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SE: Patricio, contanos cómo y cuándo llegás acá a la Argentina y por qué?

Patricio (P): Llegué a fines de los ’80, un fin de década bastante complicada para Chile… Se comenzaban a exteriorizar los sentimientos y diferencias que promovían más de 10 años de dictadura. Los jóvenes de aquel momento, en especial, aquellos más rebeldes comenzábamos a sentir una suerte de limitación con las imposiciones políticas y las tradicionales formas de vida en Chile. Un sistema demasiado alineado: terminar la secundaria, dar la prueba de ingreso a la universidad, y si esto fallaba comenzar a buscar trabajo.

SE: época de Pinochet no?

P: Así es. Con un grupo de amigos que nos entusiasmaba el salir a mochilear, poco a poco fuimos sintiendo que el país nos quedaba un tanto chico y comenzamos a buscar opciones en el extranjero. Así fue como la gran mayoría lo hicimos.

SE: te viniste vos con amigos…

P: Vine con dos amigos más, el resto se desparramó por el mundo. Muchos a Australia, Canadá y Europa. En los dos primeros países las colonias de chilenos son muy grande y suelen prestar mucha ayuda a los que deciden ir a radicarse. Con estos amigos, en realidad ya habíamos hecho gestiones con la Universidad Autónoma de México la que nos brindaba todas las facilidades para estudiar. En ese entonces ese país recibía a muchos estudiantes latinoamericanos en cuyos países de origen existían estos gobiernos militares.  Acá en Argentina nuestra radicación fue más por una cuestión de casualidad. Estaba en nuestra ruta de viaje hacia México, el que debíamos realizar de acuerdo a nuestro plan en lo que quedaba del 86. Hicimos una parada en Córdoba, donde teníamos unos amigos con los que salíamos a escalar en Chile. La hermana de uno de ellos ya nos había comentado sobre las buenas oportunidades para estudiar en Argentina, sin tener que pasar por esa burocrática prueba de ingreso, y lo que era interesante para nosotros, estudiar lo que quisiéramos. Incluso, ya nos había conseguido cupos de estudio y bueno, la decisión estaba en nosotros en quedarnos o seguir.

Vino entonces el momento de dejar el país. Yo ya estaba estudiando porque habíamos dado la prueba, en la Universidad de Concepción. Mi objetivo era estudiar periodismo, pero los cupos eran escasos y el puntaje muy altos. Por lo que tome la opción de ingresar a una carrera de traducción en idiomas con mención en alemán, y luego ver alguna posibilidad de cambiarme de carrera, de manera interna, pero las cosas no estaban resultando como yo esperaba. Por otro lado, estaba involucrado en actividades deportivas y sociales: en lo deportivo practicaba andinismo y en lo social, formaba parte de una unidad de bomberos voluntarios, por lo que los amigos abundaban por todos lados. Esto hizo aún más difícil tomar la decisión. De hecho eran pocos los que compartían esta idea de irnos fuera del país, y más aún como mochileros, pero nuestro espíritu de aventura fue más fuerte y decidimos dejar Chile. Mi generación es una generación de muchos mochileros, y de grandes desarraigos.

SE: esas experiencias habían sido en Chile?

P: En Chile, y un poco en Perú, en Bolivia, un poco de Ecuador también, en fin. Pero como te digo, todo así, muy rústico, muy artesanal. No eran épocas de internet, o de selfies, todo iba quedando registrado en nuestra memoria nada más.

SE: ya conocía Argentina?

P: El Sur. La parte del Calafate, Perito Moreno, toda esa zona que también la habíamos escalado pero por el lado chileno. Y bueno, la historia es que llegamos acá, aparece como te digo esta familia, que nos consiguió hospedaje… esta amiga que te comentaba, había estado moviéndose para conseguirnos, en especial, becas de estudio en la Universidad Nac. De Córdoba.  Así es que cuando llegamos, prácticamente nos tenía esta sorpresa y en esa semana que decidimos quedarnos en Córdoba, nos mostró esta Universidad; nos había concertado algunas entrevista y de ahí en más el destino final fue Córdoba. Y nos quedamos y solo uno siguió.

