SE: Silvio, como recuerda el relato de su familia de cómo llegan los Battaia a la Argentina?
SB: bueno, mis padres no eran de contar muchas cosas, a veces era como que querían olvidarse, aunque sé que mi abuelo llegó acá a Argentina en mayo de 1911, Silvio Battaia, como yo. Me llamo como él. Volvió a Italia, y lo agarra la guerra del ’14 al 16. Ahí mi padre se queda en Argentina. El nació en 1901, pasa la guerra, termina en lo que sería la gendarmería acá, y en el ’27 vuelve a Argentina…
SE: Su abuelo va porque lo llaman o porque él quiere ir a cuidar a la familia?
SB: Ni idea. Eso está en la nebulosa
SE: Y Su papá entonces sí estuvo en la guerra,
SB: Sí, lo agarran para la guerra, de muy joven. Mi padre siempre decía que nosotros nos quejábamos de lleno. Porque a pesar de todo nosotros estamos bien en comparación con lo que habían pasado. A parte, la zona de Trento había tenido muchos años de guerra con los austríacos, estuvo mucho tiempo en poder del pueblo alemán, después de Austria. Mi padre nace cuando todo estaba bajo el poder de Austria. Tal es así que cuando él viene a Argentina figura como austríaco, no italiano. Porque Italia es república 70 años después de la guerra, así que hasta ese entonces eran todas provincias autónomas, feudos.. Y en el 27′ mi papá viene acá a hacer la América…
SE: A qué se dedicaban?
SB: Mi abuelo carpintero, mi papá buen carpintero. Uno se da cuenta con los años, porque de chico recuerdo cuando tenía una herrería en Fulton. Después tuve la suerte de ir a Poia y ver la carpintería de mi abuelo, a través de los vidrios, me acuerdo… (se emociona), las vitrinas y maquinarias viejas… Pensar que mi abuelo estuvo trabajando ahí, mi papá también, bueno, la verdad, lo tengo en la memoria. Me sorprende que fuera tan joven y que dominara tantos oficios. Mi padre siempre decía: “no hay que tener una sóla vela, porque si se apaga, quedas a oscuras”. Había que saber siempre más de algún oficio. A ver, la construcción era de piedra, y en Fulton era un rancho de paja, así que amplió el rancho y eso.
SE: Era picapedrero también.
SB: Dominaba todo. Bueno, en Fulton era el gomero también. Porque las ruedas eran de madera, era toda una obra de arte hacer las ruedas de madera y meter las llantas, tengo fotos de cuando hacía ese trabajo y para nosotros era una novedad…
SE: Cuántos hermanos eran uds?
SB: Cinco.
SE: Su mamá era argentina?
SB: No, mi mamá era hija de daneses.
SE: Se conocieron acá su mamá y su papá?
SB: Si. También es una historia desconocida, hoy capaz se habla más, en esa época no. Hoy me estoy enterando mucho más ya de grande. Cuando se me antojó ir a Italia a conocer la familia, con la que nos conocimos cuando teníamos 40 años. Entonces… si bien con mi primo hermano que era más grande, que vino en los años ’50 hablamos un poco más, nos fuimos enterando de muchas cosas después. Lo que pasa es que cuando vinieron de Italia y empezaron a querer volver y no volvieron es como que se encerraron en sí mismos y la verdad no querían hablar. Cada tanto se reunían en casa, que era un poco el centro de reunión de los trentinos. Bueno, esta época era la época de la polenta, un buen vino y cantar, ahí es cuando empezamos a aprender el idioma. Entre el danés de mi mamá, que ella quería que aprendiéramos, y el italiano, fue más fácil el italiano…
SE: Claro, los daneses también tienen una cultura fuerte.
SB: Después intenté leer un libro en danés, pero no, era muy difícil, imposible.
SE: Cómo es el apellido de su mamá?
