿Y cómo les fue en el combate? ¿Cómo fue la parte de los bombardeos?

-Duro, duro.

¿Sabían cuándo iban a bombardear?

-No. El bombardeo… generalmente los ingleses tiraban a la noche. De los barcos. Y era una constante. Empezaban a las 8 de la noche y eran las 4 de la mañana… y estaban permanentemente. Eso se llama operación psicológica: no te dejo dormir, no te dejo comer. Porque te tiraban a la hora que más o menos ellos sabían que comías. Era un hostigamiento permanente. Eso se llama, en una guerra… (Que está bien hecho), acción psicológica, despacito te ablandan.

¿Cómo estaban ustedes ubicados en el terreno?

-Teníamos distancias…

¿Tenían comunicación entre ustedes? ¿Qué pasaba en el momento de los bombardeos?

– No, no teníamos radio nosotros. Nosotros nos enterábamos por las alertas, sonaban una sirena: alerta roja, alerta amarilla, alerta gris, alerta azul. Alerta verde es que vos podías Salir que no estaban por ahí cerca, y eso. Pero siempre se manejaban con las alertas, y si no funcionaban las alertas te enterabas en el primer estruendo, el primer  bombardeo que caía también era una alerta, quería decir que atrás venían los otros.

¿Tuvieron algún enfrentamiento cuerpo a cuerpo?

-Nosotros con mis soldados no, fuimos a hacer un contraataque, a dar apoyo a las tropas que estaban en Monte Longdon. Mis otros compañeros y yo dejamos los soldados en la ciudad en una casa que estaba vacía, creo que fue 7 u 8 de junio, hablamos de dejar las tropas en la ciudad e ir nosotros, que para eso estábamos preparados. Entonces me acuerdo que le dije a este chico que se hiciera cargo de las tropas, que si no lo veía más, que Dios lo bendiga. Y encaramos para el frente. No me acuerdo más nada. Me acuerdo que tiraban, tirábamos, mataron a uno que me acuerdo que lo llevaron en una carretilla, que bomba allá, que bomba acá…

¿Los gritos eran de “cuidado la bomba” o del dolor?

-Sobre la bomba no porque ya…

¿Se preguntaban los nombres? ¿Quién está, quién no está?

-Se podía escuchar, pero no, yo te puedo garantizar que si hay un momento en que no sabés ni quién es el que viene ni quién es el que va porque era un desbande y un griterío y todos tratando… que nos tiraban, que tirábamos… y bueno… llegó el día, y hay prisioneros..(se emociona..)

¿Cómo es el momento en que lo toman prisionero?

-Bueno, primero yo para colmo le había sacado una tricota a un soldado inglés, el soldado ya no lo iba a usar más… Y bueno, me pegaron por todos lados. Me decían: “English, English”.

Claro, se enojaron porque tenía el pullover del otro.

Alberto: Y yo tenía una mira telescópica que era inglesa también

¿Y se enojaron por eso?

-Por todo… y bueno, nos llevaron a Bahía San Carlos. Yo tenía un oído infectado, con sangre. No escuchaba. Pesaba unos 43, o 44 kilos. Había ido pesando 60.

¿Les hicieron curaciones ellos?

Alberto: Sí, los ingleses nos ponían inyecciones.

A mí me llamaba la atención, porque uno se imagina a un prisionero de guerra abandonado, descuidado…

-No, hay algunos tontos que hablan por boca de ganso. Por lo menos, lo que yo viví, los ingleses nos dieron una clase de profesionalismo de cómo se trata a un prisionero. Tampoco te pueden tratar con cariño y amor, es obvio, tenés que tener cierto rigor. Pero en ningún momento nos faltaron el respeto, en ningún momento se burlaron de nosotros. Al contrario, nos decían que tenían miedo de los aviones Pucará. Así que yo pasé un mes y días prisionero.

¿Estuvo internado en un hospital militar, en los barcos?

