PUCARA-TORPEDO-2Ricardo Galeassi (RG): Como yo soy un soldado. A mí me toco entrar en combate en la isla con la gente con la que está todo bárbaro, pero no quiero que nadie sea más veterano que yo. Pero yo el 2 de abril acá no estoy nunca, no por malo, me voy con los míos. Yo he estado en la lucha de que el Estado nos reconociera desde el ’86. En la escuela nunca jamás salvo una sola directora me pidieron que fuera un 2 de abril a contar.  A nivel familiar tenemos un compañero veterano que está en el PAMI de Mar Del Plata, le decimos Maradona porque era la copia de Maradona. Está muy mal, por el alcohol y las drogas.

Secretaría de Extensión (SE): Ricardo, dónde andabas cuando sentís hablar de una guerra con Malvinas?

Ricardo Galeassi (RG): Cincuenta días antes yo había terminado el servicio militar obligatorio por la ley que cumplíamos… yo fui convocado. No fui soldado… ya había salido yo en el ’81. No habían pasado cincuenta días.

SE: Dónde estabas viviendo?

RG: En Avellaneda. En la provincia de Bs As. Hice la colimba en el regimiento de infantería motorizado número 3 que es el de La Tablada. Que fue trasladado a Pigüé.

SE: Edad?

RG: 18 cuando hice el servicio militar porque cumplo los últimos días de diciembre… y voy a Malvinas con 19 y tres meses.

SE: Cómo te convocan?

RG: Yo era el auxiliar del jefe de la compañía. Entonces tenía otro tipo de contacto. Y me manda un vehículo a la casa de mi abuela, porque yo tenía esa dirección. Antes se acostumbraba dar la dirección de la casa de la abuela, que era como la casa de todos, en Capital Federal. Entonces, me manda el vehículo a buscarme. El jefe me necesitaba porque en 48 horas nosotros teníamos que estar en la isla.

SE: Te llamaron antes por teléfono para avisarte?

RG: No! Cinco de la mañana (simula golpes en la puerta). “El señor fulano de tal?” Imaginate: época del proceso, año 81 – 82, que te golpeen la puerta y cuando te asomas ves personal militar afuera…

SE: Habías escuchado algo de la guerra?

RG: Ya había pasado cuando llegamos a la isla el 11 de Abril.. Preparamos todo entre el 9 y el 11, el 11 ya estábamos ahí…

SE: Cómo fue la previa? Ya estabas enterado de la guerra? Estabas esperando que te vinieran a buscar?

RG: Estábamos esperando que dijeran que la X Brigada era convocada para el suministro de soldados. Cuando dijeron que la X Brigada había sido convocada yo estaba trabajando con mi papá, porque estudiaba y trabajaba. Y en la radio, manejando la camioneta de mi papá, escuché y dije, “mmmm me parece que me van a venir a buscar”. Automáticamente me comuniqué con el jefe y me dice: “mirá, todavía no llegó nada oficial pero casi seguro…”

SE: Tenían información de lo que estaba pasando? O no sabían nada?

RG: No, información era lo que daban los canales oficiales que estaban todos reprimidos, era la época del proceso… Decían que las tropas llegaban a luchar por las islas, y que se acababan los tiempos de reclamos, entonces ya no se podían reclamar más. Cuando entran a Malvinas yo me entero al otro día. Éramos dos en la familia: mi primo y yo. Y los dos regimientos fueron. Él no fue porque quedó como  auxiliar. Entonces mi tío cuando recibe la carta  viene a mi casa, preparamos todo, y la familia fue…

SE: A las cinco am?

RG: Cinco y media. Le dijeron a mi tío “dígale que lo estamos buscando”, así que vino mi tío, y yo no me podía negar.

SE: Qué sentiste?

