Consumir productos y servicios elaborados por emprendedores, productores y cooperativas de nuestra ciudad, evita los costos asociados al transporte, construimos mercados de proximidad e indirectamente ahorramos energía y cuidamos el medio ambiente.
Los productos de la economía social y solidaria no generan acumulación privada de excedentes, es decir, no tienen ganancias empresariales. De esta manera, pagamos más componente de trabajo que especulación e intermediarios; el dinero se queda en la ciudad, no se va fuera del país ni al sistema financiero; fortalecemos nuestros entramados productivos comunitarios y los espacios de participación social.
Por todo esto, decimos que el comprador se convierte en “CONSUMIDOR RESPONSABLE”: al apoyar a los emprendedores se compromete fuertemente con su comunidad, propiciando que esos ingresos se reinviertan en la ciudad.
Invitamos a todos a formularnos estas breves preguntas antes de realizar una compra: ¿es lo mismo que los productos que consumimos sean realizados bajo relaciones equitativas, asociativas y cooperativas? ¿da igual que los productos sean elaborados cuidando el ambiente o no traigan carga residual de químicos? ¿acaso no importa si un producto de nuestro consumo diario es extremadamente barato porque trae consigo relaciones de explotación sobre centenares de personas o extremadamente caro porque hay un sector de la cadena que percibe una ganancia extraordinaria a costa de los pequeños productores?
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