SE -: ¿Cómo es que llega esta familia dinamarquesa a Tandil?
“Porque mi papá, allá por el año ’22, se vino solo a la Argentina. Fue carrero, estuvo más o menos ocho años. Y un día dijo: me vuelvo a Dinamarca. Y se volvió a Dinamarca pensando ya en quedarse. La encontró a mi mamá en el año ‘30, se casaron. En el ‘31 nació mi hermano, en el ‘33 nací yo y en el ‘34 dijo mi papá: “Yo me vuelvo a la Argentina, consigo un trabajo y los vengo a buscar”.
SE -: ¿El motivo de volver a Argentina tiene que ver con mejorar la situación económica?
“Tenía que ver con la crisis que había en Europa del año treinta. Y también que la guerra estaba amenazando, ya más o menos se palpitaba que iba a pasar algo. Y en esa época el furor de venirse a América era Argentina. También Venezuela, pero a Venezuela fueron pocos daneses, y creo que de los que se fueron allá queda una sola familia que está todavía ahí”.
SE -: ¿Recuerda a su papá decir qué encontró de lindo acá en Argentina? ¿El clima? ¿La tierra?
“Mi papá encontró esa libertad que él quería, podía progresar. Allá era más pequeño todo y cuando ya había estado acá y volvió a Dinamarca lo encontró más pequeño todavía. Porque imaginate que Dinamarca entra cinco veces en la provincia de Buenos Aires, es un país muy pequeño”.
SE -: ¿Él tenía allá algún tipo de oficio?
“Era camionero allá. Pero no le gustaba, él tenía en mente otra cosa. Le gustó muchísimo toda la vida Argentina. Y además se adaptó muy bien”.
SE -: Cuando vino acá, ¿a qué se dedicó?
“Buscó trabajo en el campo como tractorista. Después le dieron para sembrar y fue aprendiendo todos los oficios en el campo, acá en lo de Anchorena a 40 km de acá, en la estancia Azucena”.
SE -: Incluso usted mostraba en la foto que aprendió a arar, después tuvo sus caballos.
“Sí, sí, toda esa vida que empieza de abajo y se va progresando y trabajando, nadie te dio nada”.
SE -: ¿Qué recuerdos tiene de haberse venido?
“De los dos años no tengo nada de recuerdos. Después yo volví a los 18 y estuve dos años allá trabajando en una embajada. Así que en realidad de cuando me vine no tengo recuerdos. Tengo solamente de los primeros años acá en Azucena, me acuerdo todo”.
SE -: ¿Cómo se manejaban aquí con el idioma?
“Enseguida aprendimos el castellano, pero sabíamos solamente el danés. Nunca tuvimos ningún problema, yo por lo menos nunca sentí que tenía problema. Además tuvimos una maestra en Azucena que la tuvieron mis hijos, mis sobrinos. Y siempre a caballo. Nunca me mudé adentro de la casilla. Porque papá terminaba un lote, -araba y sembraba un lote- y prendía el tractor y se iba a otro lote. Y nosotros nos mudábamos con la casilla. Mi hermano y yo siempre a caballo.
SE -: ¿Y su mamá se adaptó bien a Argentina?
“Sí, mi mamá, sí. Muy bien. Era cocinera para los peones. Al principio lo tenía que hacer en un brasero porque arriba la casilla era muy chica, era para nosotros.
SE -: ¿Y qué cocinaba? ¿Los peones eran argentinos o inmigrantes?
“Eran todos criollos. Muy buena gente. Lo peor para mamá era que la estancia nos daba las provisiones, todas las semanas. Y le daba tanta carne… Ella venía de Europa y estaba acostumbrada a un bifecito así por semana y decía: ‘¿Qué hago yo con toda esta carne?’. No le gustaba tirarla a los perros, pero aprendió entonces a darle más carne a la gente, estofado y eso… Pero lo tuvo que ir aprendiendo. Y mi papá iba a Azucena, buscaba las bolsas de galleta, las últimas estaban secas como una piedra (risas). Pero había que comerlas. Y después los sábados venía uno en un carrito que vendía frutas. Y eso en el campo era una vez por semana y había que comprar para toda la semana. Pero la estancia nos daba la carne y creo que tallarines y esas cosas, mientras que papá era peón. Cuando ya empezó por cuenta propia tuvo que arreglarse solo”.
SE -: ¿Recuerdan haber extrañado el contacto con la familia de Dinamarca?
“No, lo peor fueron los cinco años de guerra porque no te podías comunicar. Eso fue lo peor. Yo me acuerdo de mi papá con la radio, escuchando la BBC de Londres , porque él escuchaba de los aliados, eso me acuerdo, y si iban ganando entonces había alegría, y si no… Y las cartas te llegaban todas abiertas, censuradas, tachadas”.
SE -: ¿Y el correo cuándo se recibía?
“Uh… una carta quizás cada medio año”.
SE -: ¿Cuándo empiezan a encontrarse con otros daneses?
“Eso fue muy rápido, porque había otras familias que también habían llegado de Dinamarca.”
SE -: ¿Eran conocidos o se conocieron acá en Argentina?
“No, se conocieron acá, entonces se hacían grupos y se salía. Por ejemplo los domingos nos visitábamos y ellos venían a casa y eso. Después empezamos a venir acá a Tandil también a las fiestas y todo eso, pero pasaron unos años”.
SE -: ¿En esos encuentros se hablaba todo en danés?
“Sí, sí. Creo que es una cosa muy natural; en casa seguimos manteniendo el idioma porque mi hijo lo habla también y se mantuvo. Pero ahora ya se va perdiendo, desde ya. Es lógico”.
SE -: ¿Usted cuándo fue a Dinamarca?
“Yo conseguí trabajo en una embajada, a los 18 años, y estuve dos años allá.”
SE -: ¿Con qué se encontró?
“Era justo el destape, todo era libre, todo. Lo que está pasando o que ya ha pasado acá, lo viví yo allá en los años ‘52, ‘54, después de la guerra. Era una cosa que nosotros no nos hallábamos bien en ese sentido, porque veníamos de un país católico y después encontrarnos con esa libertad…”.
SE -: ¿Recuerdan que sus padres les contaran cosas de los abuelos?
“Ah, sí, claro. Porque siempre había contacto con la familia, no tanto durante la guerra, porque era muy difícil, pero sí después de la guerra. Y papá y mamá también fueron. Me acuerdo que cuando fueron en el año cincuenta era toda una novedad ir en avión. Y ellos viajaron en avión a las bodas de oro de mis abuelos; pero era toda una novedad. Yo lo hice en barco ida y vuelta, tardó 21 días hasta Génova y después de ahí me tomé un tren. Pero pasa rápido, es muy lindo el viaje en barco”.
SE -: ¿Existe alguna historia de las costumbres de sus abuelos que sus papás les hayan contado?
“No, porque en realidad nosotros vivíamos las costumbres de Dinamarca, seguimos con esas costumbres. Con el tiempo se va perdiendo, se va mezclando, pero los primeros años seguimos con las costumbres danesas, navidad era como lo festejaban en Dinamarca y lo seguimos haciendo hasta el día de hoy”.