SB: Nielsen. Mi abuelo eran como 14 hermanos, es otra parte de la familia que se desparramó. Bueno, mi papá vino con su primo hermano Ferrari, que paso a ser mi padrino, murió muy joven, y otro grupo que vinieron como 15 o 20, a Tandil. Acá había una congregación, estaban los Rigotti y los Cegala, que había venido en 1890, que eran medio familiares también. Por eso vinieron directamente a Tandil.
SE: Venían buscando a algún otro inmigrante ya asentado?
SB: Exactamente, se conectaban, cuando Villa Italia eran como 10 casas. Un poco de las cosas me las enteré ahí.
SE: Pero ustedes estaban en Fulton
SB: No, en el 49 o 50 nos vinimos a Tandil. Un poco por problemas de salud y un poco porque mi mamá no quería que fuéramos a una escuela rural. Un poco por eso. Al primer lugar donde fuimos fue Avellaneda y Bolívar, que había un bar ahí que se llamaba “Las 3 canchas”, mi papá atendía el bar y ahí se juntaban los italianos. Tenía una cancha de bochas. Estaba en la esquina la escuela 34, que fue la primer escuela donde fui cuando estuve en Tandil. Después pasamos a Colón, al 1100, era una pensión, la Pensión Italia. Ahí nos fue bastante mal, porque se metió un poco la política, mandaban mucha gente de la CGT, dormían, comían y nadie pagaba. Ahí nos fundimos. En cambio en el campo andábamos bien, mi papá tenía tres autos.
SE: Para esa época era una maravilla.
SB: Si, estábamos muy bien.
SE: Así que bastante “busca vidas”, porque se puso la cancha de bochas con el bar, después la pensión…
SB: Después terminó en la carpintería de Ceballos, en España y 9 de julio. Después pasamos a la escuela 2 nueva, ahí laburamos, hicimos toda la mudanza, de Garibaldi hasta España, todos los chicos colaboramos con la mudanza de la escuela.
SE: Y cómo era el tema de la vida familiar, de la cultura, de ser hijos de una danesa y un italiano? Porque su papá hablaba italiano
SB: Sí, hablaba perfecto, los fines de semana, cada 15 o veinte días se juntaba gente en casa y hablaban todos en italiano, porque no querían perder sus costumbres. Fijate que como te digo era pasta o polenta, así que lo clásico.
SE: Estaba esa intención de juntarse para recuperar lo cultural
SB: Y sí, porque muchos trabajaban en las canteras, así que estaban toda la semana en las canteras, otros en la construcción, de la mañana a la noche. Hoy parecería imposible, pero antes era así. Hoy me quedo mirando, le digo a mis nietos, no me puedo poner en el lugar, nosotros éramos muy pequeños, muy chicos en el campo y ya trabajábamos. No te mataban, pero había que moler el maíz, juntar la leña, se escapaba la chancha y había que buscarla, y teníamos 5 o 6 años… Un pibe hoy de 5 o 6 años cómo haría? Yo empecé a trabajar en la carpintería de Rodríguez y Mitre y tenía 11 años para 12.
SE: Sí, trabajaban desde muy chicos, y además en familia.
SB: Trabajar era un poco como parte de la educación, porque decían: el que no trabaja no come. En mi casa comida nunca faltó. Porque en el campo comíamos de todo, todo bicho que caminaba…, liebres, perdices, vizcachas, mulitas. Más que teníamos la quinta, más que teníamos las gallinas… siempre digo que la sopa de verdura me cansó…(se ríe). Lo que pasa que en Fulton, hace 60 años, invierno, cómo salías? Imposible. Diez días sin salir del campo. Mi mamá iba al gallinero, agarraba la gallina más vieja, hacía caldo de gallina, iba a la quinta y hacía sopa de verdura con el caldo de gallina, y el que no tomaba la sopa no comía lo demás. Y nos criamos así. Hoy a un chico le decís no comés y se te ríe en la cara, porque tiene mil posibilidades.