RG: La situación nacional era otra… era como que íbamos a una práctica de combate, como lo que hacíamos en la escuela de oficiales. Era como que te prepararan ahora para ser madre. Vos te preparabas desde los tres años cuando escuchabas las conversaciones en las reuniones familiares, rogando que si estudiabas no te tocara… si eras el nene de mamá se te complicaba el doble. Entonces había que prepararte para hombre. Cómo lo hacían? Los mismos hombres te decían que había que hacer el Servicio Militar porque aunque era un año perdido, era un año para ganar eficacia para el personal. Te enseñaban a tejer, a coser, a comer, a valorar el poco dentífrico que quedaba. Y si no ibas a tu casa extrañabas la familia. Entonces te preparaban para eso. No llegabas a los 18 y te sorprendían con que tenías que ir. Habías cumplido una preparación. Ahora bien, éramos siempre 98 soldados. Éramos muchos, éramos la compañía de infantería motorizada, íbamos al frente, no quedaba otra. Y había chicos que no sabían lo que era el papel higiénico. Que venían de las provincias, de Chaco, Santiago del Estero, no sabían leer, terminaron la primaria dentro del cuartel porque les enseñaron a leer y escribir, porque no te quedaba otra. Pero esos chicos aprendían a cumplir horarios, como me pasaba a mí, que cuando te decían afeitate, afeitate, no había tu tía. Empezabas a vivir en una sociedad un poco represiva, porque había algunos abusos, pocos pero había. En mi caso como éramos la compañía de infantería era mucho mas bruta la instrucción. Menos mal… Porque durante esos años fuimos enemigos de las escuelas de oficiales entonces eran prácticas de combate en bruto. Enfrentábamos los futuros oficiales en las escuelas sin una didáctica de combate, donde nosotros éramos el enemigo y ellos eran los buenos. Éramos los iraníes y ellos eran los yanquees. Y les dábamos para que tuvieran lindos recuerdos. Nos bajábamos de los helicópteros y camiones todos con municiones de guerra, todos tapados, de punta a punta… Y un capitán decía: “pero ustedes están como si fueran a combate!” “Y no nos dijo que íbamos a combate capitán?” –“Pero así con munición de guerra me van a matar a los soldados!!”(se ríe). Llegamos a Mendoza en helicóptero y nos hicieron volver, porque nos decían que con munición de guerra íbamos a matar a todos. Claro, éramos doscientos y pico de tipos todos armados… llevamos todo, hasta la artillería. Menos mal que esa situación fue después en la isla, porque en la isla uno levantaba la mano y sabía lo que pensaba el otro, porque nos conocíamos todos.

SE: Bien, volvamos… te presentaste al regimiento… qué te llevaste?

