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Entrevista de la Secretaría de Extensión de UNICEN (SE) a Mario Gerardo Lucero (ML) Veterano de Guerra de Malvinas.

SE: ¿Dónde escuchás por primera vez de una guerra en Malvinas? ¿Vos dónde estabas? ¿Qué edad tenías?

ML: Yo tenía 19 años. Era cabo de la Fuerza Aérea. Estaba destinado acá en Tandil, en la 6º Brigada.  Yo soy del Cuerpo de Apoyo Operativo Técnico, Escalafón General, Especialidad Seguridad y Defensa en Sub Especialidad. Soy Suboficial de Armas Antiaérea.

Un día vamos a trabajar, como todos los días. Viene un mensaje, piden ocho suboficiales, y justo los ocho que estábamos. Nos preparamos porque de Mar del Plata iba a venir un avión con gente de ahí y nos iba a levantar nosotros acá en Tandil, y nos iba a llevar a Buenos Aires, a Morón.

Pensamos que era una capacitación, es como si fuéramos de comisión. Llegamos a Buenos Aires, nos esperaban ahí, nos dieron ropa, nos bañamos y todo.

Nosotros cuando fuimos a Buenos Aires, fuimos en el avión de Learjet de Amalia Fortabat, privado. Era todo secreto, se ve que era. Llegamos a Buenos Aires, al otro día, llega un Hércules, para llevarnos a Comodoro Rivadavia. Bajamos en Comodoro, un frío.

Apenas llegamos, dejamos los bolsos ahí, nos mandan a un hangar, y nos dicen que nos están esperando en un aula. Bueno, vamos al aula, nos sentaron ahí, café, té, lo que quisiéramos. Viene por ahí, un hombre y dice, “bueno, yo les voy a presentar acá, estos son instructores peruanos, les van a dar un curso de misil SAM-7”.

Bueno, viene la comisión, está bien. Está bien, para aprender, claro. Comisión de aprendiz SAM-7.

Mirábamos la pista, cuando bajaba el avión, eran todos, morteros de todo tipo. A nosotros nos parecía raro tantas armas. Tantos morteros en Comodoro, nunca.

Pero bueno, estábamos ahí, nos dieron el curso, y nos explican como se tira del hombro, y que tiene poco alcance. Y a los tres días, nos dicen que íbamos a cruzar a Malvinas. Bueno, y ahí nos enteramos de Malvinas. Que ahí, ya habíamos tomado Malvinas y que, ya habíamos llevado cosas a Malvinas. Y de ahí nos contaron cómo era el tema, que había pasado.

Bueno, salió el primer vuelo. A la semana, salimos nosotros. Fue el segundo vuelo. Cuando llegamos allá, ya había pasado el primer ataque.

Asi que cuando llegué, ya había pasado el primer ataque. Estaban ahí, cargamos todos los que estaban los heridos. Cargábamos los heridos y bajábamos las municiones que llevábamos nosotros para los cañones, municiones para todas las otras cosas. Los alimentos. Todo lo que tenían que volver para el continente.

SE: ¿Qué te pasó cuando viste esos heridos?

ML: Nos queríamos volver en el avión. Nada. Una cosa que te lo cuente, otra cosa que te bajes y los veas.

Y aparte, cómo estaba ese aeropuerto. Bajé al aeropuerto y una cosa… pozo por todos lados, quilombo. Bolso por todos lados. Todo bomba, pozo de bomba para hacer esto, quilombo tremendo. Tremendo todo ahí.

Pero bueno, bajó el Hércules así, sin parar el motor, nada. Era bajar, descaragar, cargar y salir. No le quedaba otra. Era todo rápido. Sí, todo corriendo. Y encima cuando llegamos era de noche.

Entonces, era cuando ya ahí lo buques ya nos estaban tirando alrededor de la pista, muy cerca. El Hércules, era hacer la curva y salir. Sí, todo listo para dar la vueltita rápido. Mientras que los buques tiraban de acá para allá. Todo así. Pero todo ahí alrededor de la pista.