SE: Había que arreglarse con lo que había…
SB: Lo que me llama la atención es que no pasaron tantos años, y la cultura cambió mucho. Es un cambio muy fuerte en muy poco tiempo. La veo a mi hija y bueno, ella se crió un poco… pero las veo a mis nietas y es increíble el cambio. Pero bueno, yo a mis nietos les digo: te saco la luz, el gas y el telefonito, y se murieron (risas). Vos te criaste en un ranchito con frio, con leña, éstos se criaron en un departamento, con todos los chiches, con luz, con gas, con el auto. Yo a los 12 trabajaba como “un grande”. Y no me morí, no me maltrataron. Al contrario, estoy agradecido a mi padre que me mandó a trabajar, porque aprendí varios oficios, que me dio la posibilidad de que de grande me pudiera defender en varias cosas. Nunca me quedé en lugares que no me convinieran. Podía elegir. Estuve en una fábrica, 45 días, no me gustó, me fui a una cantera, estuve ahí muy bien, al aire libre, me gustaba más, después me ofrecieron en un lugar tipo la Usina y me fui para ahí.
SE: Silvio, cómo se llamaba su papá?
SB: Lino.
SE: Qué otras cosas de Italia tenía Lino? Cantaba canciones en italiano?
SB: Sí, cantaba, tenía buena voz,
SE: Aprendió alguna?
SB: Ahora no las recuerdo, al principio sí, “Las violetas”, alguna canzonetta…después había algunas que eran picarescas, medio subidas de tono, digamos, no nos las dejaban escuchar (se ríe y tararea “Romanina”, una canción típica trentina). Y los domingos, la radio de 12 a 13 no se escuchaba otra cosa que Italia Mundial. Era una sección que había en la radio y eso mi papá lo escuchaba…pasaban Carlos Busti. Los domingos se escuchaba siempre música italiana.
SE: Bailaban también?
SB: No, de chico en casa se juntaban, se cantaba, se escuchaba música…Mi papá se había fabricado un tocadiscos a manija, tenía esos discos grandes, y bueno, se pasaban el disco, y acompañaban cantando. Después por supuesto de más grandes salimos a trabajar, perdimos conexión, yo me fui de mi casa a trabajar afuera.
SE: A dónde se fué a trabajar Silvio?
SB: De acá me fui a Tres Arroyos.
SE: A qué edad?
SB: 17 o 18 años.
SE: Terminó la escuela?
SB: No, sexto grado en San José. Y después estudiaba de noche y trabajaba de día… A los 12 años salí a repartir diarios en bicicleta, después en una carnicería , donde aprendí a despostar , repartía carne, después a metalúrgica, después a la piedra, después a la construcción, después en el deporte, en educación física.
Me gustaban mucho las bicicletas, pero quién compraba una bicicleta?. Nosotros teníamos una de reparto, en la carnicería que tenía el canasto adelante, y una rueda chiquita adelante, eso lo usaba también para repartir diarios y corríamos carreras.
SE: Así que viene de ahí lo de la bicicleta.
SB: Claro, corríamos carreras a la vuelta de la plaza. Y bueno, no hubo posibilidades, entonces bueno, empecé a correr. Mi papá había sido campeón europeo en esquí, y aparte como parte del entrenamiento era maratonista, en la montaña hacia como 30 o 40 km por día.
SE: Ah..viene de familia la pasión por el deporte
SB: Bueno, eso me enteré después, mi viejo no contaba nada de eso. De grande me enteré y que el Rey Humberto le dio una medalla de plata como Campeón.
SE: Cómo fue el momento en que se enteró de eso?
SB: Teníamos como 20 años cuando me enteré de eso, y él nos mostró la medalla, pero estuvo muchos años oculto. Realmente… me lo contó mi primo, no tanto él, que corrían de pueblo a pueblo, que eran 20 km ida y vuelta hacían 40. Y era montaña porque el pueblo de mi papá, Poia, según mi primo es “la puerta del infierno”, porque se sube, se sube, se sube, y cuando llegás a la punta, se terminó. Y en aquel entonces, yo alcancé a verlo… ahora está más poblado porque se hizo una villa turística. Pero yo alcancé a verlo, porque la plaza, que serían un terrenito de 10 x 10, con una fuente… diez casas.
