Secretaría de Extensión (SE): María cómo llega tu familia a Argentina?
María Habjan (MH): mi familia llega como refugiados de la Cruz Roja, en el año 1948, saliendo de Eslovenia –en ese entonces Yugoslavia- bajo el mandato de Tito. Vinimos sin nada, sin conocer, sin idioma, sin familia. Después mi papá tuvo unas pequeñas referencias.
SE: quiénes vinieron?
MH: llegamos todos, toda mi familia. Mi mamá dijo “todos o nadie”. Vinimos 5: papá, mamá, mi hermana mayor (Ema, que es la mamá de Gabriela), mi hermano Pedro y yo. Yo tenía 4 años en ese momento, mi hermana estaba por cumplir 13 y mi hermano tenía 8 para 9.
SE: te acordás algo de ese viaje?
MH: puede ser por referencias, si. Me acuerdo del barco, un barco muy pequeño, una cáscara de nuez, que estaba transformado para pasajeros. Estábamos las mujeres y los niños en una sala; y los hombres en otra sala. Lo que sí, comíamos juntos. Esto igual puede ser más por referencia que por lo que yo me acuerdo. Un recuerdo muy vago tengo…de que había un salón muy grande, de que mi papá me hizo una hamaca ahí improvisada entre medio de las camas cuchetas. Las cuchetas estaban una al lado de la otra todo alrededor y en el medio una mesa larga donde se comía. Y bueno, había un perrito que venía con su pasaporte, su camita, todo completito. Y después los chicos, entre ellos yo, lo paseábamos por cubierta. Era el entretenimiento del momento (risas).
SE: cuántos días duró ese viaje?
MH: por referencia deben de haber sido 20 a 25 días. Pero no tengo malos recuerdos de eso.
SE: por qué se vinieron?
MH: por la situación económica, por la guerra. La guerra había terminado, ya en el 48’ no había guerra, no había más problemas bélicos. Pero si había problemas laborales, problemas escolares. Uno no era libre de profesar su fé, no era libre de hablar, de conseguir un empleo. Había mucha demanda y mucha pobreza. Y mis papás no tenían habitación propia o casa propia. Mi papá trabajó en la casa de mi abuela materna, pero cuando regresa su hijo –el heredero de la finca, por decirlo de alguna manera- que era el varón de la familia, nos tuvimos que ir. Mi papá…era como un empleado podemos decir. Entonces él buscó otras cosas en Italia, pero tampoco se le dió. En Trieste, porque estábamos muy cerca de la frontera.
SE: a qué se dedicaba tu papá?
MH: mi papá era comerciante y tenía la profesión de carnicero profesional, porque él trabajaba la carne a nivel encurtidos y chacinados. Si bien siempre lo hizo en forma particular, él tenía una escuela de base.
SE: y de Argentina qué sabían? Teníamos información de este país?
MH: si teníamos. Porque al ser refugiados de la Cruz Roja podíamos llevar nuestras cosas personales. Entonces sí, vinimos con baúles, con la ropa de casa, la ropa de cama, la ropa personal. También cosas de valor, para nosotros, porque oro ni plata teníamos asique no trajimos. Trajimos cosas de la familia, como manteles, y muchos libros (en mi casa se leía mucho).
SE: qué significaba ser refugiados de la cruz roja? Quienes eran refugiados de la cruz roja?
MH: no sabría decirte. En casa eso no lo hemos hablado demasiado nunca. Sé que era más fácil venir así, con un pedido de naciones. O sea, que Argentina, Estados Unidos, Canadá, Australia: vos podías elegir todos esos lugares. Y mis papás eligieron Argentina, o se dio, Argentina. Pero no sabían nada de Argentina, ni dónde quedaba.
SE: cómo fue cuando llegaron a Buenos Aires?
MH: llegamos a Buenos Aires, al Hotel de Inmigrantes de ese momento. Pero tengo muy pocas referencias de ahí, muy pocas. Sé que estuvimos en salas comunes, todos juntos, uno al ladito del otro. Poco espacio para la familia, para la intimidad nada. Y sí, que mi papá salió a buscar empleo pero no consiguió lo que él quería. Como que se le cerraron todas las puertas. Y que ahí se hicieron todos los documentos para poder vivir en Argentina.
SE: cuánto tiempo estuvieron allí?