-No, fue en la Bahía San Carlos que era un frigorífico abandonado. Acá somos dos compañeros que estuvimos prisioneros juntos, después un miembro de la Fuerza Aérea, y el enano Álvarez, que estuvimos prisioneros ahí en San Carlos, que vive acá en Tandil. Cuando estábamos prisioneros en el frigorífico abandonado, había una bomba de los aviones nuestros que había entrado y que estaba clavada en el motor de la cámara frigorífica y otra bomba más de 250 libras clavada…O sea, no explotaron porque Dios es grande. Bueno, ahí dormíamos nosotros. Después, hasta que vino la Cruz Roja,  y nos cambiaron allá no sé, no me acuerdo, el 26 o el 27 de junio. Nos trasladaron en helicóptero a un transatlántico el Saint Edmund. Nos trataron bien, nos podíamos higienizar, porque nos dieron los mismos elementos nuestros, no te vas a creer que nos daban cosas de ellos, ni cigarrillos de ellos, ni golosinas de ellos, era todo nuestro. Al ir tomando lugares ellos, secuestraban… Pero a nosotros la comida no nos llegaba. Después arriba del barco vimos que nos daban el dulce de batata nuestro, los cigarrillos Jockey Club, era todo nuestro, los alfajores, los chupetines… Nosotros creíamos que los ingleses desayunaban a las 8 de la mañana y entonces nosotros también. Pero no, el de ellos era el almuerzo! si son cuatro horas de diferencia. Nosotros creíamos que era el desayuno y era el almuerzo. Asique para el almuerzo ya no había más nada. Está bien lo que nos dieron: una ración por día, si ellos no nos tienen que mantener gordos, nos tienen que mantener vivos nada más. Porque un prisionero que está bien lleno le da tiempo para pensar en la fuga. Un hombre con hambre piensa en comer nada más.

Mientras estuvieron prisioneros tampoco había posibilidad de mandar cartas ni nada…

-Sí, una sola, lo que se logró cuando fue la Cruz Roja Internacional, que revisaban cómo estábamos durmiendo, porque éramos muchos en esa Cámara, que no nos podíamos quedar más ahí porque te venían los gringos, levantaban la carpita, desconectaban las bombas…Entonces, la Cruz Roja Internacional nos hizo ir al Saint Edmund. Ahí nos entregaron unos sobres y yo escribí que estaba bien, prisionero en tal lado, que no sabía a dónde nos iban a llevar, se corrían rumores de que íbamos a ir a las islas Ascensión, mientras tanto estábamos en el barco. Así que le hice una carta a ella (señala a la esposa) y creo que llegué primero yo que la carta.

Esposa: -no, no. Recibí la carta antes…

¿Y usted tenía cuidado con lo que ponía en la carta?

-No…

Ni conciencia de nada, escribía lo que salía… para no preocupar…

-No, eso sí, yo a veces le contaba “hoy entraron tres aviones” “estamos todos bien”

Claro, ustedes trataban de proteger a la familia de lo que estaban pasando…

-Sí, en eso creo que todos teníamos cierto límite para contar cosas así.

¿Cuándo lo liberan?

-El 15 de julio. En Puerto Madryn. 07.30 de la mañana. No me olvido.

SE: frío?

-No, un día maravilloso. Pero lo triste es que veíamos nosotros que hemos ido a Puerto Madryn con mi mamá y eso, veíamos colectivos, gente, yo sabía que ella no iba a estar porque estaba en Córdoba. Y teníamos una hija que nació en el ’82…

Esposa: -a ella la quieren mucho en el cuartel porque era la bebé que iba a nacer…

-Por eso les contaba que iba a ser papá de nuevo y eso.

¿Era un bastón de fuerza, no?