SE: ¿A México?

P: Claro, se fue directamente a México, pasó por Brasil, éramos una generación de jóvenes que no media mucho los riesgos y nos mandábamos a lo que venga. Creo que hoy en día por ahí no se da mucho esta actitud. Te aclaro que si hoy mi hijo tuviera esta idea me generaría una preocupación enorme, pero también me ha enseñado que el ser humano se va adaptando. Lo hice en su momento, y hoy lo hace mi hijo aunque un poco más cómodo, viviendo y estudiando solo en Mar del Plata

SE: ¿tus padres no dijeron nada en su momento?

P. no, no… la verdad es que es bastante curioso porque hoy le pregunto a mi madre, que es la que está con nosotros (mi viejo falleció en el 95) y ella dice “no, en realidad, los veíamos tan seguros… y a vos fundamentalmente (por mí)… además ya venías escapándote…”. Porque era una época donde yo decía “voy a estar en… (Ponele, en términos de distancia) Azul… y los llamaba desde Tucumán” y mis viejo se agarraban de los pelos. Llegó un momento en que no me pudieron frenar y lograron entender que sabía cuidarme bastante bien. Ya tenía mis años, estaba en los veintipico a fines de los ’80. Por otro lado, el estar con esta familia de mis amigos me generó esa tranquilidad para quedarme en Córdoba

SE: Y tu mamá siguió allá en Chile…

Toda la familia siguió en Chile. El único que movió fui yo, y bueno la cuestión es que me puse a estudiar, mis hermanos luego hicieron sus carreras también, pero en Chile, uno es Ingeniero Forestal, otro Ingeniero Acuícola y la mujer es Educadora Diferencial.

SE: Así que te quedaste estudiando acá… qué estudiaste?

Periodismo., licenciatura en comunicación social. Y ahí arrancó toda la historia de quedarme en Argentina…

SE: y cómo llegas acá, a Tandil?

Bueno, en el ochenta y cuatro en el sur, Los Antiguos, conocí a una tandilense, que hizo que me acercara a Tandil. Además, en el 87-88 las cosas comenzaron a complicarse en lo político-social en la Argentina, que explotó con la entrega anticipada del gobierno de Alfonsín a Menem. Mucha conmoción económica, costaba mantener el día a día. No había clases, creo que el 88-89 prácticamente tuvimos muy poco, esos años casi que trabajaba gran parte del día. Se rendían los exámenes libre, en fin, todo muy complejo. Surge la posibilidad de venirme a estudiar a Olavarría, ya que se habría la facultad de Sociales, de la UNICEN, con lo cual me vine para acá, pedí el traslado, el cambio de facultad, con las equivalencias, porque en Córdoba ya había hecho el primer año y gran parte del segundo… así que bien. Estaba encantado con la incorporación de conocimientos desde acá, a pesar de que llegué en una época compleja, con una crisis sociocultural bastante grande, me siento orgulloso de haber tenido esta oportunidad de prepararme en Argentina.

SE: dijiste que volviste a Chile a trabajar, cómo fue? Terminaste de estudiar, trabajaste un poco acá y te fuiste?

P: Estudiar esta carrera realmente fue lo que yo esperaba, a través de ella pude incorporarme en proyectos académicos como ayudante de cátedra, uno en especial fue el de los cursos de ingreso en la facultad de Humana, para ingresantes a las carreras de Gestión Ambiental y Relaciones Internacionales; también estaban mi trabajo en el diario El Eco, y en algunos medios locales. Para esos años, fines de los noventa, ya comenzaba aparecer internet, lo cual facilitó mucho el poder escribir. Y he seguido con esto, ahora más que nunca. También a fines de los 90, comienza mi etapa como docente en colegios secundarios, la que fue otra experiencia maravillosa, que se proyectó alrededor de diez años, hasta el 2004 dando clase en materias asociadas a la comunicación.