Los cañones nuestros estaban todos alrededor de la pista. Por eso no podían tocar la pista de la defensa antiaérea que tuvimos. En el primer ataque que hubo, sí. Estaban colocados y en situación.

Entonces, ¿qué hicieron los cañones? Todos tiraban para arriba porque llega un momento que tiraban a todo, como atacaban a baja altura. Algunos derribaron, derribaron como dos. La misión de los cañones que estaban en la pista era una, que el avión levante, y los otros cañones que están más atrás, que le peguen a los que pasen. Al levantar el avión le ven la panza y le dan. Y le tiran con el cañon.

Y nosotros como estábamos con el SAM-7 a veces estábamos en una cabecera, otro estaba a la mitad y el otro en la otra cabecera y el otro en la mitad de cada posición.

SE: ¿O sea que esa noche ni bien llegaron te mandaron a un puesto?

ML: Sí, ya se habían hecho las posiciones para cada pieza y el centro de comando.

Habían recibido una máquina y con una máquina hacían hueco. A las corridas todo. Lanchones de las pistas sacaban y le ponían techo. Había que refaccionar todo para estar ahí adentro y no quedaba otra.

Y todas las noches nos bombardeaban los puestos. Los ataques que se hacían eran a alta altura y los cañones nuestros no tenían alcance.

Igual les resultaba difícil embocar la pista. En ningún momento la rompieron. La defendimos. Y mirá que le tiraron. Olé.

SE: ¿Y se turnaban un poco para descansar? ¿Cómo hacían?

ML: Y teníamos puestos de guardia y estábamos atentos a la radio de comunicaciones. Íbamos todos juntos. Eramos como una patrulla. Pero para salir afuera, salíamos los dos. Porque el otro te ayudaba a mirar, porque te decía “vos mirás para allá y yo miro para acá” y así.

SE: ¿Y qué tenían? ¿Un pozo?

ML: Si, convivíamos con los jefes de pieza y soldados, uno o dos días. Pero no nos quedábamos ahí. Teníamos que estar parados para tirar misiles. O sea, cuerpo arriba, parados.  Acostado no podías tirar porque te largaba un fuego de 1 metro para atrás. Te lo largaba del hombro, te lo apoyabas en el hombro y lo largabas con la mira. Tiene que estar lejos de los demás y de tu compañero.

Aparte llevábamos cuatro misiles, uno lo llevaba yo, uno lo llevaba mi compañero y llevábamos más menos una caja aparte. Todo a cuesta y no nos podíamos olvidar de nada, éramos un polvorín caminando. Sabíamos que si se nos caía, no quedaba nada, porque todo era explosivo.

SE: (aquí pregunta Elena Almada, la mamá que está en el mismo lugar de la entrevista) “che hijo, ¿y cómo te la arreglabas para comer?

ML:  Comíamos en los pozos, nos llevaban raciones para todos los pozos. Porque estábamos, por ejemplo, en sentido horario estaban todos puestos de manera circular los fierros, porque los números estaban cruzados. Y comíamos junto con ellos.  Salían del pozo y con nosotros dos éramos como ocho, nueve.

Yo estaba con Mayorano, Alasino y Gomez. Spat tenía muy bien organizada la comida y la comunicación.

Lo que veíamos nosotros es que por ejemplo, el Ejército, tenía que bajar de las dunas esas a buscar la comida abajo. Iban ellos, les dejaban el carro y todos los que estaban de este lado tenían que ir ahí al carro, sacar y llevársela. Pero a veces no podían ni bajar, no podían ir a buscarse la comida. Aparte tampoco podían prender humo porque el humo les decía dónde estaban y los bombardeaban y no comían. Y si comían estaba frío. Así era, que pasaban por ahí días sin comer. Nosotros gracias a Dios teníamos esas garrafitas y te hacías vos de comer.

SE: ¿y cuántas horas estaban fuera del pozo?