MH: 7 días creo…tal vez 10. Después cuando ya prácticamente estaba desahuciado porque no conseguía trabajo y tenía una familia numerosa. 3 hijos era una familia numerosas entonces no conseguía empleo, muchas veces por eso. Y ahí se entera por gente que vino con nosotros en el barco y por charlas entre hombres, de que algunos se iban al sur, a Bariloche. Y que salían en “el próximo tren”. El próximo tren era al día siguiente y entonces le dice a mi mamá “bueno, acá para mí no hay nada. Vámonos, hay conocidos que se van a Bariloche. El próximo tren sale mañana. Qué hacemos?”. Y mi mamá le dice:- “VAMOS” (se ríe). Ya la decisión estaba tomada. Juntaron los bártulos y al día siguiente a la Estación. Llegamos a último momento (eso yo no lo recuerdo pero me lo han contado) por lo que quedaron todos nuestros enseres y baúles ahí. Lo único que pudimos llevar en ese momento fueron las valijas de mano (algunas, porque traíamos bastantes cosas). Quedo todo en el andén, porque no lo alcanzaron a subir al tren. Entonces el tren empezó a moverse y nuestros bártulos estaban todos en el andén. Los dejamos ahí con la promesa de que en el próximo tren, nos los iban a subir. Y bueno…como va habíamos perdido tanto…perder un poco más…ya no nos daba angustia. Había otras cosas más importantes.
Y bueno, llegamos a Bariloche después de 2 días de viaje. En esos trenes de Argentina, duros, en segunda clase, con banco de madera. Me acuerdo que yo dormía en el piso, porque era más cómodo el piso que el banco. A parte, con 4 años me podía escabullir en cualquier rinconcito. Y bueno, llegamos a Bariloche, que nos impactó a todos. Nos impresionó por su aire puro, su belleza, su inmensidad, ese lago…que nos recibió y es tan bonito. Era una bendición.
Cuando llegamos a la Estación, mi papá se encuentra –milagros siempre hay- con una camioneta que dice “fiambrería alemana”. Mi papá sabía alemán, italiano, croata y después aprendió el castellano. Entonces se acerca una persona de mediana edad, un hombre, y mi papá le pregunta en alemán, a quién esperaba, entablando una conversación. Y ese señor, estaba esperando a una familia que el Hotel de Inmigrantes le iba a mandar. Porque él tenía un comercio en pleno centro de la ciudad de Bariloche y necesitaba personas para empleados. Y bueno, charla va, charla viene, le dice “estoy esperando una familia, uds no son, pero si en una semana no llega esa familia que me tienen que mandar, preséntese en mi negocio”. Y bueno, tal cual, en el próximo tren no llegó esa familia, en el próximo tampoco, o sea que la providencia de Dios era que éramos nosotros la familia que teníamos que llegar, que él estaba esperando, sin esperar.
Después mi papá se presentó nuevamente con él y le dice “traiga a su familia que la quiero conocer”. Asique nos vestimos de fiesta y nos fuimos caminando hasta el centro, que eran casi 2 km (porque nosotros recalamos más hacia la zona del Mireco, que es a la entrada de Bariloche). No conocíamos nada ni hablábamos nada todavía. Asique fuimos, nos presentamos, y esta persona –que era un alemán- milagros hay. Hay gente buena en todos lados. Dijo “bueno vengan, tienen vivienda”
SE: y uds donde se quedaron esa primera semana en Bariloche?
MH: en un ranchito a la vera del lago.
Asique era trabajo para mi papá, con sueldo, y trabajo para mi mamá. Ella tenía que hacer como una especie de ama de casa, limpiarle su departamento. Estuvimos 9 meses ahí. Fue una gran alegría ese trabajo. Y en ese interín llegaron nuestros bártulos, todos, no faltó nada. Recuperamos todo. Y transportamos todo eso a este departamento que era muy grande, porque era una casa importante en el centro de Bariloche, justo en frente del Banco Nación donde está Aerolíneas Argentinas. El dueño vivía abajo, en un departamento abajo y nosotros vivíamos en un departamento arriba. Pero era una departamento muy amplio, asique entraron todas nuestras cosas ahí.