-Si. Entonces, lo triste de eso es que nos metieron en unos colectivos con los vidrios tapados con diarios. Ese fue el choque más duro en lo personal, no sé si para todos, cada uno lo debe haber visto a su manera. Con todos los micros con los vidrios tapados con diario. Como si diéramos vergüenza. De no querer presentarnos a la sociedad. Hoy a los 59 años de edad mi visión es la misma que tenía en ese momento. No te digo con euforia, con papelitos, ni cuetes, ni serpentinas, pero por lo menos habernos dejado acercarnos a dar un abrazo a cualquiera, a alguien vestido de otra manera. Ver la cara de una señora, de una novia, de una esposa, de un chico, y decirles, o por lo menos haberles dicho, “no pudimos”. No nos dieron esa oportunidad.

Los bajaron del barco y los llevaron en micro… ¿hasta dónde?

-Hasta Trelew. A una base de la marina. En el medio del campo. Había unos galpones grandes. Y había gente vestidos de mozos con bandejas, llenas de milanesas de 40 centímetros. Gaseosas, cigarrillos, nos mirábamos con mis compinches, y con tanta desesperación comimos… que con un pedacito ya me llené. Teníamos el estómago tan cerrado… Y nos daban esto, nos daban lo otro… viste cuando te dan ganas de tirar todo al diablo? Pero bueno, uno es soldado y cumple órdenes y por más que sea un estúpido, tu jefe es tu jefe.

-La situación en ese momento era como ambigua, porque había como una tristeza interior, de no haber ganado la guerra…

-Sí, y el dolor de los compañeros caídos… yo tengo un amigo que… ahora está en el cielo, pero todavía lo tengo, éramos como hermanos, y murió en combate. Murió como él quiso morir. Porque con él fuimos paracaidistas en Córdoba, vivíamos en la misma habitación, le agarró hepatitis B, la más brava, y a mí me prohibieron verme con él y yo me entraba por la ventana  y él siempre me decía: “Pedrito, yo prefiero morir con una ametralladora en la mano”. Y así murió. Con una ametralladora en la mano. Entonces yo, cuando me enteré que él había muerto, había estado cerca de él. Cuando volví le pedí a Dios que si tenía un varón en homenaje a él le iba a poner su nombre. Y Dios me dio ese varón, y tiene su mismo nombre. Y hoy es Sargento. Sergio Ismael, y yo le llamo el héroe olvidado.

¿Cuándo se encuentra con la familia? Aparte estaba esperando un bebé. ¿Se hablaba de ese tema cuando estaban en el pozo?

-No, no, se hablaba esporádicamente. Ya los últimos días ya ni me acordaba ni de mi bebé, ni de mi mamá, ni de nadie. Lo único que te pasa por la mente en ese momento es sobrevivir a bombas, tiros, aviones, que se terminara YA. Si se terminaba con una victoria, mejor. Ya no te interesa vivir… no te importa… que sea lo que dios quiera. Matar o morir. Vos lo que querés es que se termine. A ellos les pasaba exactamente lo mismo, porque yo hablé con ingleses que han venido a la Argentina. Les pasaba lo mismo, porque son humanos, igual que nosotros. Ellos no sabían por qué carajo venían. Nosotros sí sabíamos por qué estábamos. Eso está dicho por los mismos ingleses. No es que lo inventamos nosotros.

¿Y cómo se encuentra con la familia?

