DSC_0109-MediumErnesto Sábato, uno de esos pocos hombres. Miguel Santagada, Sábato como humanista

La figura de Ernesto Sábato es ejemplar por diversas razones y para diversos propósitos. Los más jóvenes, sometidos a un ritmo de dispositivos culturales despersonalizados, cambiantes e inestables,  podrán valorar en este escritor argentino a un hombre con ideales constantes. Siempre abocado a la lucha por la justicia, por la reparación de las personas vulnerables, por el respeto a la Naturaleza y por el amor a la vida. Fundamentalmente, Sábato es un humanista, no un prócer de bronce, montado en un caballo y con un sable en la mano.

Como humanista, Sábato incurre en contradicciones y perplejidades. La vida no es un tratado de lógica. Visualizar las contradicciones ajenas ayuda a no creerse exento de ellas. Su pasión lo lleva a buscar, pero nunca está satisfecho con lo que encuentra: de su obra escrita, él confiesa que ha incinerado mucho más de lo que ha publicado. Una pasión insatisfecha, pero renovada y expectante es un ejemplo que puede orientar a los jóvenes de hoy.

Las enseñanzas que nos deja Sábato no están tanto en sus textos como en su vida, en su existencia pública y privada. Son importantes sus textos sobre la literatura, la cultura, la eduación, la autoridad, la política. Pero en su vida no rehusó compromisos difíciles, no se resignó a puestos encumbrados o a altos salarios a cambio de sus principios. Un hombre sensible, atento a las injusticias, preocupado por los riesgos del progreso técnico, entregado a la pintura y a las letras está enamorado de la vida pero de un modo admirablemente diferente. Y en eso Sábato está muy lejos de cualquiera de los demás.   Por eso, vale la pena conocerlo y discutir con él. En la polémica, que es una forma de búsqueda, fructifica más la inteligencia.

Adelantado a su tiempo

Muy de tanto en tanto aparecen personas  de talentos inigualables. El ámbito donde destacan esas personas  es preferentemente la actividad imaginativa. No solo en artes como la música, la pintura, el teatro o la literatura. También  en la ciencia, la política y hasta en la vida familiar encontramos seres extraordinarios. Algunos de ellos se expresan con palabras que muy pocos usan, o atienden detalles que muchos descuidamos. Casi siempre son incomprendidos o cuestionados. Los que tenemos la oportunidad de advertir que están cerca de nosotros tampoco podemos aprovechar del todo su visión de las cosas. Compartimos con ellos los lugares y algunas circunstancias, pero ellos se encuentran un poco más allá del presente, un poco más cerca del mañana. En Ernesto Sábato se ha dado la conjunción de estas características.  Un hombre como muy pocos, con ideas y perspectivas que a muchos les cuesta comprender. Este pensamiento se expresa con precisión en la frase que él acuñó: Ser original es en cierto modo estar poniendo de manifiesto la mediocridad de los demás.

El contraste entre multitudes más o menos homogéneas y minorías de personas destacadas ha dejado suponer que las épocas dan vida a ciertos modelos o capacidades. Las mayorías  tienden a encarnar cómodamente esos modelos. En las distintas épocas muy pocos se resisten a reconocer la validez de esos modelos y ensayan alternativas o variantes  con respecto a los hábitos, creencias o ideas de su época. Hay por lo menos dos opciones para rotular estas formas de resistencia: los menos tolerantes llaman locos o engreídos o excéntricos a quienes se rehúsan a seguir la corriente, y buscan respuestas allí donde nadie siquiera se atreve a formular preguntas. Otros, en cambio,  observamos con admiración esos talentos, y creemos que quienes los detentan son personas geniales, que en cierta manera se han adelantado a su tiempo.

Ernesto Sábato es uno de esos individuos cuyo talento lo ha mantenido a distancia del resto de sus congéneres: escritor latinoamericano que no fue protagonista del denominado boom literario de los años 60, como lo fueron Cortázar, García Márquez o Vargas Llosa. Tampoco fue como Borges o como Bioy Casares: no escribió cuentos, y sus novelas son más psicológicas que fantásticas o de cierto matiz policial. Sus ensayos exponen ideas propias y de autores que como Sábato se encontraban en cierto modo fuera de época, es decir, adelantados en la percepción de problemas que no habían concitado hasta entonces más que algunas preocupaciones esporádicas.

Sábato también fue antiperonista, pero también de un  modo singular: cuestionaba el autoritarismo, la demagogia, la persecución de los opositores. Por esa misma razón, y estando vinculado con la dictadura encabezada por el general Lonardi denunció las torturas con que el régimen autodenominado Revolución Libertadora castigaba por sus ideas políticas a los dirigentes peronistas encarcelados sin orden judicial. Su odio a Perón no le impidió exaltar a Eva Duarte por su coraje, sus convicciones y su liderazgo entre los humildes.  Además, ponderaba que las masas humildes y desposeídas de nuestro país obtuvieran el reconocimiento de sus derechos sociales y políticos durante la década peronista. Pero Sábato no defendió esta opinión con  argumentos sociológicos, apropiados para el debate intelectual: más tarde habría de relatar que en medio de los festejos por el golpe cívico militar que destituyó al gobierno peronista, él mismo se vio cuestionado por el llanto inconsolable de dos indias que expresan así su duelo por el fin del régimen popular.

Este hombre que se adelantó a su época fue de los primeros intelectuales en discutir el enciclopedismo, esa manía de confundir erudición con cultura, de asignar preponderancia a la información descontextuada y fragmentaria. Y citando a otro hombre fuera de época, Montaigne, recordaba que “saber de memoria es no saber”.  Con respecto a la enseñanza de la literatura, llegó a proponer que en lugar de recorrer la historia desde el pasado hasta el presente, se intentara el camino inverso, dado que los autores contemporáneos “son los que mejor podrían hacer prender en los estudiantes el amor por la literatura, dado que son los que mejor hablan en lenguaje cercano a nuestras angustias y esperanzas”.

Así, el  autor literario y el intelectual formado gracias al libro, recuerda que la cultura se transmitió de diversas maneras mucho antes de aparecida la imprenta. Una vez más, adelantado a su época, señala: “la cultura se transmite a través de todas las actividades del hombre, desde la conversación hasta los viajes, oyendo música y hasta comiendo”.  En sus apostillas autobiográficas podemos leer que a pesar de su profunda preocupación por el sentido de la existencia, eligió las matemáticas como refugio seguro de orden y simetría, No tardaría en alejarse de la ciencia, antes de los 40 años de edad, y en advertir los peligros que la técnica y el dominio científico de la naturaleza acarrearían a la humanidad. También en estos contrastes y en estas actitudes vemos en Sábato a un hombre como muy pocos hombres de su época, un adelantado.


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