Mi papá siguió tejiendo redes y con otros conocidos, eslovenos o yuguslavos en ese momento, Y un esloveno que había venido con nosotros en el barco, se estaba por independizar, armar un pequeño negocio y le ofrece a mi papá un espacio, porque donde él iba a alquilar era muy grande para él solo. Entonces le propone a mi papá “vos ocupa el otro espacio y hacé tus cosas, tus chacinados y trabajá la carne”. Y bueno mi papá se puso de acuerdo y entablamos una amistad, primero con él, después con toda su familia. Entonces se pusieron los dos juntos, en una casa que todavía estaba por terminarse, que estaba sin revocar. Todo primitivo si se quiere, porque faltaban muchas cosas. Pero bueno, mi papá aceptó eso y renunció al otro de la fiambrería alemana. Al suceder eso, también perdíamos la vivienda, lógico. Asique a buscar vivienda y gracias a Dios se consiguió una vivienda, que se pudo pagar un alquiler con el trabajo. Era un esfuerzo de todos, todos poníamos nuestro granito.
SE: trabaja toda la familia, no es cierto?
MH: si, ayudábamos. Se vivía de otra manera. Se cuidaba mucho, se reciclaba todo, no se tiraba nada. Todo se transformaba, la ropa pasaba de uno a otro.
Bueno, y fuimos a las escuelas de Bariloche. La Escuela primaria Nro 16, de la que tengo muy lindos recuerdos.
SE: te acordás cómo fue adaptarte al idioma, porque vos eras muy chiquita…
MH: pero cuando uno es pequeño, aprende en el momento. Ahí también al lado de dónde vivíamos, sobre la calle Mitre –Mitre y Villegas-, al lado había una familia que tenía una nena de mi misma edad. Entonces hicimos una amistad, que todavía perdura hoy, porque después hicimos la secundaria juntas. Ella era Argentina, asique jugando en el jardín, en un patio muy grande, con otros chicos, uno aprende facilísimo.
Y enseguida empecé el jardín, eso me acuerdo: me llevaron al jardín de la Escuela 16 y bueno, aprendí el idioma sin darme cuenta. El idioma no fue ningún inconveniente, ningún impedimento. Ni de que no sabía el idioma ni de que era extranjera.
SE: era normal en ese época, no? Había de distintos países en todos lados.
MH: Bariloche, tenía eso. El 80% o el 90% éramos inmigrantes. Todos de distintas nacionalidades. Muchísimos inmigrantes. Entonces había que integrar a esas personas a la vida de las ciudades, eso era inevitable. Y los chicos íbamos a la escuela, era lógico, no?.
SE: qué gran experiencia humana crecer con chicos de distintas culturas…
MH: si, éramos de todos lados: españoles, alemanes, croatas, italianos muchísimos. No se hacía diferencia, era algo normal que estaba en la vida. Así era tu vida diaria.
También recuerdo que en esa época tenía muchos maestros varones, después tuve también mujeres maestras. Pero de los docentes varones me quedó una linda experiencia. Tenían otra forma de tratar, muy cálidos. Y enseñaban todo, desde matemática, historia, geografía; era el maestro de grado. Teníamos, la verdad, una cultura muy amplia porque era muy buena escuela. Sigue siendo muy buena escuela. Y nos abrió mucho la mente.
SE: Y en esto de encontrarse con otros, cuándo empieza a armarse la Colectividad Eslovena en Bariloche?
MH: y enseguida se armó una colectividad. Porque no sé si éramos 10 familias o 5 familias, entonces enseguida empezamos a reunirnos, a encontrarnos, a compartir los domingos. Los domingos a la tarde sobre todo. Entonces empezaron a buscar un lugar, una pertenencia, y todos colaboramos de alguna manera: algunos con trabajo, otros con plata, de acuerdo a las posibilidades de cada uno.
Primero se alquiló un lugar. Había muchos hombres solteros, de entre 25 y 40 años. Y esos tenían más tiempo, si se quiere, entonces como que empujaban y consiguieron un lugar que se alquiló y después se fue formando la comunidad. Despacito nos fuimos integrando a esa comunidad.
SE: te acordás cómo eran esos domingos a la tarde, de encuentros de familias?
MH: tomábamos la merienda, té o café (mate no tomábamos) y pasábamos el rato. Los hombres jugaban mucho a las cartas, y las mujeres charlaban. Los chicos jugábamos. Era un momento de esparcimiento, de terturlia y de hablar esloveno. Había música, se hacían bailes, se festejaban los cumpleaños.
SE: qué instrumentos tocaban? Cuál son más usados en la música eslovena?
MH: el acordeón a piano, que no es el acordeón chiquito sino el grande. Había una señora que lo tocaba muy bien. Entonces enseguida, el pueblo esloveno es muy cantor. Hay dos que se encuentran y empiezan a cantar. Y el instrumento que acompañaba era el acordeón a piano.
SE: compartían alimentos típicos en esos té?