RG: Nada, lo puesto. Y el documento. Mi papá me deja en la puerta del cuartel y me dice “bueno después te llamo”. Era muy normal entrar en el cuartel para uno… y el capitán desesperado, loco. Porque había que preparar una compañía de combate a 2000 km de distancia. Dejamos de trabajar todos, yo me encargué de la parte de abastecimiento de la ropa que todavía no llegaba, y nos llegó a las dos am antes de subir al avión. Nos repartimos la ropa con el avión esperándonos en la plancha. Tampoco conocíamos el clima. Era difícil. Había dos o tres chicos que se habían lastimado…uno vino enyesado. Se quería sacar el yeso. Carlos Correa había tenido el hijo el 2 de abril. Y el capital tenía mellizas de cuatro meses. Éramos todos iguales. Y le decía al capitán Correa, que su hijo había nacido el dos… Y decía el capitán Correa: «Con quién va a estar su señora…?» «Con sus padres». «Bueno, yo a Ud. lo necesito». Y se lo llevó. Y el hijo se llama Carlitos como él, por él, porque la madre no le puso el nombre hasta que él no volvió. Entonces, había otro que era un chico que tenía el problema de ser judío y homosexual, no era fácil. Sobre todo homosexual. Entonces este chico… que con otros hacia 20 días que estaban en el cuartel, fueron a traslado de enfermos, camillas y todo. A auxiliar a la compañía, porque cada compañía tenía un médico, dos enfermeros y seis camilleros. Y los que faltaron, que por suerte fueron solo 13, que es nada, habiendo armado la compañía en 48 horas. Es nada. Ahí se armó todo un despelote de gente por todos lados, ir a buscar mantas, armar ponchos, equipos, municiones, armas que funcionaran, preparar los camiones para llevar todo a Palomar, porque cargábamos todo ahí… Salimos el 12 de abril, embarcamos los camiones como a las 12 de la noche. Era un despelote de organización, bien a la argentina, y en Palomar éramos 2500 tipos dando vuelta que no sabíamos dónde meter las cosas. Después la otra. El material bélico viajaba en otro avión, que no se te mezclara con el de los otros porque si no perdías material bélico, porque si no había que ir a robarles a un chapista, a voltearle la puerta al tipo, y pedirle pintura, para ponerle a los cajones a quien pertenecía. Llevábamos 3000 cajones. Fuimos a Río Gallegos, tomamos mate cocido… que si lo llegabas a tomar te pagábamos, porque no sabés lo que era, tres veces hervido… Bueno, llegamos ahí, primera impresión mía… el avión: adentro entró el jefe, dos personas más y atrás entré yo con todas las porquerías, con la radio, con todo, porque había que llevar todo lo importante. Miramos para atrás: planchas de aluminio, seis asientos de cada lado, no había más. «Dónde miércoles nos van a llevar?» pensé yo.  Entrás a contar los que subían. A pasar lista. Imaginate un avión 197 con 250 tipos (porque aparte se habían sumado algunos de prefectura), todos paraditos, los bolsos abajo. Arriba entraba algo personal, alguna pavada, todos parados. Un griterío… bajaron unos veinte o treinta… para empezar a acomodarse un poco… y habían dejado una cinta para que se sujetaran a eso. Pero qué pasa: la cinta que cruzaba te ahorcaba entonces uno que tenía experiencia que era paracaidista y todo, era comando, porque teníamos cinco o seis comandos entre nosotros… Había un grupo de gente que sabía lo que podíamos hacer, dijo “no muchachos, porque se llegan a caer por un movimiento o algo, pierden la cabeza diez acá”. Y ahí partimos de Galleos. Ahí subieron los mate cocidos… ah, porque nos habían hecho subir con las marmitas, el equipo de comida… unas galletitas que llevábamos… bueh, mate cocido… mamita! Hervía tanto que no lo podíamos tomar. Baño olvidate. Y llegamos con ropa de verano. Los abrigos que nos habían dado los ponían debajo de la cola para poder sentarse en el piso, por ahí salimos, para la isla. Llegamos allá y empezamos a ver por la ventanita, divino, el solcito, qué lindas las islas… el comandante Mendoza de apellido… nos dice: “lo único que les voy a pedir es que afirmen un poquito los pies cuando aterricemos porque es como una frenada rápida en semáforo en rojo”. Menos mal… era como si te fueras a caer al precipicio. No sabes la frenada… nos tiró a todos para adelante, las puteadas que se llevó… 700 mts tenía la pista, y él necesitaba 1300 mts. O sea que ya de antes venía poniendo en reversa los motores para frenar la velocidad.

Lo querían matar, tirarle con los cascos. Tengo la foto de cuando bajo del avión… y bueno, está la plancha de acero, de aluminio… El aeropuerto se había hecho con planchas de aluminio, que son de aeronaves… entonces aterriza el avión, todos bajamos. Y yo bajo con el casquete arriba…  a la miércoles los casquetes con el viento…. Soplaba a 80 km. Casi nos vuela la escotilla… así bajamos con los maletines, los bolsos, las radios colgadas, a ver qué hacemos. Bueno, ahí nos mandaron a unos cinco km más o menos, a dos km había como unos galpones y ahí te hacían ir en el momento para que al otro día te dijeran a qué lugar ibas. Como nosotros teníamos el jefe mas antiguo de la compañía, y se maneja todo por antigüedad… a nosotros nos toca la retaguardia del pueblo. Entonces teníamos el pueblo, la antiaérea, la antiaérea de las Fuerzas Aérea y nosotros. Y adelante la 35 mm. La antiaérea que era muy grande… para hacer los pozos, qué manera de sufrir… sabés lo que es “el pepe”? Es un colchón de raíces, algo verdoso arriba, con tierra seca, una capa muy pequeña que parece ser de tierra arenosa, y abajo arcilla. Eso concentra 45% de agua… nosotros teníamos que hacer un pozo para el puesto de comando, el más grande… Teníamos que meter las armas, las radios, así que el pozo imaginate, todo tapado de piedras… había que esconderse pero a su vez tenías que tener una mirilla: lo hicimos todo con durmientes de ferrocarril. Tenés que usarlos para afirmar el piso, para que puedan pasar los camiones, así que habremos estado tres días haciendo pozos. Y para que drenara el agua hicimos como una posición de emergencia más profunda, de casi dos metros y medio sobre el lado izquierdo final así el agua buscaba para drenar por aquel lado… así que en uno de los sacudones que nos pegaron los ingleses nos tuvimos que mandar al agua los cuatro.