SE: Como se dio viajar a Italia?
SB: Se hacia el mundial de atletismo en Roma, para veteranos , me daba la categoría. Y dije “esta es mi oportunidad”. Entonces empecé una campaña: “me voy a Italia, me voy a Italia”. Y ahí empecé a buscar, a juntar plata de todos lados, porque era imposible: 1900 dólares costaba el pasaje. Después me consiguieron el pasaje por aerolíneas argentinas, me pagó el pasaje El Eco. Estuve solo en Italia. Me pasé un día entero en el aeropuerto, porque no sabía para dónde arrancar, me mandé en un colectivo, llegue a la terminal de trenes, y ahí más o menos sabía que estaba cerca. Porque el tema era que había un muchacho de Bahía que nos habíamos escrito, y que llegaba ahí pero él adelantó el viaje, y yo no sabía, lo esperaba, llegó el vuelo a la tarde, pero él no. Y bueno dije, me voy caminando a Roma, son como 30 km, yo pensé que estaba cerca…
SE: Cuándo fue eso?
SB: Año 85′. Fue una linda aventura. Llegue a Roma, llamé por teléfono a mis primos hermanos que están en Milán, ahí nos ubicamos y cuando terminó el torneo me fui para Milán y ahí nomás, vi dos personas que andaban mirando, y uno era igual a Battaia, y digo: es un Battaia! (risas). Y se dio vuelta, no podíamos creer que eramos familia. Es sobrino de mi papá. Y ahí me enteré que tenía una tía de casi noventa años, y que en el jardín que tenía delante de la casa era la quinta. A esa edad ella hacía quinta. Yo llegue un sábado, el domingo tuve que ir a misa, si no, me cortaban la cabeza. Después me fui a Trento donde me encontré a otro primo hermano…
SE: Ya conocía a esa familia o no conocía a nadie?
SB: No, no, solo por fotos.
SE: Y cómo los había contactado?
SB: En Trento vivía la hermana de mi primo hermano, que estaba acá. Ellos se escribían y allá por teléfono, y por medio de mi prima me enteré de Milán. Y bueno, me vino bien porque pude conectar la familia, porque estaban todos peleados, porque la casa de mi abuelo era hereditaria, le correspondía a mi papá. Siempre bromeábamos, que si íbamos a Italia teníamos la casa ya, pero siempre hay un pero. Los primos que vivían entre Milán y Trento prácticamente no se trataban, entonces mi prima que estaba ahí en Trento cuidó de mi tío. Y bueno, se quedó la casa, entonces después sacó un edicto que la casa se vendía y no lo vio nadie.
SE: Y la vendió y se armó lío
SB: Cuando mis primos se enteran, se la querían comer cruda. Cuando fui yo el recibimiento no fue de los más lindos, era todo muy serio, porque pensaban que yo iba a pedir la herencia. Entonces, dije mi primo, la casa del nono se vendió pero no fue de mala intención. Pero yo dije: ya está, no vamos a ir hacia atrás, lo único que quiero es ver la casa. Ya está, si la casa estaba vendida ya está. Además con la plata que se consiguió mi prima se hizo la casa ella… en la montaña. Entonces ahí mejoro la cosa. En cambio tenía un primo hermano en Milán y con ese no hubo manera. Falleció enojado con la prima. No se lo perdonó nunca haber vendido la casa. Un poco es cierto, quien iba a pensar que alguien en Argentina iba a ir a pedir la casa. Nos enteramos de grandes y bueno, aprovecharon, de última quedó en la familia.
SE: Y fue a ver la casa de tu abuelo.
SB: Fui a ver la casa, de piedra.
SE: Ventanas de madera? Cómo era?
