Delia Caniumir es docente y descendiente de los Pueblos Originarios Tehuelches-Mapuches.

Además, es una fiel y permanente luchadora, no sólo en el momento de denunciar las injusticias que todavía entre todos debemos superar, sino también en la cuestión de transmitir aspectos de su cultura.

A ella le pedimos desde el programa de Universidad y Familia que nos cuente cómo era la educación en su pueblo originario, qué rol desempeñaba la familia en la educación de las nuevas generaciones, y esto nos relató:

“En el campo se conserva todavía la familia como la educadora central de los niños. Antiguamente  no solo la familia era la responsable de la educación de los niños, sino también “la Gran Familia”, la comunidad tribal. En estas comunidades tribales la base o célula, era la familia. Esta última se extendía  ramificándose en toda la comunidad. Es así que todos los integrantes de la tribu estaban emparentados, por diversos lazos. Y por ello que los niños, nombraban a los  anciano/as con la palabra: abuelo/a y a los hombres y mujeres los llamaban: tío/a. Además era costumbre y estaba bien visto que las familias contrajeran lazos parentales con familias de otras comunidades.

“A los niños no se les pegaba ni gritaba”

Desde pequeños los niños eran observados y atendidos por sus padres y familiares sobre sus gustos, intereses, cualidades, preferencias, habilidades y competencias. Esto servía para orientar al futuro joven en su oficio o arte. Como así también se observaba el carácter del joven, el cual no debía ser jamás doblegado y menos humillado. A los niños no se les pegaba ni gritaba, porque se sabía que era perjudicial para la formación saludable de la personalidad del mismo. En ese entonces no había adolescencia, esto de la adolescencia es algo muy moderno. En los pueblos originarios la adolescencia no existía. Se pasaba de la niñez a la adultez por una ceremonia, que en la niña tenía que ver con la aparición de la menarca (la ceremonia de la Casa Bonita). Se evaluaba que supiera comportarse como una mujer, las madres, las tías, las abuelas, le aconsejaban, no sólo como mujer que iba a tener hijos, sino como representante de la comunidad, donde tenía sus roles.

En el joven la adultez se daba cuando disertaba ante el Consejo de Ancianos sobre una determinada temática. Debía fundamentar su conocimiento ya que el conocimiento, la historia y cosmovisión de la comunidad era transmitida de generación en generación a través de la oralidad.

El conocimiento oral era fundamental. Había “decidores” expertos en el discurso, en la narración, en los hilos idiomáticos. Se valoraba mucho el valor del conocimiento oral, la palabra se valoraba y respetaba. Y el saber estaba en manos de los mayores. Los abuelos eran “dignos”, eran los sabios, los conocedores. Sobre todo los abuelos “paternos”. Lo mismo que los tíos, no eran lo mismo los tíos paternos que los maternos. Los paternos tenían “otra seriedad”. En los cuentos se ve mucho eso, en el del Zorro y el Puma.

Hacer y aprender en un marco de solidaridad

El conocer consistía en saber desempeñarse acorde a las situaciones y a los momentos cotidianos de la vida, así como en otras circunstancias especiales en los que la familia y la comunidad requerían de sus integrantes conductas y comportamientos basados en conocimientos a fines a los acontecimientos comunitarios. Estos eran además momentos sumamente apropiados, donde las nuevas generaciones aprendían dentro de un clima de contención. Por otro lado, se ponía en juego el “hacer  y el aprender” dentro de un marco educativo en el que el conocimiento se construía “con los otros” y se compartía; iba y venía, en solidaridad.

Los roles del que aprendía y del que enseñaba no siempre estaban totalmente definidos. Y  esto es así, porque en comunidades con un régimen tribal tan acentuado, como lo fueron hasta tiempos tardíos las comunidades pampa-patagónicas, las estructuras jerárquicas no serían la base de las relaciones entre sus miembros. Se sabe que esas estructuras se consolidan en comunidades con desarrollo de la agricultura. Toda esta manera de concebir el aprendizaje, como así también el que da y el que recibe el conocimiento, se basan en una cosmovisión que tiene como principios (entre otros) la circularidad y la horizontalidad.

Momentos claves de aprendizaje para los niños y jóvenes eran las ceremonias de iniciación que se compartían con toda la comunidad, fiestas y socialización con otras comunidades. Otras instancias de aprendizaje comunitario eran el bautismo o imposición del nombre, la horadación de los lóbulos de las orejas, ceremonias sagradas estacionales: Wiñoy Tripantü (Vuelta del sol o Año Nuevo)”.

Categorías: Novedades

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