SE: El agua congelada obvio

RG: El tema era después salir. Pero fue uno de los últimos días eso. Habían detectado uno de los cañones grandes.

SE: Ustedes están ahí… y?

RG: Y de ahí estuvimos acampando en el lugar haciendo reconocimiento, vuelos de formaciones, en caso  de emergencia ver como trasladábamos la compañía, ver los campos minados. Nosotros estábamos a un km del mar entonces había que ver quién llegaba a la costa y de cómo la cía. se iba a desplazar con nosotros… Había que hacer una tarea pero también había que ver los campos minados, que es uno de los grandes problemas. Yo tenía un compañero que por ir a hacer un relevamiento pisó una mina y le explotó en las piernas, que está en Mar del Plata. Cuando veías dónde había una, no podías poner un palito para avisar… porque si no tenías que adivinar dónde estaba el palito… no, tenías que traer gente que te ayudara… así que ese fue uno de los grandes problemas con que nos encontramos… Y tuvimos problemas con el agua, porque no había, entonces teníamos que ir a buscar agua…

SE: Cómo hacían con la comida?

RG: Bueno, la comida se le sacaba a las reservas que había en el lugar: gallinas, pollos, corderos, no se les robaba, estaban sueltos. Pero si el dueño iba a reclamarlas, se les pagaba…

SE: Y la comida del rancho cómo era?

RG: Había que ir a buscarla.. Había unos chicos… cada uno tenía su actividad. La gente del rancho eran  los que te tenían que abastecer. Era todo legumbres hervidas hechas puré. De hecho yo me intoxiqué con la comida y me tuvieron internado un día. No te digo que pasé hambre, porque estábamos cerca del pueblo.

SE: Pero tenían que ir caminando a buscarse la comida?

RG: Sí, igual estábamos cerca de todo, estábamos a 800 mts del pueblo. En el camino teníamos una cordobesa que estaba con un inglés de las islas. Entonces ella sacó una manguera de agua fuera de su propiedad para que no supiera el marido que entrabamos en su propiedad y desde la ventana  ella te veía y te abría la canilla para darte agua. Vos no podías ingresar al pueblo porque si te vestías de civil y te enganchaban, tenías un problema…Pero bueno, había periodistas y eso, siempre a alguien encontrabas, le pedías que te compren algo. Hasta ahora las mejores galletitas para el té que comí en mi vida fueron las inglesas. Son insuperables. Después bueno, íbamos al rancho, en las distracciones robábamos una bolsa de harina, una bolsa de azúcar, te las rebuscabas. Nos robamos del rancho lo que podíamos. Se armaban uso líos. Al teniente a cargo del rancho lo encontré  a los 20 años, y le digo: “Ud. no era el teniente que estaba a cargo del rancho?”… -“si, faaa, si nos hemos agarrado a trompadas con vos… vos debes ser del regimiento 3: fueron los únicos que venían y era patoterismo”. Nosotros teníamos cuatro conteiner llenos de mercadería antes de irnos. Y bueno, le sacábamos la comida, lo que podíamos, repartíamos entre todos.