SB: Las puertas y eso las había hecho mi abuelo. La parte de abajo, la estructura, era de madera. Tenía un piso, la parte de la cocina comedor, subía una escalera, con los dormitorios, y arriba del dormitorio, el pesebre. Con una rampa al techo subían las vacas. Porque allá las haciendas, las vacas, no están nunca al aire, en invierno les agarra pulmonía. Y con el calor de los animales te calefaccionaba la pieza. Así que ahí me enteré como era el tema. Y ya te digo, una aldea el lugar. Enfrente estaban unos primos con un caserón impresionante, y no sé cuánto tiempo habrán estado para hacer esa casa. Después mis parientes se fueron a vivir ahí, y adentro era hermosa aunque de afuera no las pueden refaccionar porque son históricas, adentro había buena madera, mármol, cerámicos, tres cocinas, una a leña, una eléctrica y una a gas.
SE: Encontró cosas de sus abuelos y de su papá ahí?
SB: Si, y me entere cosas porque la gente lo conocía… Me entere que era buen mozo y picaflor. Me encontré una que había sido novia de mi primo hermano y otra que había estado medio enredada con papá. Y me llamó la atención porque la miraba y me preguntaba cuántos años tendría… Aparte te digo, esta mujer subía y bajaba las escaleras como nada… Me invitaron a comer, una olla tremenda de fundición con los pedazos de tocino, de chancho, con polenta… Yo pensaba que debían tener el colesterol por las nubes. Y cuando le pregunto la edad, me quería morir, tenía como setenta y pico y estaba bárbara. Típica italiana, pero me llamó la atención.
SE: Cómo es una típica italiana? Qué características tiene?
SB: Es muy difícil. Depende la región, en el norte hay mucha ascendencia alemana, grandotas, estilizadas, rubias de ojos claros. Si viven en la montaña son más fortachonas. Al centro ya son más gordos y gritones, y al sur ya cambia mucho. En el sur hay mucha migración de África.
SE: Cuánto tiempo estuvo en Trento? Descubrió otras cosas que no sabías cuando estuvo ahí?
SB: Descubrí que estamos lejísimos de ellos, Trento es una provincia autónoma, si bien forman parte de la Republica, ellos son autónomos, se manejan solos. Es una gran cooperativa. Como será que son una población de 600 mil habitantes la provincia, viven ellos y a su vez nos ayudan a nosotros: mandan becas para remedios, para estudios, a todo el mundo, hay un fondo para ayudar otros. Y toda la familia está siempre en alguna cooperativa. Acá olvídate. Lo quisimos hacer acá y no. Nuestra cultura no está para eso. Después me llamo la atención primero que fuimos a la montaña y tire una piedra para ver como rodaba. Casi me mata mi primo, porque se puede armar una avalancha, porque la montaña son como canaletas…Y los refugios en la montaña, intocables. Si te agarra una tormenta y vas a un refugio, bueno, después deja todo como esta. Nadie se lleva nada. Tenés la comida, para calefaccionarte,si la usaste buscas y la repones. Y después la cuestión de la limpieza. El pasto en la parte debajo de la montaña siempre esta cortito. Fuentes de trabajo. El municipio te da tantas parcelas para que vos cortes el pasto, y ese pasto te lo compran. El quintal para hacienda. Es trabajo y a su vez mantienen la montaña limpia. Pero es todo un sistema que acá costaría mucho.
SE: Le costó irse de Trento?
SB: Lo que pasa es que la primera vez que fui había una diferencia. Justo cuando voy a embarcarme cambio a pesos argentinos, el uno a uno, una pila de australes así que allá no servían… la diferencia no era tanta… mi primo me decía: no te vayas, Uds. no pueden estar con el uno a uno. Sabia más el que yo sobre cómo estaban las cosas. Estuve 40 días y me volví
Mi idea era quedarme. Yo tenía la ciudadanía y en Trento por ley si me presentaba a la municipalidad me tenían que dar trabajo y un lugar donde vivir.
SE: Y su idea era que si le iba bien mandaba a buscar a la familia.