MH: si, si. Las mamás preparaban algo para compartir. Se llevaba Strudel, que es típico del centro europeo: Alemania, Austria, Hungría, Checoslovaquia, Polonia…todos hacen strudel. El italiano también lo hace, el italiano del norte especialmente. Y después la Potica, que es el pan dulce típico esloveno, que es figura central o importante en Pascua y en Navidad.
SE: qué tiene ese pan dulce, con qué se hace?
MH: es una masa fina, rica, de tipo pan, con levadura, que tiene un relleno que se va arrollando, como un rol. Lleva nueces, miel, crema, huevos. Es una masa muy rica con ese arrollado. Igual ahora ya lo hacemos más argentinizado (se ríe), porque no a todo el mundo le gustan las nueces, ni a todos le gusta la avellana…ni a todos le gustan la amapola…Siempre se hizo con frutos secos en cantidad, como que la vedette era el relleno. Y ahora en cambio lo hacemos de chocolate (se ríe), porque a los chicos de hoy les gusta más el chocolate.
SE: y esa colectividad fue creciendo?
MH: si, creció mucho e incluso hoy sigue funcionando. Empezaron a pensar en escuela, y los chicos íbamos los sábados a Escuela Eslovena. Después yo fui maestra de esa Escuela. La idea era preservar el idioma, la cultura, para no olvidar la identidad nunca. Por eso cuando nos encontrábamos sólo hablábamos esloveno. Hoy las nuevas generaciones no lo hacen tan así, mezclan el idioma castellano con el esloveno. No tienen otra manera de hacerlo, ya vamos por la 5ta generación y el idioma perdura, les escuelas perduran, han salido muchos profesores universitarios de la colectividad eslovena. Han salido grandes cantantes, músicos, directores de orquesta, escritores, pedagogos, médicos, sacerdotes, de todo. Hay una cultura muy fuerte, especialmente en Buenos Aires, donde está el Centro Esloveno que nuclea a toda la Argentina. Está la “Casa Eslovena” que se hizo con el aporte de todos los eslovenos.
Después hay clubes eslovenos en varias localidades del país, desde Tandil trabajamos junto a Kamen con sede en Loma Negra Olavarría, además de Bariloche, en Mendoza, en Miramar, Chaco, Entre Ríos, Santa Fé y otras. Los clubes se manejan independientemente, promoviendo nuestra cultura, pero todos están todos comunicados, todos saben qué pasa en uno o qué pasa en otro. O si hay evento en uno o si hay evento en otro. Si llegan personalidades de Eslovenia o si hay algo importante a nivel nacional se informa. Tenemos nuestro embajador esloveno, que estuvo acá en Tandil.
SE: me decías que habías estudiado para maestra en Bariloche. Qué pasó después de la escuela?
MH: la vida en Bariloche fue muy linda para mí. Viví los mejores años allá. Estuve 26 años en Bariloche.
SE: asique algo… pasó en el medio?? (se ríen)
MH: pasaron muchas cosas. Yo me integré tanto a la comunidad eslovena como a la argentina. Y bueno, mis papás abrieron negocio, hicieron una casa propia y siempre estuve colaborando con ellos en el negocio.
Había un Mercado Municipal en ese momento –que ya no existe- y ahí teníamos un puesto chiquitito de 3 x 3, y ahí se vendían artículos de fiambrería como quesos, chacinados, encurtidos, y también algo de almacén como azúcar, huevos. Y yo colaboré en ese trabajo de los 8/9 años. Mi hermana se dedicó más a la casa, de la limpieza, la comida. Y mi hermano también colaboraba en las cosas más pesadas.
Después yo me recibí de Maestra Normal, en ese entonces era el título, el año 62’. Intenté trabajar en una suplencia, creo que fueron 2 o 3 suplencias en las escuelas de Bariloche, pero me necesitaban en mi casa. Sentía que me tenía que quedar colaborando con mis papás. Y de hecho lo hice, pospuse mi carrera para ayudar a la familia.
SE: Y después qué pasa?
MH: y después en el año 73’, aparece mi futuro esposo con su mamá. Se instalaron en mi casa, unos días, vacacionando.
SE: de dónde venían?
MH: mi esposo vivió unos años acá en Loma Negra, de Olavarría. Él también era esloveno, trabajaba en la fábrica de Loma Negra. Su papá trabajaba ahí y él vino con su mamá a los 14 años. No conoció a su papá antes de esa fecha, porque su papá se había venido primero. Después estalló la guerra, nació él y no hubo momento de poder encontrarse antes, hasta el año 52’ que vino a la Argentina.