Era un compromiso para el jefe darle de comer a los soldados. Entonces un día le dije: “bueno, hace dos días que estamos” y me dicen –“que podemos hacer?” –“Podemos ir a buscar unas vacas… dígale a fulano de tal» -y estaban los chicos que eran carniceros. Bueno, afilamos dos cuchillos grandes y yo justo ese día a la mañana me subo a un helicóptero, a hacer un reconocimiento de un lugar, y veo la caravana de vacas espectacular, están al lado del cerro, anda a saber a dónde se van. Porque claro, no hay comida para el animal, caminan mucho, por eso el animal es flaco. A lo mejor caminan 20km en el día, entonces consumen energía, entonces comen y la gastan. Voy y le digo “las vacas están en tal lado”, -“bueno, anda a buscarlas vos”. Y allá aparecieron como a las nueve con cuatro vacas locas. Vacas chicas. Muertos de sed y de hambre. Allá no se podía comer según lo que se decía, la parte intestinal…como que tenían triquinosis… Unos fideos con estofado nos hicimos, que no te imaginás. Igual yo no pasé hambre. A partir de este momento se complicaban las cosas. Puré de papa instantáneo en bolsas no llego mucho. Papilla verde, en bandejas, porque te mandaban las papas pero que las habían puesto en la calefacción para que maduren, porque si no, no llegaban. Así que papa, leche en polvo, agua y eso.

SE: Y ahí que pasa?

RG: Trajeron la artillería pesada, los Socma. Y bueno, había municiones antiaéreas que no llegaban a más de 6000 metros de altura donde los aviones pasaban, no podían llegar. Y bueno el cañón grande lo teníamos ahí a 800 metros. Para entrar a la isla el avión propio tenía que entrar por un sector. Este, que venía de combate, entra por otro lado, buscaba el mar porque se le habían trabado las municiones. No las quería largar, pero no quería caer en un terreno propio con las municiones puestas. Te imaginas cuando lo vimos, hasta que vimos la bandera amarilla. El avión llevaba una franja amarilla para saber que era tropa propia. Le disparamos, pero el tipo se alcanza a eyectar en el mar y el avión explota…

El que te dice que no tuvo miedo, no fue. Porque el tipo de 30 años ya tiene una familia conformada, y tenías que abandonar todo e irte para allá. Y bueno, llega el momento que llega nuestra hora, éramos la reserva del regimiento. Ya el 7 habíamos recibido una incursión, nos llega la hora de trasladar toda la compañía. A ayudar al regimiento 7ª que no lo superen los ingleses. Trasladamos morteros, artillería liviana, armas de mano y teníamos la batería marina muy próxima. Nos mandan a donde estaban los marines… la isla Soledad tiene una bahía chiquita y ahí estaban los marines, y nosotros teníamos que traer el arma de donde estaba el pueblo a ese sector arriba del todo. Te imaginás, 14 o 15 km con todo a cuesta. Y robarte algún vehículo para llevar las municiones allá. Toda la compañía estaba medio acostumbrada a ser medio animal. Hasta tuve que llevar un herido a un hospital a ver lo que tenía porque le había explotado una mina cerca de la cabeza, no estaba grave pero tenía todo hecho pelota. Los oídos, las orejas, la vista porque el polvo que levanta te pega en la cara…  Y bueno, lo llevo y después tuve que salir a buscar a la compañía y no sabía dónde estaba. Entonces en el camino me cruzo a uno que volvía a buscar no se qué cosa, y me dijo dónde estaban y ahí llegué con las radios, las baterías recién cargadas. Y bueno, nos pusieron en una base… fue la primera vez que nevó, el 11 de junio.  Y nos acoplan a la compañía un mayor, pedazo de basura con un sargento ayudante. Como jefe de emplazamiento en el frente, como que mi jefe tenía otro jefe. No se podían prender las luces ni nada porque estábamos con los ingleses ahí nomas. En la ladera del otro lado, el regimiento siete. Y en el camino que iba hasta arriba nuestro, toda la batería de infantería de marina. Y nos detectaban. Empezamos a resistir con la artillería nosotros, y en ese despiole, porque ya habían entrado en San Carlos, venían los repliegues de los regimientos 4 y 12. Sin armas, imaginate nueve o diez de la noche, venían corriendo, nosotros pensábamos que eran ingleses: la barrida que se comieron. Así que acoplamos como 40 tipos de ellos para que nos ayuden a trasladar las cosas porque ellos no tenían armas. O sea, si tenías la compañía y la infantería en el frente no te la regalaban… para colmo éramos jóvenes.

