Compartimos artículo publicado en el diario Miradas al Sur del 16 de febrero. La nota recoge diversas voces y experiencias que, desde la economía social y solidaria, hablan sobre cuáles son y pueden ser los aportes del sector para la desconcentración y el freno a la especulación en el contexto actual.

Consumo cuidado

Por Alejandro Cánepa

Devaluación, aumento de precios, especulaciones, monopolios y oligopolios. Ante estas situaciones, distintas fuentes propician el fortalecimiento de la economía social, nuevos puntos de venta por fuera de los convencionales y controles en las distintas fases de la cadena de producción de un bien.

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El acuerdo conocido como “Precios Cuidados” colocó sobre el escenario mayor de la sociedad la siempre opaca cuestión de cómo los distintos actores de la vida productiva y comercial determinan cuánto pagan las personas por lo que consumen, sean lapiceras o aceite de girasol. En un contexto de inflación, el debate sobre cómo se construyen los precios de la economía cotidiana lleva a repensar el poderío de las grandes cadenas de supermercados, la concentración empresarial en diversas zonas de la producción y las intermediaciones que encarecen bienes y servicios. Este entretejido de protagonistas podría alterarse con la profundización de políticas para fortalecer a la “economía social y solidaria” y la multiplicación de ferias, que eliminan pasos intermedios y garantizan precios más justos a productores y consumidores.
Alejandro Rofman, doctor en Ciencias Económicas e integrante de Carta Abierta, asegura: “La política llevada adelante en este último lapso de tiempo parecer ser adecuada, en tanto no impone precios arbitrarios. Quizá el programa de Precios Cuidados podría ser más amplio, pero uno tiene que verlo más como un punto de partida que como uno de llegada”. Sin embargo, el economista señala: “A largo plazo hay que buscar formas de organización y de distribución con niveles de precios adecuados; hay que abrir canales diferenciados de venta”.
La experiencia del Mercado Central y de distintas ferias a lo largo del país, permiten, en muchos casos, precios más accesibles para la población. Claro que, si bien Argentina tiene una larga historia de ferias, el despliegue de las mismas es desparejo geográficamente, y, en los centros urbanos más poblados, no hay demasiadas. Ante ese panorama, el Movimiento Evita, a través de cooperativas, creó dos mercados populares, en Lomas de Zamora y Morón. También el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación impulsa ferias itinerantes, y la Secretaría de Desarrollo Rural, dependiente del Ministerio de Agricultura nacional, estimula este tipo de espacios comerciales en, en especial en comunidades medianas y chicas.
El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria relevó al menos 144 ferias de la agricultura familiar en todo el territorio argentino, y los resultados muestran un panorama asimétrico. Misiones, por ejemplo, concentra 48 espacios, desde en ciudades grandes como Posadas u Oberá hasta poblaciones como Wanda, San Vicente o Puerto Rico. En Buenos Aires hay apenas 16, en Entre Ríos 4 y en Tucumán solamente 1. En este tipo de ferias, coordinadas en general por cooperativas y en su gran mayoría con apoyos municipales, los productores se encuentran cara a cara con los consumidores, y, en muchos casos, los precios, eliminadas muchas tandas de intermediarios, son menores a los locales tradicionales y a los supermercados. “Es una opción que hay que desarrollar al máximo. Será un trabajo complejo, no muy veloz, pero hay que ir armando redes de productores para saltear esos espacios de intermediación”, indica Rofman.
La politóloga e integrante del Departamento de Cooperativismo del Centro Cultural de la Cooperación, Magdalena Fallacara, que relevó las ferias autogestivas en la ciudad de Buenos Aires, dice: “Lo positivo de estos emprendimientos es que construyen mercados alternativos. Yo cuestiono equiparar ‘capitalismo’ con ‘mercado’, porque la idea de ‘mercado’ es anterior al desarrollo del capitalismo. Y las ferias además implican una noción de encuentro con otras personas, y son alternativas desde el punto de vista que cuestionan el modelo basado en la competencia feroz”.
La presencia de distintas partes entre el productor y el consumidor encarece al bien, y, a la vez, oscurece la posibilidad de entender cuáles aumentos son justificados y cuáles se basan únicamente en la especulación. Un informa elaborado por la Corriente Agraria Nacional y Popular (Canpo), detectó, para el caso de la provincia de Mendoza, que el kilo de cebollas se le pagaba al productor 0, 45 centavos y en la góndola el consumidor la compraba a 5 o 6 pesos. La lechuga pasaba de 1,30 pesos a 14 pesos en el supermercado, y la zanahoria de 0,50 centavos a 6 pesos. “Cuando se dan esos aumentos del 300 por ciento de un año a otro en una verdura, no hay ningún justificativo que no sea la especulación”, dice Tato Beamonte, integrante de la Cooperativa de Productores de la Agricultura Familiar y la Economía Social (Coopafes), afincada en Mendoza, y titular de la Federación de Organizaciones Productoras de Alimentos (Fopal).