Hasta entonces no teníamos conocimiento de que existía esa familia, no nos conocíamos. Lo que sí, la mamá de mi esposo conocía una amiga de Eslovenia, que había trabajado en la casa de mi abuela. Mi abuela tenía una casa muy grande y tenía una especie de restaurante, y esa amiga que era como una camarera. Y también había habitaciones para hospedar. Y esta persona, en charlas con mi futura suegra, le dijo “si alguna vez vas a Bariloche, sé que está esta familia Habjan, llevales mis saludos”. Y eso quedó en el aire, pero mi suegra se lo acordó. Entonces en una vez que se les dio la oportunidad…en esas cosas de la vida: porque estaba en Buenos Aires en una casa de eslovenos y le dice a su hijo “vamos a Bariloche” y el hijo le dice que tiene que ir a trabajar en 3 días y que no le da el tiempo. Pero ella insiste y se van a Villa Cacique –Barker- que ya estaban radicados ahí. Dejan la ropa de verano, agarran la ropa de invierno y se van a Bariloche.
Y bueno…buscan, buscan, buscan por referencia. Bariloche entonces era chiquitito, nos conocíamos la gran mayoría por los apellidos. Asique preguntando nos encuentran. Y llegan a mi casa. Gran sorpresa porque no nos conocíamos y había ese saludo de por medio, de la que conocida en común. Y llegan y se quedan en casa. Mi mamá por supuesto, les dijo en seguida que se quedaran.
SE: y ahí fue el flechazo? (se ríen)
MH: si, ahí fue el flechazo (se ríe). Ahí fue el flechazo porque se quedaron dos noches, y había que hacer algo. Por a ese joven –tenía 36 años casi- había que mostrarle Bariloche, y quién tenía que mostrarle Bariloche? Yo! (se ríe). Y ahí no pasó nada pero quedamos conociéndonos.
Y después llegó una carta de agradecimiento, que tardaba 15 días en llegar, que había que responder…y bueno la respuesta volvió (se ríe), y ahí empezaron las cartas.
SE: carta va, carta viene, hasta cuándo?
MH: hasta que nos tomamos unos días con mi mamá, íbamos a Villa Longa, a las Termas de Villa Longa, en auto, y llegamos a Villa Cacique –que tampoco conocíamos- y les caímos. Ellos no sabían, mi mamá dijo “ya que estamos cerca, a solo 400 km, pasamos a saludarlos”. Y ahí flechazo total (se ríe). Y ya dijimos “que hacemos con nosotros dos?”. Dejamos a las mamás en Villa Cacique y nos vinimos a Tandil, los dos solos, a conocer la ciudad, y empezamos a hablar de que podíamos casarnos. Lo concretamos, al año siguiente en el 74’ nos casamos.
Eso implicaba venir a vivir a Villa Cacique –Barker-. Para mí era un gran cambio, porque yo trabajaba con mi mamá en el negocio. Y bueno, cerramos el negocio, le dimos de baja. Mi mamá se dedicó a otra cosa y así me pude venir.
Mamá nos acompañó siempre, a la distancia y viniendo a visitarnos muchas veces. Conociendo a los nietos que nacieron acá.
SE: cuántos hijos tuvieron?
MH: 2, una mujer y un varón. Y en Villa Cacique estuvimos 14 años, tenemos recuerdos muy gratos de los años allá. Vivieron su infancia sin preocupación, en un lugar muy tranquilo, donde también todos nos conocíamos. Compartíamos el gimnasio, la cancha, el tenis, el patín, la biblioteca, la escuela.
SE: y retomaste la docencia?
MH: si, retomé un poco en la escuela secundaria Zarini, que va a cumplir 50 años. En esa escuela trabajé como preceptora, en dos o tres oportunidades. También una experiencia muy linda, con hombres y mujeres que iban a la escuela desde Tandil.
SE: y algo de esa cultura eslovena le pasaron a sus hijos?
MH: y…algo pasó. Claro, cuando mis chicos eran pequeños no sabían castellano. En casa hablábamos esloveno. Mi suegra, mi marido y yo hablábamos esloveno. Asi que ellos aprendieron el esloveno desde la cuna, y después aprendieron el castellano prácticamente en la escuela.
SE: qué cosas de “eslovenos” querías que tuvieran tus hijos?
