El Incaa y la Universidad Nacional del Centro acordaron llevar a cabo un registro audiovisual del juicio a genocidas que se desarrolla en Tandil, en el Aula Magna de la Unicén.

Liliana Mazure, titular del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), y Roberto Tassara, Rector de Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Unicén), firmaron un acuerdo que promueve el registro audiovisual del juicio a genocidas de la última dictadura militar, por delitos de lesa humanidad cometidos en Tandil.

El acuerdo implica la grabación en formato digital del juicio por la causa “Tommasi Julio Alberto; Pappalardo Roque Ítalo; Ojeda José Luis; Méndez Emilio Felipe y Méndez Julio Manuel privación ilegal de la libertad agravada, imposición de tormentos agravados y homicidio calificado”, hechos ocurridos en perjuicio del doctor Carlos Alberto Moreno en el año 1977.

Con el objetivo primordial de resguardar la memoria colectiva, el convenio se inscribe en el marco de las políticas nacionales de Memoria, Verdad y Justicia, a través de las cuales se instrumenta la guarda y conservación en soporte audiovisual del material obtenido en los juicios por delitos de lesa humanidad.

Hasta ahora, el Incaa ha suscripto convenios en las provincias de Buenos Aires, Chaco, Córdoba, Santiago del Estero, La Pampa, Mendoza, Salta, Tucumán, La Rioja, Río Negro, Entre Ríos y San Juan, además de la tarea de registro de los juicios que se desarrollan en jurisdicción de la Justicia Federal de la ciudad de Buenos Aires.

Algunos testimonios

Con la ausencia acordada de Tommasi y Pappalardo, los imputados volvieron a ubicarse detrás de sus defensores bajo una estricta custodia. A escasos metros, nuevamente -como a lo largo de todas las audiencias- el público colmó la sala del Aula Magna que resultó escenario ya de novedades varias a pesar de que se está ventilando un caso ocurrido hace 35 años.

Acerca de cómo funcionaron las anomalías y falta de garantías varias que se vivían por aquellos años, comparecieron dos hermanos hoy entrados en canas, pero que por esos días eran jóvenes y que fueron testigos de la impunidad con que se manejaban.

Luis Horacio Landaburu relató que junto a su hermano Carlos, se encontraban en un kiosco de 9 de Julio y Pinto alrededor de la medianoche, cuando aparece un patrullero, un Ford Falcon con policías, quienes los llevaron como testigos para realizar una inspección ocular en la casa de la quinta de los Méndez, inspección que una vez detallado de que se trató la recorrida no fue más que una parodia al decir de los propios testigos.

El auto en el cual eran llevados sería a los pocos metros secundado por otro vehículo, en el que lograron divisar que había efectivos militares, portando armas largas que una vez arribados al lugar hicieron las veces de guardia en la zona.

Los Landaburu ingresaron entonces a la casa y los hicieron dirigir a una de las habitaciones. Uno de los oficiales los hizo “observar” con una linterna el cuarto y sin más los trasladaron hacia la comisaría Primera.

Sobre lo que los hermanos recuerdan de lo que vieron, se detalló sobre manchas de sangre en las paredes, manchas que asimilaban ser de manos apoyadas sobre dicha superficie. Algún colchón dado vuelta y no mucho más.

Lo llamativo fue que una vez en la dependencia policial le redactaron una declaración que nunca leyeron (“en esos tiempos no había opción, o firmabas o firmabas”, supo graficar Luis) la que reseñaba que no habían visto nada anormal en el lugar.

Otro dato que interesó a la acusación, fue cuando Carlos Landaburu, tras coincidir con el relato de su hermano, añadió que recordaba que en medio del procedimiento que se hizo en la comisaría había un hombre de civil con gesto adusto, preocupado, dejando entrever según su descripción que pudo haber sido Emilio Méndez.

Es más, entre las firmas de las declaraciones inventadas por la policía, hay una aclaración que reza el nombre E. Méndez.

Estela Bassi y otros testimonios

Luego se sucedería el testimonio de Estela Maris Bassi, quien libro en mano en el que precisamente contó sobre la historia de los desparecidos en Tandil y la zona, quiso aportar desde su información a la causa que aquí se ventilaba en torno a la muerte de Moreno.

Si bien en varios párrafos de su relato se desvió hacia una sórdida trama mucho más general y abarcativa de víctimas y victimarios de aquel circuito represivo, quien fuera trabajadora social por aquellos tiempos y militara en la faz gremial hasta ubicarse dentro de las agrupaciones de Derechos Humanos, ratificó lo que oportunamente había volcado al expediente, como así también a su libro “Piedra que late”, de reciente presentación precisamente en el Aula Magna.

La mujer reseñó que en una oportunidad que ella militaba ya para el gremio docente, fue visitada por el chacarero Fermín Lazarte, conocido de su padre que vendía seguros y ya había fallecido. Como conocido de su padre, entonces, fue a su casa para advertirle que él trabajaba para la Side y que sabía que “Ojeda estaba tras de ella por lo que se dejara de joder con esos zurdos”.

Luego relataría su relación con Petronila Posal, que era la casera del Club Los Cardos y quien le relataría sobre aquellas noches de gritos de socorro, de dolor, de disparos y militares que veía a metros de su lugar, en la quinta de los Méndez. En una de sus conversaciones, la mujer le aseveró que vio cómo habían ejecutado a dos personas, entre ellas se cree que a Moreno.