ML: Estábamos cuatro horas, cinco y volvíamos. Teníamos que andar solo en el lugar nuestro, del pozo al caño. Es todo lo que hacíamos, no podíamos ir de acá a la esquina ni dar una vuelta a la manzana y volver no.

SE: ¿y dormir?

ML: Nada. Nos turnábamos para casi dormir, porque cuando queríamos dormir empezaban los barcos a tirar, tirar, tirar todas las noches, todas las noches.

Era estar re cansados, no dormíamos. Era bomba, bomba, bomba. La bomba que te tiraban hacía un pozo como una casa. Una cosa loca, debía tener como seis de largo por cuatro para abajo, el hueco que dejaba una bomba. Es un fierro que hacía la bola de fuego y vos la veías que iba pasando por arriba continuamente. Imagináte que si un fuego artificial te saca la cabeza…Te tiran de ahí, después el otro te tira de allá, te tiran de acá, y eso sacude todo. Aparte sacude la tierra que es blanda. Cuando pasó el Vulcán fuimos a Misa, estábamos como como de acá y el cártel está ahí, estaba el padre con la virgen ahí todo piedra porque todo piedra ahí no hay pasto, como la parte más agreste de Tandil, es como subir las montañas, como subir el cerro ese, pero tiene pasto este, el otro no, pero todo piedra, y nuestro querido padre estaba diciéndole al argentino del cese de fuego en Malvinas… y sonó la alarma esa… y salieron todos corriendo y el cura primero agarró a la virgen, se subió a la sotana hasta la cintura, se la ato y dice “el que se queda se jode” y se fue. Nos quedamos mal y después empezaron a caer esas bombas y todos corriendo a los pozos. No me acuerdo la hora, era de día, había sido a la tarde. Mirábamos las bombas, y en uno de los fierros que teníamos nosotros, el cañón estaba dado vuelta, la onda expansiva lo dio vuelta. La onda expansiva dió vuelta al cañón de 35 mm donde estaba Rivarola y Repizo.

 SE: recordás alguna situación así, como más difícil?

ML: cuando estuve prisionero. Cuando estuve en Darwin, custodiando un lanchón que llevaba a unos 155 a Darwin, estuvimos como 5 días. Fuimos yo y Valdisone, vino el chino (helicóptero), los levantó y los llevó cerca de Darwin para luego levantar gente de Argentina porque ya lo estaban tomando. Cargamos a la gente y nos quedamos abajo. Llegamos a Puerto Argentino casi de noche. Para andar en Puerto Argentino había que ir de noche, no sabíamos la señal de reconocimiento, no se veía nada. Después de 5 días, lo único que supimos es que los que habían bajado en la casa del gobernador estaban, en el patio de la casa del gobernador o sea que cuando los vuelven de Darwin los tiran ahí en el lugar más rápido donde los pudieron bajar. Luego de eso la superioridad decidió darle los SAM 7 a las patrullas del ejército porque ellos les iban a dar más utilidad que nosotros.

¿Qué hicimos nosotros? fuimos a hacer reemplazo de todos los jefes de piezas que estaban ahí alrededor. Íbamos nosotros a cualquier fierro. Yo estuve en el 9 por acá, por el costado, estuve todo un día. Los que estaban ahí podían bañarse, se turnaban en el baño y descansaban tranquilos porque todavía no se habían puesto a rendirlos y en la ciudad no pasaba nada.

SE: ¿y de ahí cuándo viene la rendición? ¿cuándo se enteran ustedes que están en posición de rendición?

ML: yo cuando me enteré yo estaba en la pista, justo me habían ido a buscar porque yo había ido el día anterior. Habíamos salido y ya venían la gente caminando por el lado de Puerto Argentino. Venían caminando, otros venían ayudándole a otros, a los heridos los llevaban los mismos compañeros.