A partir de este año tuve la posibilidad volver a Chile a trabajar, en un Proyecto Internacional con el Gobierno Alemán, en el cuidado y conservación del Bosque Nativo, a cargo del área comunicacional en la zona sur de Chile. Mi labor era proyectar a la sociedad el trabajo que realizaban ambos gobiernos, y tuve la oportunidad de relacionarme con profesionales alemanes y chilenos, tanto del área forestal, medioambiental y periodistas. Me sentí muy bien haciendo esta labor y el Proyecto me lo hizo ver de esa manera también, solicitándome participar en el cierre de sus actividades en Chile, que fue en el 2007, donde presentamos un informe final y se revalorizó la importancia de la comunicación como herramienta para difundir un tema tan sensible para los ecosistemas naturales nativos del sur de Chile.

SE: y tu familia?

Bueno, mis dos hijos, Juan Ignacio y Camila quedaron acá, en esos cuatro años. La idea era que luego ellos se fueran a Chile, pero poco a poco fui entendiendo, con un poco de pesar, que ya no se podía dar esta suerte de “repatriación” a la que aspirábamos con mis hermanos, habida cuenta que ya habíamos empezado con algunos proyectos de negocios. Una de esas voces que me expuso esta dificultad fue mi hijo, quien no veía con mucho optimismo el ir a radicarse a Chile. Una razón que me dejó pensando y luego, mientras permanecía en Chile, evaluándola, fue las diferencias de exigencias que la secundaria impone tanto en Chile como en Argentina. Comencé a consultar en Chile; me reencontré con algunos docentes de mi época de secundaria que realicé en Puerto Montt, y ellos coincidieron con esta idea de mi hijo. Muchos argentinos que buscaban mejores oportunidades, incluso familias chilenas que con este “desarrollo económico chileno” intentaban el regreso, me confesaban la gran dificultad de adaptación, para el estudiante argentino en el sistema chileno. No lo pensé mucho y mi idea de permanecer en Chile quedó para otro momento, entendiendo que hay situaciones que no se pueden forzar. Mi hijo, con su simpleza me dio a entender que este cambio iba a ser más traumático de lo que ya es un cambio de por sí.

SE: qué diferencias concretamente veías?

Fundamentalmente, lo veo terriblemente competitivo. Con un sistema educativo que apunta más a fortalecer un sistema de desarrollo productivo concreto. Competencia que ya parte en el jardín de infante, donde los padres hacen largas filas para que sus hijos ingresen a los 3 ó 4 mejores jardines privados de la ciudad, y manteniendo esa misma actitud a lo largo de toda una vida como estudiantes, la otra opción que te queda son las escuelas municipales donde a mi modo de ver, cada vez ayudan a marcar una diferenciación social, que hoy me parece más peligrosa que la que había en la época de mis padres, que se basaba en la concentración de capital, hoy ya no es solamente eso, sino que además, es la concentración de conocimientos. Así, hoy podes ver ranking de los mejores jardines, de los mejores colegios primarios, secundarios y de las mejores universidades publicadas en los medios de prensa. Y este ranking está en directa relación con el mercado, y en función de eso los padres van eligiendo, con la garantía que sus hijos tendrán mejores oportunidades laborales. Es decir, mirando siempre el éxito en la vida desde lo material. Comprenderás que esa realidad tan impositiva, contrarresta totalmente con nuestra forma de entender la educación, más liberal, no solamente en el sentido ideológico, sino que además en lo económico. No me parece mal que una sociedad priorice su desarrollo económico, lo que cuestiono son las formas para no establecer en ellos un sentido de competencia, que en algún modo termina siendo clasista, creo finalmente que con el conocimiento no se compite, sino que se integra a una sociedad.  Esto obviamente, hace que me sienta mucho más cómodo en Argentina que en Chile.