En el despelote una sección llega primero al río, llega el regimiento 7, la otra no porque se encuentra con los ingleses. La compañía de apoyo queda aislada más allá, así que teníamos la compañía 5 y nosotros en el medio, cuando vieron la radio…

SE: Claro, porque la radio te botonea…

RG: Teníamos una antena como de 13 mts de altura. Salimos corriendo y había pozos de zorro (trinchera llena de agua) y el agua nos llegaba hasta acá (señala el pecho)… me mandé de cabeza y me metí con el agua hasta el pecho. Y bueno, los tres tiros que eran para mí se los dieron a otro chico en el brazo. A un teniente que iba delante nuestro corriendo con su compañía, le metieron un tiro en el brazo también. Fuimos 26 heridos, cuatro fallecidos…

SE: Qué hora era?

RG: Dos y pico de la mañana. Empezó a las diez de la noche y así y todo los hicimos. Lo que te queda grabado es el grito del compañero. Aparte vos vas y si te dieron en el pecho, o en el estómago, ya está, te morís. Y le podes decir “quedate tranquilo, ya viene el médico”… pero si te dieron en el pulmón, por ejemplo, duras quince minutos nada más. Ponele morfina y que sea lo que Dios quiera. Después de los tres tiros en el brazo a uno de los nuestros… por suerte no en el brazo concreto, sino un roce, que no lo lastimaron mucho. Empieza a sangrar mucho, torniquete y que retroceda para el lado de los médicos, los médicos estaban por allá. Los que estaban adelante logran que los ingleses retrocedan. Porque se quedaban sin municiones los ingleses. Porque disparaban a mansalva y se iban. Bajaban la gente y levantaban lo que habían dejado. Tenían una fuerza de choque rápida. Y se retiraban. Cuando les localizamos los helicópteros, no se podían mover. Los militares de infantería de ellos, se daban por perdidos…Si hubiéramos logrado que la Argentina siguiera tirando, ellos estaban perdidos… nosotros pensamos que habíamos perdido el combate… es más, pensábamos que eran todos comando, expertos, no soldados… yo no lo podía creer. El regimiento 7 lo tuvieron complicado porque se les metieron del lado de atrás. Entonces no podes, menos en una ladera. Entre nosotros y ellos lograron que se fueran… no duró mucho. Seis horas nada más. Te estás moviendo constantemente.

SE: Cuánto tiempo así?

RG: 40 horas…era interminable. Llegó un momento en que tuvimos que tirar la bengala amarilla para que ver qué había y ahí nos queda una compañía que iba también adelante, bajaron solo dos secciones, con 38 o 40 soldados. A todo esto había que buscar a los heridos, y a los muertos, porque los muertos no se dejan. Y reagruparnos. Y acovacharse porque vinieron helicópteros para tirarnos. Llegamos al pueblo después de muchas horas.

De 224 que habíamos llegado arriba, tenía 79. El capitán estaba loco. Bueno, se agrupan dos o tres por un soldado muy querido por nosotros que es el único que se puede acoplar siempre a las reuniones con nosotros, Villegas, el soldado que lo van a buscar y pide que lo dejen morir. Se reagrupan sin armas, sin todo el arsenal. Lo fueron a buscar y él estaba bastante herido, tenía un tiro en la ingle y otro en la mano que cuando fue a agarrar el fusil un inglés le pega un tiro. Que a los años lo conoció. No lo quiso matar porque ya estaba herido “Te dejo herido, porque el que viene atrás te tiene que asistir”. Es típico. Y bueno, de ahí al pueblo a organizar todo y nos cruzamos los ingleses armados, frente a frente. En el pueblo. Yo tenía la pistola y el fal cruzado en la espalda. Con los ingleses caminando la isla. Cuando se dio el alto al fuego, la rendición, nosotros caminábamos con los fusiles apuntando para abajo, allá se apunta para abajo y la pistola adentro del bolsillo, y te saludaba y todo. Lo triste son los que me llevaron al aeropuerto…

SE: Cuándo lo tienen de rehén?

