SE-: ¿Cómo viene José Oyarsun a la Argentina?

“Buscando nuevos horizontes. Mucha gente piensa que en otros lugares es mejor. Pienso que así le debe pasar a todo el mundo.

SE -: ¿Cuándo vino?

“Vine solo, en el 75. Tenía 17 años. Lo que pasa es que yo no tengo padre. Mi madre murió hace poco, estaba cien puntos, le agarró un cáncer de colon y en 4 o 5 meses se fue. Yo ya estaba solo, trabajaba para mantener a mi abuelo. Vivía con mi abuelo y aparte cuando sos chico no ganás mucho. Allá si ibas a aprender no te pagaban. Por lo menos son dos meses que te prueban, tenías que barrer, limpiar, y después te daban unas moneditas. Entonces no, había que buscar otra cosa. Todo el mundo hablaba de Argentina, que lo único que tenías que hacer era venir y juntar la plata. Decían que acá se ganaba bien.

SE -: ¿Y qué le parecía Argentina? ¿Cuáles fueron sus impresiones?

“Al entrar al sur argentino me cambió totalmente la vida. Del lado chileno, por la corriente de Humboldt llueve mucho; todo verde, otra cosa. Del lado argentino es un desierto, porque no llueve. Entonces yo me encontré de este lado, pleno invierno, y dije: “No, si esto es Argentina, yo me vuelvo”. Aparte un frrrío… A las diez de la mañana oscuro. Eso te cambia totalmente la vida, viste. Y alguien me dijo que para la provincia de Buenos Aires era mejor. Pero uno no conoce.

Cuando entré a la provincia de Buenos Aires me gustó. La provincia de Río Negro no, para nada. Pero la provincia de Buenos Aires más o menos tenía otro color. Había plantas, pasto verde, cambiaba. Después estuve en Entre Ríos cortando plantas. Me dediqué a eso, sin tener opciones, porque no tenía documentación argentina. Estuve diez años indocumentado. Fue más que nada por la época de la guerra. Yo pienso que era por eso. Y de pronto en el año 85 pude  conseguir las documentaciones, pude empezar a trabajar con oficio de algo y delante de la gente. Porque antes tenía que trabajar siempre con miedo por si me pedían el documento. Entonces estás trabajando mal. La gente sabía que no tenía documento, entonces en vez de pagarte diez te pagaba cinco. Si te gustaba bien y si no igual. Entonces llegué a tener un camión y no tenía ningún papel. Manejaba, andaba por todos lados.

Acá trabajé en una fábrica y me echaron, no tenía documento. Duré un año y medio. Y no lo podía gestionar. Iba a los consulados, a las embajadas y no había radicación. Y bueno, la luché, la luché. Pero es difícil… es difícil cuando vas a otro país y no tenés apoyo económico, aunque sea un techo para meterte.

No sé, salí de Pinochet y entré acá con Videla, bah, cuando vine estaba Isabelita, y después los militares otra vez. Y allá los militares son peor que estos. Estos son más asesinos a lo mejor, pero allá son jodidos. Allá no mataron tantos como acá. “

SE-: ¿Tenía miedo al no tener documentos? Una época muy complicada.

“Sí, lo que pasa es que yo iba y me presentaba o iba y los saludaba”.

SE -: ¿Y dónde dormía?

“Yo trabajaba y con el manguito ese me alojaba en una pensión. No, en la calle no dormía, trabajé, no te digo que me maté trabajando porque nadie se mata trabajando pero tenía que trabajar, diez horas por día tenía que hacerlo. Si me daban casa y comida, ¿sabés cómo iba? Ganaba poco, no importa, todo servía.

SE-: ¿Y cuándo empieza con su emprendimiento? ¿Su negocio propio, su familia?

“En ese ínterin en el 77 conocí a la que hoy es mi señora. Ahí tuve un apoyo, porque lo que pasa es que era chileno y ya listo, era una mala carta en esa época, y la que me aguantó fue mi señora y yo la aguanto a ella hoy (risas).”

SE-: ¿Cuántos años?

“Y… como 35. Ella tenía 15 para 16 y yo 21. Y hay que vivir, hay que vivir juntos, y de la nada, porque ella tampoco tenía nada. Pero fue un sostén para decir “bueno, salimos acá, salimos ahí”. Y mucha gente no lo hace porque no quiere o no puede pero yo te digo que si hoy no trabajas 10 o 12 horas no te da. Yo no he hecho diferencias, vivo, mantengo a mi familia,  no me puedo quejar, para ser un inmigrante. Hay gente a la que no le ha ido tan bien y hay gente a la que le ha ido mucho mejor.

SE -: ¿En Chile le quedaban familiares, amigos?

“Sí, todo. Tengo hermanos. Yo volví en el año 91. Después de 15 años tenía documento, me compré un auto y pude volver. Y después bueno, las cosas de la vida, el tema de trabajar me ha dado un poquito de tranquilidad. A veces no es tanto ganar sino saber manejar un poco. Conozco gente que gana tres veces más que yo y no se saben manejar.

SE-: ¿Y cuando usted viene a Argentina encuentra diferencias culturales con Chile? ¿Hay mucha diferencia entre ser argentino y chileno en lo cultural?

“Sí… cuando vine yo era un chileno de m… y capaz que todavía lo sigo siendo (risas). No tengo resentimiento con la gente, no. El idioma es igual.

Yo sigo diciendo que es un país maravilloso. Argentina tiene un país que no sé… La gente habla de España, Italia, Francia. A mí me gustaría poner unos barcos para que venga el que quiera de allá. Se llenan los barcos. Lo que pasa es que hay mucha gente que le  habrá ido bien, pero hay mucha gente que tampoco puede volver porque acá dejó… nada, vendió todo y se fue. Yo al revés, yo no traje nada, ahora para irme me costaría.”

Cuando me voy a Chile,  estoy dos semanas y ya me quiero volver. Ya no es lo mismo, viste, cuando vos estás en otro lado. Una suposición: vos naciste en Tandil, te vas a Córdoba de vacaciones. A los diez días ya estas pensando que ya está, demasiado.”

SE-: ¿Sus hijos tienen dimensión de su historia de inmigrante?

“Todavía no. Lo que pasa es que ellos no sufrieron. Ahí, como a veces me fue tan mal, traté de darle lo que yo no tenía. Ese fue el peor error, es el peor error que puede tener una persona. Mi señora no estudió y yo tampoco, entonces “pobrecito, él va a la escuela cuando quiere…”, “no, porque hace frío”. Uno como es joven se va criando a la par de ellos también. Porque yo tengo chicos de 33 años. En el 79 nació mi primera hija, y el más chico tiene 23. Entonces, uno hace la familia sin pensar. Es diferente cuando vienen todas las familias, que vienen el padre, la madre, tenés alguien de quien agarrarte, aunque te reten, no importa…”

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