SE: eso te quería preguntar… extrañas Chile cuando está acá? Extrañas Argentina cuando estás allá?

Mirá, en realidad lo que me pasa es algo que seguramente le debe pasar a cualquier inmigrante. Incluso muchos chilenos en Australia, en Canadá, incluso extranjeros viviendo acá en Argentina, coinciden en esto: no me siento ni de acá ni de allá, te queda la cuestión emocional que está adherida a tu origen, pero después vas adaptándote a la idiosincrasia del lugar. De esta forma, en Chile, soy argentino, y acá soy chileno, lo cual siento que me enriquece desde lo personal, pero a nivel social genera algunas rarezas. No obstante esto, mi carácter liberal creo que se ha potenciado más acá, a pesar de que siempre quedan algunas características de chileno, a opinión de algunos amigos neutrales, como estos amigos alemanes, con quienes trabajé y con algunos de ellos seguimos haciéndolo vía internet. Ellos me ven bastante más desprejuiciado, y esto es simplemente el producto de esta adaptación, a este vivir tantos años de este lado de la cordillera. Somos una sociedad de expresar nuestras emociones, a veces exageramos un poco pero qué más da somos así, nos mandamos y a veces no medidos consecuencias. Así nos va, pero…

SE: me encanta porque hablás de nosotros: “no medimos”… jajaja

Claro, hay anécdotas, donde uno va midiendo estas reacciones. Me pasó mucho en este tiempo que estuve trabajando en Chile, y con los alemanes, me adapté más fácilmente que con los chilenos. Una de ellas me pasó en un momento que necesitábamos material impreso.Cuando trabajas en difusión con una institución siempre necesitas algo, folletería, etc. Y no disponíamos de recursos, pues esto era una actividad que estaba fuera de la planificación. Nosotros estábamos trabajando en ese momento en el sur de Chile con comunidades rurales y urbanas en un tema de consumo de leña y su incidencia en los bosques nativos. Se necesitaba armar un material didáctico para estas personas, y que a su vez acompañara las charlas de los profesionales.  Fue así como dimos con un contacto que nos habíamos hecho en una de las tantas jornadas y seminarios que asistimos sobre estos temas. Un profesional que trabajaba en Casa del Gobierno Nacional, en la parte de impresiones. Me acercó su tarjeta con un simple comentario “es muy bueno lo que están haciendo, el día que necesiten algo para imprimir, acá está mi tarjeta”. Cuando se nos presentó este inconveniente le fuimos a ver y sin mediar mayor burocracia le pedimos diez mil folletos ante la sorpresa del “gringo” y que me quedó mirando más de reojo cuando me senté en el escritorio de esta persona, a solicitud de él, y me puse a enviar directamente al encargado de impresiones de La Moneda lo que necesitábamos. A los quince días tuvimos cinco mil folletos, realizamos nuestra actividad de difusión y solo nos reíamos porque sabíamos que siguiendo el procedimiento normal, tan cargado de burocracia, no conseguíamos nada.

SE: eso es bien argentino (risas).

P: Claro! Pero esto no implica que todo en Chile sea como muy cerrado o burocrático. En realidad la burocracia está en todos lados, el tema son los mecanismos que hay en uno u otro lado para obviarla cuando ésta complica el desarrollo de algo importante. Siento, por esta experiencia de vivir en dos realidades culturales distintas ayuda para ser más simple, más pragmático, sin faltar el respeto a nada ni a nadie, claro está. Esto me parece que es muy propio de nosotros, y es algo que me parece interesante de rescatar. Es como “el atarlo con alambre”, pero sólo para salir del paso. Siento que en Chile por ese respeto a lo institucional, ni siquiera nos permitimos este “atar con alambre”, que lo asocio a algo creativo, que nos ayuda a salvar una situación. Por ahí, quizás para nosotros esta actitud se vició porque ese “atar con alambre”, la transformamos en un problema resuelto cuando no debería ser así.

SE: y de costumbres? Conservás algo?

