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Entrevista de la Secretaría de Extensión de UNICEN (SE) a Elena Haydee Almada (EA), madre de Mario Lucero (VTGM).

SE: Elena, ¿se acuerda cuando empezó a escuchar hablar de Malvinas, de la guerra de Malvinas en la Argentina? ¿Dónde estaba usted? ¿Qué edad tenía?

EA: Mario tenía 18 años. Yo no tengo ni idea de cuánto tenía, pero era joven. Sí.

SE: ¿Y dónde vivía?

EA: Vivía en un pueblo. Los Cóndores y luego nos vinimos a vivir a Córdoba.

Y bueno, fue cuando Mario entró a la Fuerza Aérea y entonces ahí les informaron, ¿no? Eso, sí. Nos informaron nada a nosotros, no nos informaron nada que los llevaban a… No, porque fue de un día para otro.

Nosotros íbamos los domingos a verlo a la Escuela de Suboficiales de Córdoba. Él salía todos los sábados y volvía los domingos. Iba a visitar a la familia.

Estaban toda la semana adentro en la formación de la Fuerza Aérea. En la escuela de Córdoba. Y los fines de semana les daban permiso para ir a visitar a la familia.

SE:  Los Cóndores es cerquita de donde estaba la Fuerza Aérea?

EA: No, porque… En Córdoba era como 60, 70 kilómetros. Y a veces no lo dejaban salir, y bueno, íbamos nosotros.

¿Usted estaba casada? ¿Tenía marido en ese momento? Sí, sí, sí. ¿Así que iban todos en familia a visitarlo o iban los papás solos? No, no, sí, porque las chicas eran chiquitas. ¿Querían todas ir a ver? Sí.

Y entonces…después, ese día no vino. Ya enseguida decían, porque no solamente él estaba ahí, eran otros Sí, creíamos que había estado castigado, algo así. Claro, porque no se informa mucho la familia en general de lo que sucede adentro.

SE: ¿Y qué se empieza a hablar en el pueblo? ¿Te acordás?

EA: Bueno… Todos estábamos iguales. Nadie sabía nada porque… Nadie sabía nada.

Era como un rumrum de que había una guerra en Malvinas nada más.

Y después ya cuando… cuando ya faltó, empezaron a preguntar, a ir a la escuela, a ver qué pasaba, a dónde estaban los chicos, todo eso.

SE: ¿Y les respondían?

EA:  Nadie, nadie decía nada. No respondían nada. No. Ni nos atendían.

Así que bueno. Y después no enterábamos por lo que decía la radio, la televisión, el diario. Mirá, era estar pendiente de eso todo el tiempo. Sí, sí.

SE: ¿Y cuándo tienen la primera comunicación con Mario?

EA: Nunca.

SE: ¿Nunca, nunca hasta que volvió?

EA: Nunca, no.

SE: ¿Qué pensaba en ese momento?

EA: Tenía miedo. Que no volviera nunca más (se emociona). Ese era el miedo. Y sin comunicación, como entregarse, viste, a la radio.

Pero nadie sabía nada. Por más que fueran y preguntaran

SE: ¿Y entre las mamás se juntaban, hablaban entre las otras madres de si tenían información o nada?

EA: No, no. Yo contaba eso ayer. No era común eso. No, no, no. Que las mujeres fueran a visitarse, a saber, viste, a pasarse información.

Nadie decía nada. A no ser el diariero, que él iba… y nos decía que sí, que ya iba a terminar, que… ya tenían la tenían ganada a la isla, qué sé yo, qué sé cuál.

SE: Así que nada, nada, nada hasta que vuelve. Ni teléfono, ni telegrama, ni carta, ni nada de nada.

EA: No, no, no. Ellos, los chicos habían escrito contando de que los habían llevado a las Malvinas. Pero se las retuvieron a las cartas.

SE: ¿Y se enteró de la rendición también por los diarios?

EA: Y ahí empecé a esperar que llegara. Sin saber nada. Era terrible. No solamente yo, todas las mamás, todos, todos habrán sido igual que yo.