SB: Claro. En ese momento había trabajo de sobra, pero bueno, ya con la diferencia uno a uno. Bueno, eso era en el 85′ y en el 91′ volví a ir. Mi primo me mando la plata solo de ida, entonces nos fuimos con mi hermano. Vino la jubilación de mi padre, en esos años mucha gente recibió esa jubilación, un anticipo con retroactivo y eso, y dije “aprovechemos” y la convencí a mi mamá y mi hermano y con esa plata nos fuimos a Italia. Y bueno empecé a ver si me quedaba. A mi madre le agarro un ataque porque no quería que me quedara. Y mi primo me dijo; si te vas, nunca más… Y fue así. Se enojaron, y bueno, me volví. Ellos sabían que la situación no era fácil y tenían razón. Porque después ellos empezaron a mandar plata cuando la cosa se complicó acá, becas de estudio, y eso. Y yo recibía esa plata y repartía no solo en Tandil. En ese momento cuando venían los dólares de ahí era mucha plata y bueno. No se quisieron quedar.
SE: Que se encontró en Trento que no conocía, que su papá nunca le había dicho? La comida?
SB: Me llamo la atención la construcción, el orden, la conducta, la educación. Cosas que te contaban acá pero cuando lo vivís… Yo siempre cuento que estando ahí me voy a Suiza, a un torneo. Estábamos en la tribuna, y un acompañante saca el paquete de cigarrillos, hizo un bollo y lo tiro. Delante mío había una mujer, mira el paquete, se levanta, lo agarra, mira para arriba, bajo y lo puso en el tacho. Lo que es la educación. Lo que acá se empezó a hacer ahora eso se hacía en los 80′. Si sacaban a pasear al perro iban con la bolsita y la palita. En las esquinas también tenías un tacho, las bolsitas y palitas. Y nadie se lo lleva, nadie se lo roba. O cruzar la calle marcada con la línea blanca que ni bien la pisas los coches frenan. Hay ciudades donde tocas un botón y paras el tráfico. Y ahí una anécdota, estábamos con un amigo y a él le pareció muy raro, entonces se paraba en la esquina y tocaba el botón todo el tiempo (risas), porque no podía creer que eso sucediera.
SE: Y cuándo empieza a armar lo de Colectividades en Tandil?
SB: Y primero como trentino empezamos a juntarnos, ya mi papá no estaba. Entonces cuando volví decidí hacerles un homenaje a ellos, pensando que algo tenía que hacer. Me junte con Cescati, Lino, formamos el Circulo, y ahí con Trípodi formamos la Asociación de Regiones Italianas. Y bueno en ese momento empezó a funcionar bien,.
SE: La idea cuál era? Reunirse, enseñar el idioma, la cultura…?
SB: Todo eso.
SE: Y cómo fue creciendo el proyecto de organizarse aquí?
SB: Después de esa Asociación que creamos, se crean las colectividades, que me pareció bárbaro porque es un reconocimiento a todas las culturas. Lo extendimos… estaba el Centro Gallego y eso pero muy individualmente. Por suerte las colectividades crecen año y año.
SE: Está casado, tiene hijas y nietos…
SB: Si, no he conseguido que mis hijos y nietos sigan la tradición, más que un nieto que está en el cuerpo de baile…
SE: Su mujer es italiana?
SB: Si, es María Cristina Contrada, hija de italianos, de Nápoles.
SE: Tienen cuántos hijos/as?
SB: 4. Todas mujeres: Nora, Claudia, Mónica y Silvia. Y claro, nosotros éramos cinco hermanos varones asique compensé (risas).
SE: Cuántos nietos/as?
SB: 9, cuatro mujeres y cinco varones: Franco, Sofía, Gonzalo, Gastón, Martina, Matías, Benjamín, Serena y Marea.
SE: Y ahora seguir participando de las colectividades, seguir corriendo…
SB: Ahora estamos trabajando bien, formamos un grupo de descendientes italianos muy lindo, muy bueno y empezamos un grupo de baile. Se hizo la fiesta de Italia hace poco, que fue todo un éxito, y ahora me queda seguir trabajando para eso. Me parece bárbaro que la juventud se haga cargo, los voy contactando con gente como yo, es muy lindo.
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