MH: que tuvieran cultura de familia, que no perdieran la unión entre ellos. Que sigan cultivando esa amistad profunda, que no pierdan su identidad, porque son eslovenos y argentinos a la vez. Tiene sangre eslovena pura, pero son argentinos. Y mis nietos son argentinos, entonces uno no puede privarles de que tengan dos culturas. Que cultiven algo de la cultura eslovena, de una potica por ejemplo (se ríe), que aprecien el idioma, que les guste la música. Mis 3 nietas estudian música, estudian piano. Que sean amante de lo bello, de lo familiar. Que amen los libros, de hecho son escritoras algunas. Que se formen en los buenos habitos, amar la naturaleza y el deporte, mi único nieto también entrena, mis nietas hacen voley, kayakpolo, equitación y a todos nos une andar entre senderos, subir sierras y montañas…
Y mis hijos también, saben que son eslovenos. Saben que están un poquito solos en ese aspecto porque es difícil integrarse hoy en día, por motivos laborales, etc. Pero si hay algún evento muy importante ellos se unen.
SE: en algún momento volvieron a Eslovenia?
MH: si, yo pude volver a Eslovenia gracias a Dios. Primero con mi mamá, en el año 69’. Fuimos las dos, estuvimos unos cuantos meses en Eslovenia, visitando a los parientes, porque allá dejamos parientes.
SE: y se venían comunicando con ellos antes de ir?
MH: si, si. Mi mamá fue una gran escritora de cartas. Tardaban un mes a veces, para ir y volver. Asique las noticias siempre eran viejas (se ríe) pero eran noticias al fin, lindas de familia.
En Eslovenia visitamos a familia de mi mamá y mi papá. De mi papá teníamos más al este, noreste, más para el lado de Hungría. En cambio la de mi mamá más hacia el oeste, tirando hacia Italia. En ese momento no era una familia muy numerosa, pero ahora sí, son más.
Para mí fue como conocerla de nuevo, no me acordaba nada. Era ver por primera vez a mi abuela, que no la conocía, no me acordaba nada de ella. Conocer a mis tías, mis primos. Los abuelos ya habían fallecido. Fue muy lindo y fuerte el encuentro, sobre todo para mí mamá. Nos agasajaron, nos llevaron, nos hicieron conocer Eslovenia. Mi mamá tampoco conocía porque antes no viajaban tanto, se quedaban más en el pueblo.
Y cuando fuimos todavía había un régimen comunista, estaba Tito, y teníamos que cuidarnos un poco de lo que decíamos. Teníamos que presentarnos ante las autoridades cuando llegamos, como turistas, con pasaporte argentino y con eso no podían obligarnos a quedarnos. El pasaporte argentino era una protección. Nosotros acá ya habíamos aceptado y teníamos la ciudadanía argentina. Igual cada semana teníamos que presentarnos nuevamente al control. Todavía había muchas secuelas de la guerra y del régimen comunista tan fuerte y tan privativo de muchas cosas de la libertad. Asique si bien la estábamos pasando bien, también queríamos volvernos.
Hoy en día las condiciones han cambiado. Muchos jóvenes y muchas familias se han vuelto a radicar en Eslovenia. Incluso se han vuelto matrimonios grandes.
Por eso quiero agradecer tanto. En Argentina me siento muy bien. Me siento argentina. Tengo mi corazón esloveno (se emociona…) pero me siento argentina. Acá hice toda mi vida. Para mí fue todo positivo. Todo lo que recibí, lo que me dio esta tierra (se emociona…)…los hijos, los nietos…
SE: fuiste alguna otra vez a Eslovenia?
MH: si, volví con mi esposo. Un viaje muy bonito también, muy lindo. Y después volví con mi nieta mayor. La llevamos a conocer Eslovenia. Y después volví otra vez, que hice dos pasaditas a Eslovenia, cuando iba a otros lugares de Europa. Y voy a volver otra vez (se ríe), si Dios quiere.
Mi nieta mayor en este momento está viviendo en Praga. Ella se recibió de Ingeniera Industrial y recibió una beca de la Universidad de La Plata para perfeccionar su curriculum de ingeniera en una universidad de Eslovenia y así también para perfeccionar el idioma. Estuvo 4 meses en Eslovenia, y después viajó un poquito por Europa con sus compañeros que se recibieron juntos y después consiguió empleo en Praga. Asique está viviendo en Republica Checa, cerca de sus raices eslavas.
SE: muchas gracias María por esta entrevista, por esta historia que nos compartís. Tu testimonio es patrimonio cultural de la humanidad.