-Cuando llegamos a Colonia Sarmiento, hacía como una semana que estaban sin agua y sin gas, todo el pueblo, porque estaba todo congelado. Le pido a mi vecina la llave de mi departamento, entro, y volví a ver el teléfono, como que me despidió y me recibió. Y entré a la habitación, estaba todo frio. Creo que al otro día me bañé en la casa del vecino. Me dieron de comer y estaba comiendo y se me movía todo el departamento, porque todavía tenía la sensación del barco. Y me acordaba los chistes que nos hacían los gringos cuando comíamos, cuando se te iba el plato y venía un gringo y hacía las mímicas del vómito en tu plato. Y a algunos les daban asco y otros aprovechaban y se lo comían. Son todas anécdotas. Y bueno, después me llevaron a Comodoro Rivadavia, y tomé el avión a Comodoro, después otro avión para Córdoba. Ya era de noche. Y cuando subí al avión el comandante dijo: “tenemos el honor y el orgullo de tener recién llegado a Dios gracias a alguien que defendió a nuestra patria, que acaba de llegar de las Islas Malvinas, y se paró toda la gente del avión a aplaudir. Yo no entendía un pomo. Y me abrazaban y que se yo. Y al bajar, viene un señor, que también iba para Córdoba, y me dice: “¿quién lo va a buscar?”. Nadie sabe que estoy vivo ni que vuelvo. Y este señor que era dueño de una empresa, tenía chofer y me llevaron a la casa de mis suegros. Y cuando golpeo la puerta… la abriste vos mamá (señala a su esposa). Creo, si mal no recuerdo, con el vestidito ese y el bebe en los brazos. Y bueno, la abracé y la besé y quise darle un beso a mi hijito que ya había cumplido seis meses y no quiso porque no me conoció, y eso me hizo llorar. Porque ya se había acostumbrado con mi suegro. Lamentablemente ese chiquito está en el cielo, se nos fue a los 20 años. Y bueno, ahí fue el reencuentro con la familia. Y lo que siguió fue no poder dormir de noche, de sentir un portazo y tirarme al piso, de estar afuera comiendo con ellos, y sentir un avión y tirarme al piso, fue una etapa muy dura. Después se empezaron a  venir las pesadillas, los sueños,  el olvido de nuestras mismas fuerzas, y fue una etapa de mi vida que recién la estoy superando hace un año. De sueños, pesadillas, alcoholismo, de violencia,  de romper cosas en mi hogar, creo que nunca les pegué a ellos, pero… de pelearme en la calle…

¿El alcoholismo…era para olvidar?

-No sé… si hoy estoy vivo y estoy medianamente consciente es por el apoyo de la hermosa familia que tengo, mis hijos, mis nietos, de ella más que nada, que fue un pilar fundamental, porque otra mujer me hubiese abandonado. Sin embargo, el otro día cumplimos 36 años de casados, con problemas como todo el mundo… y acá estamos, porque dicen que el amor es más fuerte, no?

¿Con los hijos hablan de este tema?

-Con los chicos yo siempre les he hablado… cuando ha llegado la época, que es normal, que en las escuelas arrancan con el tema de Malvinas. Es como que… ¿cómo te puedo decir? Tenemos una sociedad muy ingrata porque cuando vamos a las escuelas a charlar y que se yo, los chicos parece que quieren pasar el momento escuchando a dos tarados que hablan pavadas y están con el celular, como que no les interesa. Lo que quieren es cubrir un espacio. Pienso que todavía estamos con el odio y con el rencor. Viví la dictadura. Tenía 18 años. Era un soldado que recién me había recibido, pero no me mandé las macanas que se mandaron los tipos de arriba. Pero pagamos todos… llevamos treinta y pico de años de democracia, gracias a Dios… ¿y cuántos desaparecidos tenemos en democracia? Está perfecto que los hayan juzgado, si se mandaron una macana, que lo paguen. Pero no podemos meter a todos en una misma bolsa. Hay que separar. Porque es triste lo que pasó en nuestro país.

-¿Y como veterano de Malvinas tiene su grupo, como su “familia de veteranos”?

-Ahora, estos últimos años, hemos hecho un grupito que son casi todos de Marina. De vez en cuando van…

¿Hablan entre ustedes de eso?

-Yo soy uno de los que están en contra de eso, porque cada reunión que hacemos con las familias, que comemos un asado y tomamos unos vinos, no hay uno que no saque el tema, y yo le digo, déjense de jorobar, ya pasaron 33 años… No te digo que te vas a olvidar, pero vamos a hablar de otra cosa…

Esposa: -él es el más rebelde del grupo, por ahí se enoja y se va. Después lo vuelven a llamar por teléfono: “Pedrito, nos vamos a juntar en tal parte, venite”.

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