Hecha esta aclaración, cuando te movés por la vida, muchas cosas personales suelen ir quedando, ya sea en el camino o en algún lugar. Lo que se conserva, tu origen, el ser chileno, eso realmente se siente, y es muy agradable sentirlo porque es como el sello natural, además de ser hincha del mejor club del mundo: Colo Colo.Todo esto te permite decirle al mundo que vienes de un lugar. Es ser diferente y sentir que el otro respeta esa diferencia, y que por consiguiente podés compartirla, y además, intercambiar. Con algunos amigos argentinos celebro más el 18 de septiembre comiéndonos una empanada y tomándonos un vaso de vino, pero no por una cuestión de patrioterismo, sino más bien como un intercambio y como una forma de respeto entre vecinos, vecino que hoy se vino a vivir de este lado de la cordillera. Eso lo valoro y me encanta. Porque son las personas, a las que te tocan conocer a lo largo de tu vida las que te van haciendo más o menos agradable tus momentos, tu trabajo, incluso tu vida. Y si tu carácter sociable te lo permite te vas adaptando de manera natural. Y en esta adaptación el argentino tiene mucho que ver, porque te hace fácil esa integración. Al menos me ha pasado, y todos los buenos amigos que hoy tengo, y a los cuales lamentablemente no visito o no saludo más a menudo, me hacen sentir cómodo, al margen que existan otras personas, con las cuales, por otras razones tenés que compartir y que a veces no sea tan agradable.

No hace mucho estaba con alguien asociada a mi trabajo, íbamos en su auto por una avenida en Capital y en un semáforo, se acerca un sujeto con tonada a país limítrofe y ofrece limpiar el parabrisas, esta persona que a su vez iba conduciendo, un tanto nervioso, saca algo de dinero, se lo da, y le pide que por favor no le limpie nada, sube el vidrio y me dice “esto es lo que le hace mal a la Argentina, estos negros de países limítrofe”. Lo quedo mirando y le digo, “después de este comentario, me tengo que bajar?”, nos largamos a reír. Me pidió disculpa y a pesar de lo duro que es escuchar una frase así, comprendí y comprendo ese hablar sin filtro, que a veces trae consecuencias negativas (como pudo ser en este caso). Supongo que también acá la variable edad influye. De más joven a lo mejor me hubiese ofendido, pero hoy siento que es un rasgo local que se puede comprender, obviamente que no aplaudir, pero se puede intentar un cambio de actitud. Esto a mi modo de ver es positivo, porque ayuda a saber realmente quiénes y cómo somos. Nos debería ayudar a mejorar, posiblemente en muchas cosas, pero, lo perfecto no existe. Esta forma de entender la vida también tiene que ver con esta permanencia en este país. La veo tan amplia como cuando mirás el plena pampa el horizonte. A lo mejor por esa misma amplitud cuesta encontrar respuestas al por qué somos como somos, en este país.

  Con respecto a cosas que me han costado adaptarme, las he visto un poco más ahora que trabajo en el ámbito privado, y que tiene que ver, con esta suerte de exageración a mirar las cosas con demasiada simplicidad, en momento que no deberíamos hacerlo. Cuesta mucho la planificación. Es como dejar que alguien o algo resuelvan las cosas.

SE: qué raro que no se planifique en lo privado…

Porque a veces también se genera esta comodidad, y por consiguiente cierto conformismo. Esta idea de que sea otro que resuelva un problema. Supongo que también esto está asociado a los momentos complejos desde lo económico y social por los que estamos atravesando. Y que de algún modo, la Argentina también va cambiando frente a esta tendencia a homogeneizar que se impone desde lo dominante. A veces, frente a las crisis la mejor respuesta es hacer lo que te dicen y no lo que deseas hacer. Es raro todo, porque cierta parte del mundo “desarrollado” incorpora nuevas metodologías de laburo, organiza mejores estrategias educativas y estructura novedosas formas de convivencia social, o incluso, algunos vuelven a comportamientos primitivos de acercarse más a una vida más natural. Nosotros acá, teniendo todo no nos podemos organizar mejor. Y cuando digo todo, pienso, en grandes hombres de ciencia, grandes profesionales, grandes seres humanos, pero por alguna razón siempre aflora lo más negativo nuestro.

