SE: ¿Cuáles eran las costumbres de sus antepasados en Siria?

“En Siria trabajaban de agricultores, fabricantes de anís, vineros y licoreros. Era una aldea muy tranquila, donde los chicos  jugaban a las escondidas, carreras con burros y nadaban en los ríos. Los juguetes eran todos hechos por ellos: camiones, caballos. Comían las comidas típicas, ricas en frutas, verduras, cordero, aves producto de su trabajo y pescados. Bailaban música folklórica tradicional árabe: dabkee y rahsa. En el campo de ellos, que todavía se conserva, también vi con asombro una pequeña casa de piedra. Con techos en parte abovedados y con un sector incrustado en la montaña. Estaba dentro del campo de su propiedad. Estos habitáculos son llamados allí como Beitun que es un diminutivo de beit que significa casa. Es decir, es una casa pequeña, en donde dejaban su ropa limpia antes de ir a trabajar, y sus herramientas. Todavía se conservan las herramientas de esa época en el mismo lugar y dos camisas de trabajo que seguramente serían suyas.  Ese campo era trabajado por los tres hermanos, Salvador Issa Salum, Anís y Nahima, la única hermana mujer. Ellos después terminaron sus vidas en Argentina conformando una familia que supera ya los ciento cincuenta miembros. El apellido original es Hallak  que fue modificado cuando ingresaron en la oficina de inmigraciones de Buenos Aires.

SE-: ¿Qué historia se ha contado en la familia y que siempre se recuerda?

“Desde muy chicos, en casa siempre se contaba una historia de una amiga de la familia, María Gerage – Calam… Ella había venido a la Argentina con cinco años de edad más o menos. Vino con su abuela, en busca de su abuelo, para radicarse definitivamente en este país. Porque su mamá había fallecido cuando ella tenía apenas meses de vida.

Cuando llegaron, el abuelo las fue a buscar al puerto de Buenos Aires, donde llegaban la mayoría de los inmigrantes. El problema fue que la abuela no pudo quedarse en la Argentina porque sufría de una enfermedad virósica infecto-contagiosa que venía de Europa y de Medio Oriente. Era un problema de la vista, llamado glaucoma.

Su abuela no se pudo quedar en Argentina, entonces le entregó a María a su esposo, regresando ella sola a Siria y dejando a la pequeña bebé de cinco años con él.”

SE-:¿ A ella la vuelven al mismo lugar?

“A ella la tienen que devolver a su país de origen y lamentablemente ya nunca más se volvieron a ver porque su abuelita, por sus años, falleció y ella quedó sola acá con su abuelo…”

SE -: Entonces, la abuela volvió a Siria, murió allí y la nietita quedó con el abuelo.

“Exacto, entonces yo siempre escuché esa historia desde chico, que ella se había quedado solita con su abuelo, que luego también murió y ella quedó sola completamente en este país. Pero se pone de novio, se casa y tiene un hijo. En casa se la apreció mucho por lo buena persona.”

SE-: Se hizo amiga de tu familia…

“Amiga de la familia. Yo siempre de chico escuchaba esa historia y pensaba: cómo me gustaría algún día poder acompañarla allí. Se dio la posibilidad en los años ’90. Yo pude viajar allá por un Congreso en el que presenté un trabajo de investigación sobre una zoonosis, que son las enfermedades trasmisibles de los animales a las personas y viceversa. Entonces fui al congreso y aproveché. Me hice una escapada para conocer a su papá, al padre de nuestra amiga de familia.

SE-: ¿Tenía  datos que le había dejado su amiga para encontrarlos allá?

“Tenía algún dato, pero mínimo. Me arriesgué porque viajé con una especie de familiar de ellos, me orienté muy bien y logré ir en taxi hasta allá. Viajé como  tres horas y media en un taxi  entre las montañas hasta que llegué al pueblo. Encontré a todos ellos, una familia excelente. Algunos productores de cítricos, otros comerciantes, y su papá ya muy muy ancianito. Se le llamaba Tabib, que significa médico árabe. Allá está el médico común, que se diploma de la Universidad, con título universitario. Médico árabe le llaman al que tiene algún poder, conocimiento de medicina, el que sabe de todo un poco, el que cura a la gente de su pueblo sin ser médico. Me conecto con él, lo saludo, conversamos, lo filmé y volví. Cuando vuelvo acá al país le mostré a ella. No podía creer que yo había ido a visitar a su papá. Él le habló a su hija que le gustaría verla después de cincuenta años. Él no estaba muy bien, aunque estuvo perfecto en su conversación. Él supuso que mi filmación era como si yo hubiera llevado la televisión y que le estuviera haciendo un reportaje, y decía: “¿ella me estará viendo en este momento a mí o no?”. Él no entendió que yo lo estaba filmando para así llevársela a ella y él hablaba como en vivo, y le mandaba saludos y todo a su hija…,  pero me quedé encantado con la personalidad de él. Me pidió que le dijera a Mari: “Yo soñé que había muerto”. O “yo me morí”, no me acuerdo cómo me lo dijo, o cómo fue…  si él soñó que había muerto o si había muerto en la realidad pero había vuelto a la vida pensando que “yo no podía irme sin conocer a mi hija que estaba en Argentina”. Me dijo por favor que le diga eso a la hija. Y después me confirmaron sus hijos, que él había tenido una especie de fallecimiento, una cosa así… y dice: “y yo volví otra vez a la vida porque yo sabía que a ella la iba a conocer. Yo le prometí, personalmente, le dije: yo voy a venir con ella y se la voy a traer a su hija”! Pasaron dos años y volví, la llevé: otra vez me hice el viajecito hasta allá, en el taxi, por las montañas, qué sé yo, bueno, la llevé. ¡Fue una fiesta…! Al entrar al pueblo se nos hizo de tardecita noche casi. En esa época Siria estaba pasando una época de recesión económica y se apagaba todos los días la luz desde las ocho de la noche hasta las diez. Se quedaban totalmente sin luz.

