Agradecida por  la invitación y  movilizada por el desafío propuesto por Anabela, Silvina y Marcelo, del equipo de coordinación del Programa Universo en las Artes y las Letras, no quería dejar pasar la ocasión para escribir unas líneas sobre mi participación en Universos Hermanas Ocampo, autoras a la que está dedicada esta edición 2016.  El disparador de “Las Ocampo” sin duda presenta al menos una inquietud para quienes debemos construir un posible relato  desde la diversidad y desde nuestro definido aporte disciplinar y temático, en mi caso el de la historia. ¿Para quienes debería hablar? El desafío de hacer fue entonces el  hacer de nuestros temas de investigación, tarea que llevamos delante de manera bastante individual y cuyos resultados se expresan en una especie de “código” sólo interpretable por nuestros colegas, un relato claro y legible para tod@s quienes gusten de acercarse a escuchar o participar de la actividad.

Y ese “tod@s” efectivamente fueron much@s y divers@s. En mi paso por Universo intenté dar cuenta del modo en que la Historia de las Mujeres puede darnos nuevas pistas o marcos para pensar las agencias de las mujeres en determinadas y definidas coyunturas políticas. El ascenso del fascismo en Europa despertó en muchas mujeres argentinas (y del mundo) la necesidad de “actuar en público”. Mujeres del campo, de las provincias, citadinas, modistas, cocineras, maestras, intelectuales. Todas se enrolan en la lucha antifascista desde sus trincheras. Y tanto Victoria como Silvina encuentran también allí un espacio de sororidad y de intervención política concreta no sólo por medio de sus escritos sino participando activamente de distintas agrupaciones, sólo de mujeres o mixtas.

Un segundo momento, el del surgimiento del feminismo de la “segunda ola”, encuentra a las mujeres locales actuando en agrupaciones de izquierda, revolucionarias y muchas otras conformando sus propios grupos feministas. Mujeres de clases medias, urbanas, muchas universitarias, proponen mirar hacia dentro de las experiencias personales y de la vida cotidiana de sí mismas. Pues es allí donde se fermenta el patriarcado y las relaciones de dominación de un sexo sobre otro.

El ejemplo de María Luisa Bemberg (cineasta y escritora) fundadora de la Unión Feminista Argentina en los tempranos 70, ilustra quizá estos nuevos modos de interpelación desde las banderas del feminismo. Sus apuestas estéticas reemplazan ahora las grandes manifestaciones o actos políticos tal cual vimos en los años 30 y 40. En resumen, focalizando en estos dos momentos de las acciones de mujeres en Argentina, hemos intentado visibilizar algunos nombres propios, modos específicos de organización y proyectos políticos concretos que tuvieron a las mujeres como protagonistas de la Historia con mayúsculas. Tal como cerramos el hermoso encuentro propiciado por Universos, me gustaría cerrar mi brevísimo registro de percepciones e ideas con una hermosas y verdadera poesía de Gabriela Mistral.

“Todas íbamos a ser reinas” (Gabriela Mistral, 1938)

Todas íbamos a ser reinas,
de cuatro reinos sobre el mar:
Rosalía con Efigenia
y Lucila con Soledad.

En el valle de Elqui, ceñido
de cien montañas o de más,
que como ofrendas o tributos
arden en rojo y azafrán.

Lo decíamos embriagadas,
y lo tuvimos por verdad,
que seríamos todas reinas
y llegaríamos al mar.

Con las trenzas de los siete años,
y batas claras de percal,
persiguiendo tordos huidos
en la sombra del higueral.

De los cuatro reinos, decíamos,
indudables como el Korán,
que por grandes y por cabales
alcanzarían hasta el mar.

Cuatro esposos desposarían,
por el tiempo de desposar,
y eran reyes y cantadores
como David, rey de Judá.

Y de ser grandes nuestros reinos,
ellos tendrían, sin faltar,
mares verdes, mares de algas,
y el ave loca del faisán.

Y de tener todos los frutos,
árbol de leche, árbol del pan,
el guayacán no cortaríamos
ni morderíamos metal.

Todas íbamos a ser reinas,
y de verídico reinar;
pero ninguna ha sido reina
ni en Arauco ni en Copán…

Rosalía besó marino
ya desposado con el mar,
y al besador, en las Guaitecas,
se lo comió la tempestad.

Soledad crió siete hermanos
y su sangre dejó en su pan,
y sus ojos quedaron negros
de no haber visto nunca el mar.

En las viñas de Montegrande,
con su puro seno candeal,
mece los hijos de otras reinas
y los suyos nunca-jamás.

Efigenia cruzó extranjero
en las rutas, y sin hablar,
le siguió, sin saberle nombre,
porque el hombre parece el mar.

Y Lucila, que hablaba a río,
a montaña y cañaveral,
en las lunas de la locura
recibió reino de verdad.

En las nubes contó diez hijos
y en los salares su reinar,
en los ríos ha visto esposos
y su manto en la tempestad.

Pero en el valle de Elqui, donde
son cien montañas o son más,
cantan las otras que vinieron
y las que vienen cantarán:

-«En la tierra seremos reinas,
y de verídico reinar,
y siendo grandes nuestros reinos,
llegaremos todas al mar.»

*Dra. María Eugenia Bordagaray, docente de la Universidad Nacional de La Plata

Ir al contenido