congreso provincial de neuro universitario 2005 049 Secretaría de Extensión (SE): Qué edad tiene Elsa?

Elsa Levaggi (EL): 86 años

SE: ¿Se acuerda cuándo empieza a enterarse como ciudadana de que iba a haber una guerra de Malvinas?

EL: No, siempre nos mintieron, a todos, siempre nos mintieron. Yo viví una época muy feliz porque mi ilusión era que mi hijo estudiara una buena carrera. Él estaba en la adolescencia, mis padres habían fallecido, Ricardo tenía su familia, así que yo me sentía sola, muy sola. Con Marcelo éramos muy compañeros. Yo era empleada del Sanatorio de Tandil, me gustaba el trabajo, lo necesitaba también, así que hice muchas decisiones sola. Así que con mi Marcelo, nos veíamos de a ratos, estábamos juntos los dos. Él estudió en San José pero había que ir previendo con qué seguíamos. Con 14 años te imaginas que dejarlo en la calle, o cadete y ahí terminaba el estudio, entonces mirábamos juntos televisión, los francos lo disfrutábamos, en fin… muy compañeros. Entonces pasaban mucho en aquella época en la TV las propagandas de las escuelas militares, y bueno, a él le encantó la Armada. A mí también, porque yo le decía «mi gaviota blanca». Todavía en chiste él decía: «sabes mamá, a los de tierra se los llama «jabón en pan»» y yo le pregunté: «-por qué?», :»Verde, duro y cuadrado. A los de aeronáutica «panqueques», porque se daban vuelta en el aire en cualquier momento». «Y a Uds.?», «Ah no, a nosotros, «Gaviotas del mar»».  Y bueno, mirando había que decidirse. Acá no teníamos familiares, teníamos un matrimonio que se había criado conmigo, pero estaban en Temperley, lo cual fue un apoyo muy grande. Y elegimos la Marina. Había un doctor, Sócrates Murat, y en las guardias que compartíamos en el Sanatorio él bajaba y tomábamos el té, lo convidábamos, y él cantaba esas canciones melódicas, era muy bueno como persona también. Era médico del ejército, y fue el que me dijo “yo te voy a ayudar” así que él fue el que me consiguió todo. Marcelito, con lo buen alumno que siempre fue, terminó antes de los 15 el secundario, así que tenía 14 cuando se consiguió todo: fechas para ir a Mar del Plata, y yo por una compañera conseguí una pensión cerquita de la base donde tenía que rendir el examen físico y mental. Así fue que viajamos allá y lo dejé en la puerta del colegio, me fui a la pensión y me dijeron que para las seis de la tarde volviera a retirarlo, así hacíamos en el mismo día los dos, ya que no éramos de allá. Lo fui a buscar, ahí hablé y me dijeron que casi seguro que sí…» tiene muy buena base»-me dijeron, imagínese el orgullo de madre.

SE: Lo llevó a Mar del Plata con 14 años, qué valiente…

EL: Sí, pero la intuición de madre me ponía en un aprieto porque qué hago yo sola con él con 14 años, las cosas se empezaban a ver medio… pero a él le gustaba… Yo ahí vi mi tranquilidad, que lo formaran, que él estuviera contento, porque a él le gustaba el deporte, la natación, tenía locura, porque de chiquito lo hacía renegar al hermano, que lo llevaba al club… él tenía que estar en la pileta de los niños y se disparaba y tenía que estar en el trampolín.

SE: Siempre le gustó el agua…

EL: Siempre. Tiene medallas y trofeos que ha ganado ganando. La cuestión es que me dijeron que iban a mandarme los resultados, y más o menos a los 15 días tenía que presentarse. Dieron los datos, habían salido perfectos. Lo único tenía acá un sobrecolmillo en la boca. No hizo más que entrar que se lo sacaron. Ahí entramos en contacto con mi familia en Temperley y ellos dieron la dirección de ellos, así que todo le llegaba a ellos. Hasta que se fue haciendo y ahí fue a la Escuela de la Armada.