Marcos Pearson, coordinador del Programa de Economía Social y Solidaria de la Secretaría de Extensión de la Universidad Nacional del Centro (Unicen), señala que en Tandil se realiza una feria una vez por mes, que agrupa a productores familiares, cooperativas y microemprendimientos. “Lo básico que permiten estas ferias es que cada localidad pueda consumir lo que produce por sí misma, algo que influye para el tema precios, al no encarecerse el producto por el transporte. Igualmente, como se apunta a un cambio de paradigma, el precio no es la única variable a tener en cuenta, ya que en estas ferias hay productos de calidad, no hay explotación laboral, se cuida el medio ambiente, las ganancias se reparten en formas democráticas”, afirma. Por su parte, Fallacara asegura que “‘Precios Cuidados’ va más allá del control de precios, y pone en el tapete reproblematizar el rol del consumidor y del acto de consumir”.
Con la devaluación del peso como hecho concreto, es inevitable el aumento de los bienes importados, sea un whisky escocés o un medicamento alemán. Y también sube el costo de compra de aquellos productos externos que no llegan directamente al consumidor, pero que son insumos básicos para distintas industrias, como el gas, el fueloil y los lubricantes. Y a la lista podrían agregarse motores, partes de carrocerías de autos y piezas de celulares y de computadoras, entre muchos otros.
Por otra parte, la concentración del mercado en manos de muy pocos productores también favorece que suban los precios, por fuera de los costos extra causados por la depreciación de la moneda nacional. Por caso, tanto en la elaboración de envases de vidrio como en la fabricación de alimento balanceado, son pocos los actores que se dedican a la producción a gran escala, lo que les permite imponer precios. “En Argentina hay una única fábrica que produce envases de vidrio blanco. El gran mercado de vidrio es para botella de vino. El resto se lo dan a grandes marcas de salsas. A los pequeños productores nos queda comprarles a los revendedores la botella a 3 pesos, que es un precio alto”, ilustra Beamonte, de Coopafes.
Ante ese panorama, una empresa recuperada de Santa Fe, con líneas de Desarrollo Social de la Nación, intenta crear las matrices necesarias para desarrollar estos envases y abrir el mercado a nuevos oferentes. Por su parte, Alicia González, integrante de la Granja Ecológica La Parcela, dependiente del Centro Ecuménico de Educación Popular (Cedepo), de Florencio Varela, reconoce: “El precio de los envases incide mucho en el precio que le tienen que poner los productores. Y también el del alimento balanceado, que afecta a quienes producen cerdos, conejos y aves”.
Las frutas y las verduras no son los únicos alimentos que se venden en ferias ni que son producidos por las organizaciones sociales. Por caso, en la Feria de Tandil, comenta Pearson, “se venden alimentos pero también productos textiles, artesanías, productos en hierro y accesorios para el hogar”. Por su parte, Beamonte explica que en su organización lograron incorporar valor agregado a sus productos, al instalar fábricas artesanales de salsa de tomate en las mismas chacras de los productores, gracias a un crédito de Desarrollo Social y, aun así, vender la botella con ese ingrediente a la mitad que lo que sale en un supermercado. En el ámbito del faenado de carnes hay más inconvenientes, ya que los productores familiares se quejan de que les exigen reglas equivalentes a las de un gran frigorífico.
Dada la presión del dólar y de los actores empresariales por potenciar su rentabilidad, la posibilidad de multiplicar el apoyo a ferias, sostener la producción de empresas recuperadas y fomentar el comercio justo pueden verse como herramientas necesarias en estos tiempos. Y, por fuera de detergentes, fideos y salchichas, también se puede estimular la producción de medicamentos por el propio Estado. “Hay una ley ya sancionada pero no reglamentada, en ese sentido. Esa norma puede garantizar precios más baratos de los remedios, que no tienen que regirse por los valores de mercado”, dice Rofman. Y el economista, como medida de máxima para aliviar las presiones de la especulación, dice: “Un objetivo podría ser crear una gran empresa comercializadora estatal, que compita con los privados y vaya ocupando espacios. Una empresa que haga llegar bienes y servicios, salteando intermediarios y también haciendo producir cosas a organizaciones sin fines de lucro”.

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