Puerto Argentino es una sola entrada, una sola calle tiene, ¿verdad? una sola calle principal sí? y después tiene las demás calles, pero la que sale, que sale para el lado de los campos, para el lado del aeropuerto, es como una avenida y ahí venían todos. Ya venían todos caminando en rendición, desarmados, ya no había más nada ya les habían avisado.

SE: ¿qué pensaste cuando le dijeron que estaban rendidos? ¿fue un alivio?

ML: no entendíamos nada… porque cómo fue tan rápido… Antes del rendimiento se hizo el relevo de nuestros compañeros y los que cayeron después nos preguntaron si queríamos quedarnos, si queríamos ir juntos con el resto. Nosotros, los ocho, nos quedamos y recibimos a los otros que fueron reemplazados, de los que ya estaban, de los que ya estaban. Y ahí fue cuando a los cuatro días, cinco, se terminó.

El día que vino el Hércules para que salieran estos y que vinieran los otros, ya cuando venían los otros, íbamos sacando de los que estaban acostados en la pista ya que se prepara este cierre. Sacábamos del avión e íbamos metiéndonos en ese lugar, íbamos subiendo, íbamos cargando en el avión y de ahí salieron -que Dios es grande- porque empezaban los buques a tirar. Se los pudieron llevar justito. Era un tema volver. Era más riesgoso subirte al relevo que quedarte.

SE: de la rendición, qué te acordás?

ML: el jefe nuestro viene y nos dice que no hiciéramos más nada, que ya no había nada que hacer. Los agarraron a todos los que estaban en el Puerto Argentino y los llevaron al aeropuerto, ubicados en un pozo con la gente. No podíamos ni salir, nos comunicaban que no teníamos que salir ni si teníamos que ir al baño.  Estábamos quietos allá abajo esperando a que lleguen los ingleses, asique allá abajo estábamos hasta que al otro día dicen “bueno pueden salir “. Salimos y salían ingleses en helicópteros por todos los aeropuertos. Y ya no había más nada que hacer. Los llevaron a todos al aeropuerto.

SE: ¿Las armas ya las habían dejado?

ML: Algunos las dejaron, otros…las escondieron en el medio del pozo. De ahí te iban sacando. El que tenía, por ejemplo, los cargadores, dejaba el cargador. El que tenía el fusil, iba dejando el fusil. El que tenía casco, iba dejando el casco. Así. Pasaban por un lugar, dejaban cada cosa. Iban haciendo bultos. Bultos de cada cosa. El otro te sacaba los cordones, el cinto.

SE: ¿Eso todo en el camino? ¿Cómo era ese camino?

ML: No, era normal. Bien. Por ahí, uno que otro empujón, te ibas a llevar porque… siempre hay uno que es más pesado, que estás con toda la adrenalina mal. Claro. De la bronca tiraban las cosas mal. Y esos se ligaban a un empujón.

SE: ¿y también llevaban heridos ustedes en el camino?

ML: No. Ya los habían llegado a relevar. No, no, ellos ya se habían ido. Teóricamente. Tenían que haber ido en ese vuelo también.

SE: ¿Y cuando llegan a Puerto Argentino qué pasó?

ML: Nos metieron en un galpón, con una sola pared, la del fondo. Lo demás es todo chapa. Y todos ahí acumulaban silos. Todas, tres hileras de silos. De esos silos que hay en el campo, que tienen carriles como de tren.

Mirá. Cada vez que iban, por lo que decían ahí, cada vez que iba un barco de ellos o que se llevaba alimento a la isla, se retiraba todos esos silos y dejaba silos nuevos. Y ellos juntaban ahí, juntaban todo. Grano de todo, lana. De todo juntaban ahí.

SE: ¿Y ahí cuánto tiempo estuviste?

ML: Siete días estuve. El único problema ahí es que vos no te tenías que levantar. Vos tenías que andar en rodillas, gateando. No tenías que andar parado. Una sola entrada. Y la puerta estaba al fondo. Pero la puerta era un hangar. Un solo tipo vigilaba. Y yo estaba arrodillado. Pero no te parabas. Vos no tenías que parar.