SE: y su familia suele venir a Argentina?

Mis hermanos estuvieron hace años atrás.Mi madre también, bueno, ella cuando estaba bien de salud, fue la que más disfrutó, porque nuestra hermana estuvo viviendo unos años en México, así que sus traslados pasaban por estos países, entonces ella lo disfrutó, al tener que ir a visitar a sus nietos. En un tiempo en casa, en especial los fines de años, los sobrinos hablaban de “chamarras” (mexicanas), “camperas” (chilenas) y “chaquetas” (chilenas) para referirse a un abrigo.

SE: se la pasan viajando!

P: Sí, porque se dio esto esta posibilidad de poder salir del país, en el caso de mis hermanos, como profesionales en sus áreas de trabajo y en mi caso, simplemente por esa búsqueda de espacios más amplios. Me considero un librepensador y supongo que tenía que venir a un país grande para pensar mejor. No lo sé. El punto es que esta tierra me dio dos motivos para pensar que el mundo puede ser algo mejor: mis dos hijos y una preparación que refuerza intelectualmente mis decisiones.

SE: qué te gustó y qué te chocó de la Argentina?

Cuando voy a Chile y con quienes discutimos el tema de la integración social, pongo como ejemplo el tema de la gratuidad de la educación en Argentina. Observando esta responsabilidad casi sagrada y que se defiende como un animal en extinción creo que es un claro ejemplo que no se debe marcar diferencias en los pibes cuando se trata de educarlos. El hecho que todos tengan una raíz común buena o mala, marca algo sobre la cual nadie saca ventajas. A diferencias de lo que ves en Chile, donde los mismos chicos son los que marcan la diferencia entre una escuela y un colegio: las escuelas son públicas (municipalizadas) y los colegios son privados y de mejor nivel. Ver que en un jardín de infante no importa si los padres son esto o aquello, me suele impresionar, comparándola con la realidad chilena. Y sospecho que al marcar en Chile esta diferencia social ya en el mismo jardín está entregando los primeros elementos para entender el por qué de la desigualdad que no sólo es material y que hoy mucha gente lo asume como natural, porque se lo han marcado desde niño.   Esto me sigue pareciendo una cosa estúpida en Chile, y valoro y ojalá la podamos defender siempre, esta, diría, casi marca registrada argentina, de la educación ser pública, laica y gratuita, con más de 100 años sosteniendo este derecho.

Con respecto a lo que no me gusta, creo que está asociado al culto a los personalismos. Supongo que esto está asociado a esa tendencia a idolatrar a los caudillos, con todo lo que esto implica. En lo personal, no tengo ni me gustan los modelos. Y por consiguiente, no me considero modelo de nada, simplemente soy un ser humano con grandes defectos y grandes virtudes. Siento que ahí está gran parte de nuestros conflictos no resueltos como sociedad.

SE: Por qué?

Porque a partir de eso vivimos en arcaicas antinomias, que nos llevan más por el camino de la discusión y la confrontación más que por el lado del desarrollo integral. Cuando la discusión es por un equipo de futbol, si es Boca o es River, no hay problema, ahora cuando es un partido político, cuando todo lo que hace uno lo borra el otro, está claro que nuestro avance no será al mismo ritmo que el de otros países que no tienen este problema y que pueden integrarse de mejor manera.

Y si a esto le agregamos esa frontalidad propia del argentino, la cual me parece sana, pero en este contexto, más que facilitar la comprensión de nuestras posturas genera esa confrontación que nos mantiene a merced de quienes logran obtener un poder y asumen con la clara idea de imponer aún más estas diferencias.

SE: te acordás de algo que te haya sorprendido o maravillado?