SE: Ahí estuvo unos años hasta que fue lo de Malvinas…

EL: Ahí estuvo estudiando, se recibió, y de ahí hizo el «viaje de bautismo», donde van en buque, hacen un recorrido. Él se recibió de mecánico… estaba bajo el agua, y me había hablado, cada tanto le daban un permiso para hablarme, y me contaba  “ahora vamos a salir en un viaje de bautismo”. Entonces… de golpe la sorpresa, la mentira… fue un choque para muchos en el país, aunque estuvo muy ignorante la gente, pero no por no saber, sino porque nadie informaba nada… fueron negociaciones y cosas…

SE: ¿Cuándo se entera Ud., que pasa a ser la embarcación de bautismo a la embarcación de guerra?

EL: Ellos mismos se enteraron luego de embarcados.

SE: ¿Y Ud. cuándo?

EL: Y llevaba unos días él embarcado… y ahí empezaron las noticias de que nuestros chicos… que jamás en su vida habían empuñado armas, ciegos, con una venda en los ojos fueron. Yo me pongo en el lugar de las mamás de los conscriptos… yo lo había llevado a la escuela militar, pero esas mamás, era cumplir con el servicio, arrancados de esa manera. Yo acá iba a un tren que salía a las 10 de la noche, lleno, con chicos… chicos! De 18 años… el corazón de uno se le estrujaba porque no hay que ser posesiva… todas las mamás… Ellos nos daban aliento a nosotros, sacaban medio cuerpo de la ventanilla y nos saludaban…Les alcanzábamos golosinas, cigarros… Yo quedé viuda muy joven, tenía una pareja que fue un padre para Marcelo, hasta sus 15 años estuve sola y después formé pareja… que hace unos años falleció. Y me llevaba a todos lados, íbamos a los coches de los trenes, y les alcanzábamos a los que fueran… a los que estaban acá haciendo la conscripción. Y las primeras noticias que recibimos -él siempre escuchaba radio- era que nuestros hijos habían pisado las Malvinas. Así que te imaginas… así que salimos a la mañana en auto, con  banderas, fuimos a buscar a Daisy, a su mamá…

SE: ¿Daisy era la novia de Marcelo en ese momento?

EL: Claro, íbamos «vivando la patria». Después viene la llamada por teléfono y me dice que pasaron una noche horrenda. Ya habían hundido el General Belgrano. Pasaron una noche horrenda porque escuchaban la señal de los submarinos, entonces sabían que a unas cuantas millas tenían otra gente abajo. “Pasamos una noche tremenda”- me había contado. El capellán era un muchacho muy joven, y cuando hundieron el Belgrano y se siguieron sintiendo los submarinos, el capellán se había escondido bajo la cucheta. Y ahí ya, después tuvimos que guardar las banderitas porque eso fue una atrocidad… una matanza…

SE: Se empezaron a dar cuenta Uds. por lo que les contaban sus hijos que nada que ver a lo que salía en los diarios…

EL: Una vez ellos ya estaban en la retaguardia, porque la misión de ellos fue la primera, o sea que ellos salieron y minaron toda la zona, entonces luego, ya empezó Inglaterra a mandar sus fuerzas, entonces los barcos retrocedieron y quedaron anclados en las costas de Malvinas. Después se identificaron los que estaban abajo que no recuerdo si era la flota china, o japonesa, y que comunicaron que estaban para prestarles ayuda.

SE: ¿Uds. de acá que información recibían?

EL: De todo. Y un día voy a trabajar, me tocaba el turno de 14 a 6 de la mañana. Y estaba con mis compañeras y me preguntaban si no tenía noticias, y no, no tenía… hacia días que no. Pero… noté un ámbito un poquito extraño.. Hasta que una me dice «vos no lees ningún diario?» – «No, la verdad que no, estoy atenta al teléfono y a acudir a la casa del señor a recordar que yo entregué a mi hijo y que lo quiero de vuelta». Y me dicen» bueno, en el diario el Atlántico salió en las bajas dos jóvenes de Tandil: el hijo de un doctor, y Marcelo Zampatti». Te imaginas que me dieron permiso enseguida para salir… y pedí que me llevaran al distrito militar, donde nadie sabía nada. Fui al Nueva Era…

SE: Tuvo dudas Ud. cuando ve la noticia en el diario?