Bassi la acompañaría luego a realizar la denuncia frente a la Conadep cuando estuvo en la ciudad precisamente recopilando información, testimonios de aquel horror en Tandil.

También la declarante reseñaría minuciosamente lo conversado por quien fue un testimonio clave en el caso, Marcovechio, quien junto a María Bulfoni resultaron fundamentales a la hora de contar lo que vieron con el abogado, como denunciarlo en la comisaría.

La mujer refrendaría lo oportunamente expresado, aquello que Marchioni tenía miedo para atestiguar –de hecho no lo hizo luego cuando fue citado- frente a la amenaza que había recibido. La amenaza en cuestión versó sobre la cita que un día antes a prestar declaración lo hizo el militar Mur a su casa del Barrio Falucho, donde lo esperaban también el interventor militar y luego intendente Julio José Zanatelli y Emilio Méndez, quienes le sugirieron no hablar de lo que había visto o corría riesgo de vida junto a su familia. Bassi dijo también que Marchioni le dijo que le mostraron la foto de Enrique Pizzorno, quien lo describieron como otro que había estudiado junto a Moreno en La Plata y que iba a correr con la misma suerte. Pizzorno –que estaba en la sala como público- por aquellos días se iría del país a radicarse en Canadá.

Otro testimonio del horror

También pasó por la sala de audiencias Daniel Ángel Posal, quien por aquellos años estudiaba en Buenos Aires pero cada quince días venía a visitar a sus padres, caseros del Club Los Cardos.

Posal reseñó sobre los comentarios que su madre refería sobre lo que ocurría en la chacra de los Méndez, a quien dijo que él recordaba haberlos visto en el lugar en algunas oportunidades.

También se le refrescaría la memoria leyéndole lo que en el 86 había expresado sobre lo que observó en el lugar con el movimiento de militares, lectura que refrendó ahora frente a los jueces.

También contó sobre su visita junto a su madre y hermana una vez disipada la presencia de los uniformados a la casa, donde vio las camas, los cables, las gasas con manchas de sangre. Es más, admitió que él juntó algo de eso. Unos anteojos, unas gasas y un papel que tenía un número de teléfono y los escondió.

Intervención de los abogados

Cerrando la referida audiencia, llegaría el turno de dos reconocidos abogados tandilenses que oportunamente intervinieron en el caso por circunstancias diversas, como fueron Osvaldo Gutiérrez y Juan Mario Pedersoli.

Primeramente Gutiérrez sería el que recordara con nitidez que por casualidad estaba realizando un trámite en la Seccional Primera cuando se topa con Valentín Bulfoni, quien justamente estaba presentando una denuncia por lo ocurrido con un abogado de apellido Moreno.

Frente a lo expuesto, Gutiérrez pidió una entrevista con el entonces comisario Menéndez, quien al ser consultado cerró con llave su oficina y le informó que sí, efectivamente algo había pasado. Incluso le hizo un gesto con sus manos elocuente como que algo raro había pasado con Moreno, pero que el episodio estaba a cargo fuerzas superiores, por el Ejército.

Gutiérrez, quien destacó el “gesto” del comisario por informarlo sobre lo ocurrido llamó de inmediato al Colegio de Abogados de Azul avisando sobre noticias de Moreno.

Ya en tiempos de democracia, como concejal, relataría luego su intervención en la Comisión de Derechos Humanos formada para la ocasión, desde donde atendieron muchos testimonios sobre lo que había ocurrido por aquellos años, y no sólo por el caso Moreno. Así, visitarían luego La Huerta, el Iser y el cementerio, en búsqueda de información que sirviera para empezar a esclarecer lo que había ocurrido en aquellos años de plomo.

Juan Mario Pedersoli sería también quien refrendaría lo expuesto por su colega. Recordó que cuando se anoticiaron del caso Moreno fueron a consultar al en su momento jefe del Ejército, aunque no tuvieron suerte alguna. También luego formaría parte de la comitiva que junto al juez Pagliere allanarían la comisaría en busca de pistas sobre el paradero del abogado olavarriense.

Decaraciones de Susana Lofeudo, viudad del abogado asesinado

Finalizada la tercera y cuarta jornada del juicio a represores y civiles cómplices de la dictadura militar que se sigue en nuestra ciudad por el asesinato de Moreno, su viuda consideró que “cada día que transcurre es importante en la búsqueda de la verdad y hacer justicia”.

Susana Mabel Lofeudo señaló que vive con intensidad las jornadas del juicio que se desarrolla en el Aula Magna de la Unicén, donde se juzgan a los genocidas militares y sus cómplices civiles. “Hasta la Justicia está feliz, que luego de 35 años puede ventilar los hechos más resonantes de ese caso y poder condenar a los verdaderos responsables tanto militares como civiles”, indicó.

La viuda de Moreno destacó la valentía de los testigos que accedieron a prestar declaración en  la sala “a pesar de que estuvieron amenazados se acercaron al tribunal para dar testimonio, todos con un objetivo mancomunado de llegar a la verdad y que se haga justicia”, manifestó.

En ese sentido aclaró que no hay que darle más importancia de la que tienen a estos hechos “porque si no les estaríamos dando mayor protagonismo a estos seres que no merecen ni ser nombrados”.

Categorías: Feria del Libro

0 comentarios

Deja una respuesta

Marcador de posición del avatar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Ir al contenido