RG: Bueno, viene la hora de la rendición, que no estábamos muy seguros nosotros, como que todo estaba muy tomado de los pelos. Y bueno, llega la hora de la rendición y teníamos que reagrupar a los nuestros, que ellos supieran donde estábamos. Entonces dejábamos una posta a la entrada del pueblo de soldados: «vos quedate acá, vos acá», y así “por si viene alguien, direccionalo atrás del hospital”. Porque así nos juntábamos todos. En un momento vienen 4 o 5 compañeros llorando… «qué pasó?» les pregunto. «A un compañero le cortaron las piernas sin que fuera necesario. Porque tenía un poco de congelamiento, no uno tan profundo».

SE: Tenían contacto con las familias?

RG: No, el tema fue cuando llegamos al cuartel. Llega la rendición, te mandaban al aeropuerto, en el aeropuerto te desarmaban. Llegamos al aeropuerto, le desarmaron todas las planchas de aluminio de la pista y ahí creo que nos dimos cuenta de la magnitud de lo que habíamos pasado… Ahí vi el aeropuerto hecho pelota. Yo en el terreno no me daba cuenta, no veía las dimensiones… le pegaron duro.

Después viene el camión que era la ambulancia, entonces me dicen: «por qué no te vas con la ambulancia y alguno más a ver si tenemos algún herido o alguno dando vuelta por ahí?». Ahí encontré un chico muerto, no sabía cómo identificarlo, le saqué las pertenencias… Y me dicen “bueno, tenelo y vamos a ver cómo podemos hacer ahora, de vuelta para allá”. Por suerte habíamos encontrado las pertenencias. Rescaté eso y a la noche, como a las 3 o 4 se corría la bolilla de que había que ir al pueblo, y al llegar de noche, había que ir a alguna casa… Había algo de comida en el freezer y a la mañana, sí, caminás por arriba porque lo que se hacía era tirar todo en la calle para que los camiones de ellos no pudieran pasar. Hay fotos en que las calles están llena de bolsos de equipaje. Entonces evitábamos que se cruzaran con nosotros. Y bueno, nos cargaron en una barcaza de prefectura y de ahí al Canberra. Llegamos ahí y nos instalamos, teníamos a este chico que era concertista de piano. Nos entraron por el lateral del buque que justo estaba en la cocina, y de ahí nos mandan a un salón de fiestas del Canberra, que era un transatlántico. Entonces estábamos todos sentaditos. El jefe de la compañía, cuando nos separan, me dice que le dijera a un suboficial que se hiciera cargo de la gente, que estaba a cargo de la compañía. Porque a mí me llevaban a otro lado, ahí nos llevaron a otro lado, y nos quedamos con algunos suboficiales y estábamos todos sentados y el pibe este se levanta. Se sentó en el piano, se acomodó en la butaca, levantó la tapa y se puso a tocar el himno… nos paramos. Éramos prisioneros, ellos estaban sobre mesas y escritorios con las armas, deben haber pensado que  nos sublevábamos. Empezaron a los gritos, y el pibe siguió tocando, les dijo en inglés que ese era el himno argentino, y que para que dejara de tocarlo iban a tener que matarlo. Siguió… hasta que terminó. Cuando terminamos sabés cómo lo levantaron… Y todos empezaron a pedir que no, que por favor… se lo llevaron y quedamos ahí… Yo fui a un salón, no sacaban a caminar por la cubierta, dos veces por día… Igual estuvimos poco, menos de 45 horas. Y después el tema era que el buque no podía con los encalados bajos, entonces en Gallegos tuvo que ir a Puerto Madryn, porque ahí si entraba el encalado, y ahí nos bajamos, nos fuimos a comer a una panadería. A la señora de la panadería la encontramos muchos años después en una manifestación ahí en Buenos Aires. Y ahí a Trelew en camión y en colectivo.