Después te sacaban una hora. Te daban un cigarrillo. Jarro, agua. Hacías tus necesidades. Primero salía de ejército. La marina y el último al fondo allá, nosotros de la Fuerza Aérea.

SE: ¿Y la comida?

ML: Pasaban dos carros. Con sopa. Le daban a este lado. Y a este otro. Y así por fuerza. Y un bollo de pan. Sopa y pan. Siete días. Y agua. Agua no te faltaba.

Y una mañana…un inglés. No sé si se bajó. Se paró un muchacho y le pegó el grito el vago y se ve que quiso salir corriendo el loco. Y tiró. Tiró una raspa así. Y estábamos sentados ahí en el fondo. Pero a un metro acá arriba. Se nos caía el rebote de la ráfaga si estábamos sentados. Y nos tiró toda una ráfaga en la cabeza a todos. A nosotros que estábamos por el fondo, que estábamos sentados. Eso por el vago que se paró.

Desde ese día no se paró nadie más.

SE: Y cuando los sacaban, ¿qué hacían?

ML: agarraban un poco de ejército, un poco de marines, un poco de fuerza aérea.

Los cargaban en el camión y te llevaban a “limpiar la ciudad”. Con tres vagos te daban ocho vagos, ocho por allá, ocho por acá, tres vagos y caminaban. A limpiar las trincheras.

Limpiar todo lo que se había hecho.

SE: ¿Y cuerpos muertos?

ML: Bueno, llegamos ahí. Nosotros cuando nos tocó ahí, a mí y a otros pibes, nos cayó mal. No, no, no. No nos podíamos agachar, no nos podíamos mover no nos reclamábamos. Porque levantás pedazos. Pedazos de personas. Metés muchos pedazos. Por eso decía el hombre que es muy difícil hacerle ADN, voy a abrir una bolsa y encontrar cuatro brazos.

SE: Eso es lo que decía Joffrey. Ayer en la película (documental “Elma”).

ML: Sí, Joffrey ese inglés que decía que eso es lo que lo motivó, que le pasó lo mismo, empezó a caminar y encontró los pedazos de personas por todos lados. Pero tenías que hacerlo así porque te obligaron a hacerlo así. Si no te empujaban o lo que sea. Y agarraba la bolsa y de lado la subieron. Ellos tenían como un carro con una beruga y tenía como tipo un vagóncito. Era así como la meseta con la beruga acá. Dos tipos nos lo mandaban y lo ponían arriba en el carro.

Eran bolsas negras. Bolsas para muertos. Sí, sí, sí. Porque no podían recibir al pilleno y otra cosa. No, eran bolsas negras. Las tenían ellos. Las llevaron para eso. Y ahí mezclaban, metían todo y lo juntaban.

SE: ¿Con quién hacían ese trabajo?

ML: Ah, práctico. Se sacaban grupos de las tres fuerzas armadas.

SE: ¿Te tocó varias veces eso?

ML: No. Íbamos, por ejemplo, íbamos ese día hacíamos eso y otro día bajábamos bolsas. Otro día te llevaban a juntar todo lo que se ve tirado al costado de todos los que refugios y todo eso para limpiar todo eso. Otros les tocó peor porque creo que les tocaba que les sacaran las minas que se habían colocado cerca de la ciudad porque se había dinamitado hasta cerca.

Era súper peligroso ir a buscar minas. Y no está permitido a nivel internacional, está prohibido usar los rehenes para eso. Nosotros ya habíamos firmamos el libro ahí del Trato de Ginebra. Y ahí te decía todo lo que dice. Que no te pueden usar para buscar minas. Aparte antes los tiraban a los campos y corrían y así las encontraban.

Está prohibido. Y además juntaban los cuerpos y había cuerpos que tenían días o sea que el olor que tenías era inmundo. Yo cuando fui a ese lugar tuvimos como cuatro horas. Pero no había tanto olor. Y el viento capaz que también ayudaba.