EL: Dudaba mi corazón… pero mi cerebro trabajaba…»¿por qué él?!». Fuimos a ver al doctor, él me contó que la esposa había salido desesperada en el coche, pero todo en la nada… y no se supo nada. Y al otro día, justo Marcelo me llama!!… duró poco mi incertidumbre, me llamó a decirme que estuviera tranquila, que él estaba bien…

SE: ¿Cómo fue cuando levantó el teléfono y lo escuchó hablando?

EL: Te imaginás…Me contó cosas, que estaban pasando hambre, que al estar anclados los barcos, sin movilidad, se llenan de ratas…y les pagaban un peso por rata que mataran. Después el cantinero… eran muchas las encomienda que mandábamos. Éramos muchos los que cooperábamos… mandábamos cigarros, golosinas. A Marcelo le gustaba mucho leer,  así que mandábamos las revistas de aquellos días: Paturuzú, Donald, las de aventuras… todo eso. Pero pasaban hambre, nos contaba que el cantinero les vendía a los chicos cigarros de a uno… que eran donados…y él aprovechaba. Y así fue que mataban gente, vinieron aviones, barcos, fue una guerra insostenible..

SE: ¿Cómo se vivía de acá? ¿Se reunían entre las familias, se juntaban?

EL: Nada, nada. Vos llorabas sola a tu hijo que no sabías si estaba vivo o muerto

SE: Cada uno en su casa

EL: Claro, nunca tuvimos nada de eso.. No éramos muchos, pero las mamás de los conscriptos, ellos eran pobrecitos los que estaban en tierra. Cuando volvieron lo hicieron llenos de piojos, desnutridos, con el hambre que pasaron. Y después sí,  me largo a decirlo, una cosa que no me olvido: tenemos un país muy cercano, que somos hermanos, que nuestros patriotas lo liberaron… y los aviones que venían de Gran Bretaña desviaban su ruta porque Chile los reabastecía y venían a matar a nuestros hijos… Pero después nada. Yo acá me traté -porque hicimos un viaje cuando estaban anclados, que ya llevaban un tiempo-  con la mamá de uno de los chicos: Juan, que hoy es íntimo amigo de Marcelo. Hicimos un viaje porque ellos venían con el buque a reabastecerse, entonces iban a estar unas horas en Bahía. Entonces este chico Juan le contó eso a sus padres, les dijo «avisale a la mamá del Pato, o sea Marcelo, así se viene. Le vamos a alquilar una habitación frente a la base así se quedan ahí». Así fue, esta señora vino con el esposo, hablamos… ya nos habíamos conocido al llevar encomiendas, siempre les mandábamos juntos. Así que viajamos con esta señora. Ahora o te digo… siempre fui creyente, pero no había caso: mi dolor era tan grande. Me pasé todo el camino llorando, y esta señora, con un amor y con una paz… me rehabilitó, me sacó adelante. Qué lindo me hablaba… y ahí fue donde me entregué a Cristo. Siempre fui creyente, pero en otra religión, más fría. Yo iba siempre a toda misa que hubiera por los chicos. Tenía permiso del director del Sanatorio. Con el uniforme blanco iba a la Iglesia. Nunca nadie se acercó a decir algo… ni el sacerdote. Pero yo no iba para que me dijeran nada, yo iba a darle paz a mi espíritu. Bueno, y esta señora resultó estar en el evangelio… bendito sea el día. Y bueno, llegamos allá, todo oscuro… de noche. Sin ninguna luz, solamente alguna lucecita… llego el colectivo y estaban los dos chicos esperándonos. Te imaginás… fuimos, caminamos unas cuadras… y en esa pensión paraban muchos militares así que teníamos una habitación grande, habían puesto un mesa grande y dos camas matrimoniales. Así que llegamos: oscuro. Toda ventana cubierta con papel azul. No tenía que verse nada. Para evitar el bombardeo de los ingleses que los guiara alguna luz, así que todo a oscuras. Así que ahí cenamos. Ya estaba todo preparado. Cenamos ahí, ella con su hijo en una cama y yo con el mío. Así que tenían que presentarse al otro día a las 8 am. Pero durante la noche tenían que ir volando. Mientras, que estuvieran tranquilos. Así que se presentaron a la mañana… después salimos a caminar los cuatro. Almorzamos, y después tenían aviso, no recuerdo a qué hora de la tardecita tenían que volver al buque… y nos despidieron ellos en la terminal de ómnibus.