Yo soñaba que me llamaba, que… me decía cosas. Pero… pues… yo… no dormía, no comía, porque sentía que me llamaba. Quería estar despierta, atenta, para por su llamada.

Entonces ahí nomás me levantaba, me levantaba, abría la puerta del frente y lo buscaba y no estaba.  Y así como yo, toda la gente, todos que tenían un hijo y que lo habían llevado y nadie sabía nada, ni ellos sabían.

SE: ¿Y cuánto pasa desde que se entera que Argentina se rinde hasta que vuelve Mario a su casa?

EA: Y.… como un mes, ¿no? Sí, bueno, un mes. Un mes sin saber si estaba vivo.

Y después, ya cuando vino, agarraron y le dijeron a los chicos que fueran a visitar a los padres.

SE: ¿Cómo fue el día que volvió?

EA: El padre… se iba a trabajar y llegó hasta Don Rogero. Una cuadra. Y él venía. Se encontraron en la calle. Con el papá.

Entonces, yo estaba acostada y siento que se abre la puerta de la cocina. Entonces me levanté y digo, si el papá de Mario, si ya se había ido, ¿quién es el que entra? Bueno, y era él. Era él que venía.

Fue terrible. Terrible, porque… no sabía si estaba contenta o sentir todas las cosas que… que les había pasado. La preocupación.

SE: ¿Qué le dijo Mario?

EA: Yo creo que no me dijo nada. Era llorar y abrazarse

Ya el padre…ya lo había palpado. Sí, por todos lados. Primero en la calle. A ver si estaba completo.

Bueno, y así. Fue muy triste. Y estuvimos muy contentos porque le dieron unos días.

Él no quería decir nada. No contaba nada. No podíamos decir mucho porque era…para él era revivir. Hacíamos como que no hubiera pasado nada, para que se sintiera mejor, para que se olvidara.

SE: ¿Lo encontraste distinto?

EA: Flaco estaba. Estaba delgadísimo, volvió flaquísimo. Sí, porque había días que no comían.

SE: Asique le cocinaste un montón…

EA: Claro, sí. Sí, sí, sí, sí. Sí. Pero bueno era no preguntar. Mirar. Era una cosa que no podía ni creer. Ni creer. Fue dificilísimo. No solamente para mí, sino para todas las mamás.

Yo no quería a nadie que fuera a visitarlo. Y bueno, pero nadie decía nada, ni las hermanitas querían ir a la escuela. Nadie quería moverse. Y no entró casi nadie a la casa.

SE: ¿Y cuándo se tuvo que ir, volver a la Fuerza Aérea, cómo fue?

EA: Y bueno, después nosotros lo acompañamos hasta la puerta. A ver qué pasaba. No solamente nosotros, todas las mamás.

SE: ¿Tenían miedo de que otra vez no volvieran?

EA: No, porque sabíamos que ya todo había terminado.

SE:  Mario está en Tandil ¿te acordás cómo fue cuando le dieron el pase?

¿Conocías, sabías algo de Tandil o no conocías nada?

EA: No, no, no. Yo me crié y siempre estuve en el mismo lugar, con mi madre y mis hermanos.

SE: ¿Y las primeras veces cómo fueron? ¿Volvió él al pueblo o ustedes vinieron a Tandil?

EA: No, es que no podíamos. Era un gastazo. Antes era peor, era más imposible. No era común. No había la plata. La plata valía, pero nosotros no teníamos.

Si nos comunicábamos con cartas, que llegaban más o menos una vez al mes. Y nos visitaba una vez al año.

Y después juntábamos un dinero y hablábamos por teléfono, pero teníamos que ir a la cabina, claro.

Muchos años después, ya veníamos. Con mi marido. Con las chicas.

SE: ¿Qué te pareció el documental de Elma?

EA: Ay, hermoso. Muchas cosas. Muchos recuerdos.

SE: muchas gracias Elena.