A todo esto ya no tenemos más contacto con la isla. Pero yo estuve en contacto con mis padres todo el tiempo, por telegramas. Hasta el 9 de junio estuve en contacto con mi familia porque mandábamos telegramas: “hola pa, estamos bien», y listo, nada más. Hasta el nueve de junio, de ahí en más no hubo más contacto y la última carta de mi papá creo que la recibí ese día, que fue la que yo leí en la escuela polivalente. Como siempre soy el más jetón, porque trabajo en la escuela secundaria. Y fuimos ahí y como los chicos habían hecho un trabajo muy lindo… transcribí una carta de mi papá, un tipo rústico, que estudió hasta sexto grado, trabajó en el campo, hizo la colimba hasta los 20 y después se fue a vivir a la ciudad. Se casó con mi vieja… es un tipo muy áspero en el sentido que no te va a demostrar mucho… Y transcribimos esa carta donde me pone cosas… entonces, primero les hablo de esto, que era un tipo áspero, poco sentimental, y que era la última carta que yo recibía… y se me dio por leerla. Cuando levanté la vista… la directora se desmayaba… levanto la vista y estaban todos llorando.

Llegamos a Palomar y nos reciben en la escuela de suboficiales, la sargento Cabral. Cuatro y pico de la mañana, nos llevan al comedor: asado con papas. No teníamos tanto hambre, porque ya habíamos comido bastante en el camino. Nos fuimos a las duchas y después a dormir. A las diez de la mañana vinieron para que nos levantáramos, pero imaginate, levantarnos ahí a las diez de la mañana no existía… Y ahí empieza la comunicación para ver a la familia y en ese momento en mi caso y en varios casos, te venían a buscar para tomarte declaración, y que te daban el pedido de confidencialidad de lo que había pasado. Que si no… pero en ese momento la situación que se vivía era otra… y bueno, era domingo 20 de junio, día del padre. Todos re calientes que no podían irse a la miércoles, todos vestidos de verde, con ropa nueva pero de verde, y empezaron a venir los familiares, éramos muchos.

Veo a mi primo y me dice que mi tío está loco, no quería venir porque se iba a meter con camión e iba a romper todo. Trabajaba para un abastecedor del ejército que mandaba leche en polvo, queso y dulce, y le robaron dos camiones con chasis y acoplado, por eso llegaba la mercadería de mi padrino pero le robaron los camiones nuevos, Mercedes Benz.

SE: A vos te había llegado la mercadería que te mandaban tu familia?

RG: No, una sola de catorce. Esa es una de las cuestiones que tengo con la gente del sur. El cuartel estaba lleno de comida… Rescaté una sola, porque las cargaban en el aeropuerto y las repartían pero… recibí una sola encomienda a los 25 o 30 días…

SE: Quién se las quedaba?

RG: Se perdían en el sur

SE: Qué es “el sur”?

RG: La gente que estaba en los aeropuertos y eso…decían “se cayeron, las perdieron, no las cargaron…”

SE: Y tu tío entonces?

RG: Bueno, nos fuimos de ahí al cuartel. Llegamos ahí y estaban los familiares que habían ido a buscarnos. La cantidad de gente que había buscando gente… familia tal, familia tal… Sabés lo que fue caminar trescientos metros al lado de personas que eran familiares de fallecidos? Yo les decía que los dejaban para lo último porque les tenían que dar unas informaciones, que los habían mandado a buscar porque estaban heridos… cómo decirles? En un sector estaban los padres de los heridos que estaban para ver cuándo podían ir a verlos, dónde estaban, cuándo iban a llegar al continente… y en otro lado había una oficina preparada para los fallecidos, donde entraban de a uno. Los hacían salir por otro lado… uno se comió una piña del capitán. No te imaginás lo que fue eso… después teníamos uno que lo martirizó al jefe porque no tomaba unas pastillas y terminó denunciado por abuso de derechos humanos en la isla y no le podíamos hacer entender que no era abuso humano… pero era porque le tenía bronca…

Me voy a la casa de mi abuela y salimos al rato, como a las ocho de la noche y tenía que volver al otro día. La nona era de fierro, no un fierro, dos fierros, mi abuelo había estado en las dos guerras mundiales… imaginate la casa de ella, casa antigua: empedrada, galería y galpón atrás… entrabas en 1890… Yo venía vestido de verde, bombacha, borceguíes, camisa, todo, hasta con el casquito. No podía caminar bien. Mi abuela estaba en la galería de espaldas, escuchando la novela, no la miraba, la escuchaba. Me le paro atrás y le digo: “ya no hace tanto frío nona, para usar manta”-“ Pero no ves que yo dije que no te iban a matar! “ grita y me abraza-

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