Viento, frío, lluvia. Yo no sé si tendrían chapita. No, todos chapitas no tenían. Algunos sí, otros no. Además si te demorabas así, el inglés ya te estaba empujando. Mover. Mover. No te dejaba pensar.

Pero si te deja pensar yo pienso que… no se me aguanta. Es peor. Para mí era peor.

Teníamos miedo que se enoje el inglés y te pegue un tiro. Porque había cada loco. Nosotros cuando estábamos presos, por ejemplo, en el aeropuerto que andaban entre nosotros ellos y ahí estábamos yo con Treyra, Alonso y yo no me acuerdo si era Riquemeo o un tucumano. Andábamos caminando en el aeropuerto. Vienen cuatro vagos de ellos con la pistola, todo acá, todo. Nos piden faso.

Bueno, le damos… Teníamos imparciales. Si no, 43/70. Mi mamá fumaba eso. Y le convida, viste, y le dice el vago “no”. Se lo agarra al paquete, lo aprieta y se lo tira. Viste, le dice “Malboro”. Quería Malboro, el vago.

Bueno, y uno de ellos había estado en el mundial del 78. Él dice nosotros cree que venir a Córdoba. Allí está en Córdoba el vago viendo el mundial del 78. Quería ver las morochas. Mujeres, no a ver acá. Y le mostraba la plata al vago. Dólares así. Plata para disfrutar con mujeres. Mujeres, no a ver, acá dice. Querían mujeres.

Argentina, del mundial del 78. Se le ha quedado con la cordobesa en el ojo. Porque había estado, no sé, no me acuerdo si había jugado a Inglaterra en Córdoba o no sé dónde jugó.

Y se había puesto pesado. Se había enojado. Se había enojado mal. Pensaba que se lo escondía al cigarrillo. Y lo tocaba, ¿viste? Y le sacaba cigarrillo y este no, y se lo volvía a meter.

El otro, uno que hablaba más, el que había estado en el 78 en Córdoba, que habla inglés, le decía “vamos, vamos”. Y se lo llevó.

SE: ¿Y cómo vuelven?

ML: Nosotros lo contamos todo al entrar al puerto. Y esperamos que venga el Almirante Irizar. Pero a nosotros nos llevaron a Ushuaia. Llegamos de noche. No había nadie, estaba el aeropuerto pelado. Y de Ushuaia a un avión. El Boeing 087. Nos buscó y nos trajo a Buenos Aires. Nos lo llevaron a Ezeiza. Nos bañaron, nos dieron ropa. Y de ahí después nos repartieron por unidad.

Los que eran de Comodoro, los que eran de Gallego y hasta llegar a Buenos Aires y de allí los de Tandil.

SE: ¿Y en Tandil qué pasó?

ML: Bueno, llegamos acá también de noche, normal. El único que nos recibió a nosotros fue el jefe de turno. Al otro día lo recibió el jefe de unidad. Y estuvimos como 15 días acá. Nos preguntaron a ver qué habíamos hecho, cómo nos habíamos ido, que nos vayamos bien, que estábamos bien.

Después, todo lo mismo. Como si no hubiera pasado nada, como si un día más voy a trabajar. Como si nada fuera.

SE: ¿Cómo fue volverte? ¿Dormir acá, estar acá?

ML: Mal, porque tenía que aguantar las cosas que se dicen y, por ejemplo, nosotros nos juntamos con la gente que estuvo en el continente y nos decían que ellos tenían momentos libres que nosotros no teníamos.

A ellos les habían llevado las mujeres, el que era casado, a otros les habían llevado la madre. Y nosotros no.

Y nos decían que siempre como se fueron muy iguales y no somos iguales. Porque una cosa es que vos todas las noches no duermas porque estamos barriendo y ellos quedaron en una cama tranquilos que no pasa nada, ese es el problema.