Así que cuando llegué, llegamos con la luz del taxi, del auto que nos estaba llevando. Entré a la casa de una de las primas de mi amiga, y a la otra, a la otra, y en todos los encuentros la única luz que había era la de mi filmadora. Yo les ponía la luz  mientras las filmaba y se iban viendo. Así fuimos haciendo hasta que llegamos, pero además pasaba que viene uno y se la quería llevar para  su casa, el otro también. Ella lo único que quería era ver a su papá, tenía una urgencia tremenda por ver al padre. Y logramos llegar hasta la casa del padre… bueno, no te puedo contar lo que fue ese encuentro.

SE -: ¿Y a oscuras todavía…?

“Y a oscuras todavía…  Como no eran las diez de la noche no había vuelto la luz. Yo me tenía que volver a Damasco, capital de Siria. La tuve que dejar en compañía de sus hermanos que me dieron la tranquilidad y su papá. Ella me dijo: “Bueno, ahora sí estoy con mi familia, si te querés volver yo ya estoy bien, estoy bien, te llamo por teléfono”, y así la dejé.

A los dos años yo volví y los fui a ver nuevamente y les llevé los saludos de su hija.

SE -: Ah, ella no se quedó ahí…

“No, se quedó ahí un tiempito, con su papá y sus hermanos, con la familia, y todo. Al final terminó conociéndose mi familia con la familia de ella, y siempre mantuvimos un contacto permanente. El pueblo de origen de mi familia está a una hora y media de su pueblo, así que siempre estuvimos en contacto. Coincidimos en que tenemos la misma religión que nos une, que es la católica ortodoxa, que es la misma religión que la católica con la única diferencia que nosotros no creemos en la infalibilidad del Papa. Es decir, lo tenemos al Papa como la máxima autoridad de la Iglesia Católica, pero no podemos decir “su santidad”, nosotros decimos “su beatitud”. Es la única diferencia importante que tienen las dos religiones. Pero también se cree en los santos, se cree en todo, en la Virgen María. Esta religión la tiene Rusia, la tiene Rumania, los armenios.

SE -: ¿O sea que esta chica después volvió sola?

“Claro, después la amiga nuestra volvió sola. A los dos años volví  yo, a visitarlos nuevamente. Me mandó saludos para su hija y le prometí que se la iba a volver a mandar,  que le iba a decir que vuelva, y ella volvió. Y estuvo bastante tiempo, como dos meses  casi, en familia, con ellos, con sus hermanos, su padre. Entonces ella me dijo: “Bueno, ahora sí me cierra la historia, mi vida…”. Ella cerró el círculo de su vida de esa forma. Y quedó muy feliz siempre…

SE:  ¿Qué anécdota recuerda de su familia allá en Siria?

“En uno de mis viajes al pueblo natal de mi familia llamado Rabah, provincia de Homs, Siria, me encontré con la sorpresa de que en la iglesia de la aldea había una foto, entre otras, de mi padre, Salvador Issa Salum. Asombrado, pregunte por qué motivo estaba esa foto ahí, y me comentaron que era porque se lo recordaba muchísimo y nunca había podido regresar al pueblo que lo vio nacer. Él en su juventud se había destacado por un hecho muy recordado: capturó, a los 16 años, a dos bandidos que venían de otro pueblo. Los encontró en su campo de uvas y manzanas, les ató las manos con su cinto y su pañuelo de cuello y a su vez los enlazó al burro  y los llevó caminando hasta entregarlos al “wakil”, que era una especie encargado del pueblo. Por esto recibió un gran reconocimiento y se colgó un retrato suyo en una iglesia, donde se lo mostraba como joven destacado.  Lo llamativo de esta historia es que esa iglesia fue reconstruida nuevamente por un hermano de papá llamado Anís Alak.

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