Participar de la celebración del campeonato del mundo del 86, tomando cerveza por las calles de Córdoba. Andábamos con amigos chilenos, y nos encontrábamos en medio de todo eso, y de pronto dijimos: “esto es ser campeones del mundo…” Esto significa ser campeón del mundo, volverte loco, cantar en las calles, una impresión social que nunca habíamos vivido en Chile, fue impactante realmente.

  Lo otro que me impacto es esa pasión para el debate político. En ese tiempo, trabajaba en Córdoba en un restaurant, a la noche, y justo en la vereda de enfrente estaba el Comité Radical. Entonces cruzaba a dejarles café y escuchábamos de política, y debates, y esa cosa me encantó. Eso de charlar apasionadamente, de juntarte, de tener un espacio… lo veo poco ahora, como veo poco por ejemplo las picadas del domingo previo al almuerzo.

SE: además en esa época, estaba la euforia por la vuelta a la democracia.

Seguramente, pero yo creo que el argentino fue siempre así, porque es como un rasgo característico. Apasionado y hasta melodramático si se quiere. Y estas actitudes suelen copiarse, de hecho me lo remarcaron en Chile. Cuando estaba trabajando con el proyecto, con mi costumbre a media mañana de pasar por un  café a ese lugar que uno elige, y en donde aparece alguien con quien charlar un rato; un día se me acerca el dueño del café al que ya era cliente y me dice: “Vos sos argentino, no?”. Me río y le digo: “no, en realidad hace bastante que vivo en Argentina, pero en realidad soy chileno”. “Ah, porque tenés la costumbre de venir todos los días a la misma hora”, y eso en realidad, es una costumbre muy típica nuestra. El chileno no tiene esa costumbre, esos rituales, de entrar al café, ir a la barra, buscar el diario, platicar con desconocidos, como si le conocieras de toda la vida.

SE: tomás mate?

Sí! Bastante

SE: ah, bueno, pero allá en Chile también toman, en el sur.                 

Claro, en el sur. Tiene que ver con costumbres de la época de la colonia y en donde se llevaba y traían costumbres. El mate fue una de ellas.

SE: y vos de qué zona sos?

De Santiago…

O sea que nada de mate. Lo probaste acá.

Exacto.  Pero igual es algo que incorpore a mi rutina diaria, y voy a Chile con mi equipo y me bajo mis termos de mate, y además ya tengo hijos grandes, lo que me permite también con ellos compartirlo. En mis épocas de docente me resultaba muy práctico para integrarme a mis alumnos. Yo mismo solía llevarlo, a veces de manera clandestina.

SE: y que pasa con la comida? Hay muchas diferencias gastronómicas?

Sí, sí.

Extrañas eso? Cocinas platos típicos acá? Llevas comida de Argentina para allá?

Sí, al principio extrañaba más la variedad. Acá cocino las empanadas, las cazuelas, tengo a mi hijo que ahora está estudiando chef, tenemos otro tema en común con él como para charlar, de vinos, de comida, entonces, yo con él siempre fui haciendo cosas, incorporé el tema de las legumbres, viste que el argentino no es muy de las legumbre. Toda esta diversidad en productos hace que no tenga muchos problemas para adaptarme. Igual, lo que más se extraña son los productos de mar; las almejas, los mejillones, en fin hay tantas cosas. En Chile vos vas a los mercados y hay una variedad impresionante de alimentos, y de vinos, y esto hace que existan ciertas rutinas familiares que giran en torno, por ejemplo a la cocina. En mi casa, por ejemplo, en la que crecí, todo giraba en la cocina, estaba el ritual de sentarse a comer, a desayunar, a tomar once, al living solo se iba al final del día a mirar un poco de televisión. Hoy esas rutinas cambian. No hay mucho tiempo para alimentarse, aunque intento con mis hijos mantener ese respeto por esos rituales. Al menos los fines de semana, aunque es difícil con tanto celular y cuanta cosa tecnológica.

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