SE: ¿Cómo fue esa despedida?

EL: Yo aunque te parezca mentira, más animada, más fuerte. Había estado muy quebrada. Muy mal… se sufre mucho. Porque ahí aprendes a saber lo que es perder un hijo. Y también creo que hay diferencia cuando luchas junto a la ciencia que te da tiempo a salvar a tu hijo… pero cuando ves que te lo arrebatan así y que lo matan así, de esa manera… no era momento de tener una guerra con semejante poderío…

SE: ¿Cómo hacía para levantarse y salir todos los días y no estar tan pendiente de una comunicación telefónica?

EL: El de arriba… un solo Dios… la fe… y te aferras de tal manera que te tomas la costumbre de decir: «sola no puedo, Jesús ayúdame, no me dejes». Y te responde. El lugar que he tomado es el de oración. No tengo otro servicio para darle. No soy predicadora, no sé evangelizar… en ese almanaque, cada día tenés un versículo… cada mes un escrito, es como una biblia, es mi lugar… Y yo muy pocas oraciones, porque nosotros no rezamos, oramos. Y yo tengo el padre nuestro, eso, y después hablo solita… con el señor.  Y me sigue sosteniendo. Te imaginas cuántas cosas pasan en la vida…

SE: Y cómo fue la vuelta?

EL: Hermosa. Él..te imaginás…

SE: Lo esperaban o cayó de sorpresa?

EL: Ya sabíamos que venía. Era como un pájaro al que le abrían la jaula. Siempre fue muy querido, mi negro es así, sencillo, da cariño. Ricardo, el otro, es el más fuerte, es más serio, son distintos. Y ahora se reúnen con los Veteranos, y sus esposas. Ellos viven el momento, cuando me quiero acordar les pregunto: este fin de semana que hacemos? Y con Juan está muy cerca.

SE: Cómo fue acompañarlo cuando vuelve de la guerra?

EL: Fue un lapso feo. La incorporación a la sociedad: no había trabajo. Fue algo feo, yo enseguida fui a tocar a mis amistades. A lo mejor en el Sanatorio tuve suerte, la gente me quiso… a mí siempre me acercó el dolor de la gente.

SE: Como fue acompañar todo eso?

EL: Y bueno, no encontraba trabajo, vivía con nosotros. El primero que lo tomó fue un muchacho, amigo, que tenía una cerrajería… sigue viniendo con su esposa a las fiestas de él. Y le enseño el oficio. Pero no era para vivir, después lo tomaron porque él a su vez tiene otro título de Salvavidas además de Mecánico, así que lo tomaron los de la Base Aérea para la pileta de ellos. Estuvo en los piletones, de bañero. Eso fue en los comienzos. Pero era por temporadas. Y empezó su andar-…

Después, un señor con una estación de servicio muy grande le dio trabajo… y él pidió que quería irse a vivir solo, ahí ya fue una cosa que no me gustó. Pero bueno, así fue que se fue a vivir solo, pero no andaba… que faltaba al trabajo, que esto, que lo otro, ayudándolo… Yo después me fui a otra casa, y él me pidió si no le daba este departamento, y ya para ese entonces, ya estaban siendo reconocidos por las autoridades. Así fue que hubo un intendente militar que era de Mar del Plata. Y vino la orden de dar prioridad en el trabajo a los Veteranos de Guerra. Y al poquito nomás, fue citado por este intendente, le consiguió trabajo en vialidad nacional en las puertas del cementerio, de chofer de los camiones. Y en esos vaivenes apareció mi nuera… todo lo demás le estoy debiendo a ella… tengo un apoyo muy grande, a pesar de la familia chiquita. Y al poquito de estar trabajando allá envían ambulancias al hospital, entonces las recibe el intendente, y ahí pasó a trabajar como chofer de las ambulancias.

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