Este, lo que pasa es que éramos jóvenes para mí, ¿no? Yo lo veo así. Éramos jóvenes y esa cargada no, no me va.

EA (Helena Almada, la mamá de Mario): ¿Y cuántos años tenías, hijo, cuando vinieron de allá?

ML: Diecinueve. Y que los más grandes nuestros por ejemplo, ya los principales que estaban ahí descargaron y nada.

Decían que te hacían chiste encima. Te decían este, nosotros la pasamos bien, nosotros fuimos canchereaban, canchereaban con la guerra. Es más cuando estás comiendo un asado querés estar tranquilo y empiezan a tocar esos temas, ¿sí? O te vas a tener que salir caliente con todo.

SE: ¿Y te acordás cuando pudiste hablar con tu familia por primera vez después de la guerra? ¿Y ahí te fuiste a Córdoba?

ML: Después nos dieron unos días y decían que estaban en un dilema, que eran 15 que no, no le vamos a dar 15, le vamos a dar 10, que le vamos a dar 20 y no le vamos a dar 20. Porque sí, porque te decían una cosa y aguantaba todo eso.

Y nos pusimos de acuerdo los 8 y bueno, venimos en un mes. Y chau.

Ya no quería que me tomaran más el pelo, más nadie, ni que me jodieran ni que me dijeran nada.

Eramos pocos de ahí de Córdoba capital. Los otros eran de uno de Quilino, otro de Jesús María por la calera.

EA: Sí, sí. Sí, después cuando él llegó a la casa bueno Lucho ni fue ni a trabajar ese día. ¿Te acuerdas? No fue a trabajar el papá.

SE: ¿y cuando llegaste a tu casa cómo fue?

ML: sabés que yo no soy de mucha habla, yo tengo muchos problemas, no sé por qué te cuento ah, porque eres un ángel que tengo yo sí, sí (se ría). Yo no puedo ir, por ejemplo, a la escuela a hablar, mirá que yo tengo nietos y me han dicho los dos, bueno, una nieta y un nieto que vaya y hable en la escuela. Pero no puedo ahora van a leer la entrevista. Yo me siento y quiero hablar y me bloqueo y me da para llorar. Bueno, pero quiero contar entonces, ya le he dicho por ejemplo, ya le he dicho a los veteranos no, yo no voy a la escuela.

SE: ¿cuándo empezás a encontrarte así con otros veteranos de Malvinas?

ML: yo tuve la suerte que siempre estuvimos los ocho que fuimos juntos. Estuvimos juntos acá en Tandil. Luego vinieron otros de Mar del Plata que habían estado con nosotros en Puerto Argentino pero se vinieron. Ellos habían sido relevados antes, no se rindieron, salieron antes.

SE: ¿y hablaban de lo que había pasado o nada?

ML: de vez en cuando, muy allá a las pérdidas. Éramos solteros todavía, vivíamos en el casino. Claro, nos reímos todos los días, todo el tiempo, no se tocaba mucho el tema por la misma razón que con la familia, para no hacerse sufrir y no hablábamos con los otros tampoco porque los otros, cada vez que vos hablabas algo, ellos ya te hacían loquillo.

SE: ¿y después te casaste?

ML: sí acá en Tandil. Y tuve tres hijos, tres varones.

SE: y con los veteranos, ¿cuándo te animaste a participar del centro y aunque sea acompañar los actos y eso?

ML: Enseguida ahí con ellos. Porque en la Fuerza Aérea se armó bastante bien. Acá, cuando hicieron el centro, fueron de Fuerzas Aérea: Pedernera y Domina. Y por parte de Ejército, fueron otros soldados, que le hacían el Pato (Marcelo Zampati) y otros más. Y bueno, hicimos una juntada ahí, bueno, y ya se fue ampliando, qué sé yo. Te digo más, el escudo ese, lo hice yo.

SE: ¿El de estandarte?

ML: El estandarte. Se me dio por dibujar. Y sacamos eso.

SE: está precioso! Muchas gracias Mario.