A pesar de las severas restricciones presupuestarias a las universidades, tal como puntualizó públicamente el propio rector Roberto Tassara, la UNICEN no ha mermado en sus acciones directas con la comunidad y en particular con los sectores más humildes como lo prueba su trabajo mancomunado en distintos barrios.

Esto permite apreciar claramente las funciones de la Universidad que no se limitan sólo a lo académico –las carreras de grado- sino a la extensión, otro pilar básico en el que se asienta la misión de esta institución pública. En ambas funciones el rol es muy visible ya que en lo atinente a las cursadas propiamente dichas hay toda una batería de mecanismos facilitadores del estudio como es el sistema de becas, los comedores universitarios -$19 es lo que abona cada estudiante para su almuerzo/cena- los dormis y otras variables que ensanchan las posibilidades de acceso irrestricto a una casa de estudios regional como la nuestra.

Pero a esto se le suma la tarea extensionista que cada vez tiene un registro más claro en la comunidad –se vio hace poco en las Jornadas de Extensión del Mercosur- y que se manifiesta en distintos sectores barriales articulando con escuelas a través de la Jefatura Distrital de Educación. Uno de esos casos son las plataformas de trabajo territorial de la UNICEN que permiten organizar en territorio distintos proyectos de extensión que al cabo del año suman  más de 100.

Esta estrategia permite sumar a los actores barriales, tomando las demandas sociales de primera mano y pensando dichos proyectos de extensión en conjunto. Esto se viene implementando desde marzo de 2017 y no se ha interrumpido este año a pesar de las dificultades presupuestarias. Es más: son tres los PET (puntos de extensión territorial) que están abiertos en Villa Gaucho, Cerro Leones  y Barrio La Estación (además de avanzar en Villa Laza y Tunitas). En ellos, más allá de las actividades propias de cada proyecto,  se reciben de la comunidad  sus intereses, consultas, demandas, etc. además de la puesta en marcha de iniciativas concretas en forma conjunta, como las que aquí se puntualizan:

En Villa Gaucho

Identificación de problemáticas barriales sobre el mapa barrial.

Trabajo sobre problemáticas de acceso al hábitat.

Propuestas sobre las problemáticas de tránsito que se identifican en el barrio.

En Cerro Leones

Luz de Noche en el cerro: Iluminación de la plaza barrial con energías renovables, desde proyecto comunitario-escolar.

Laboratorios abiertos: articulación educativa para abordar problemáticas del barrio.

En La estación

Proyectos de reciclado inclusivo.

Comunicación barrial y la manera de promover políticas públicas.

Alimentación saludable.

Como se aprecia, es un espacio de trabajo amplio y diverso donde el barrio interviene en forma directa junto a las facultades y sus docentes y extensionistas, el municipio, actores sociales públicos y privados y la sociedad civil organizada en general.

Es vital el aporte de la escuela secundaria pública en esos puntos como anclaje físico y socio estratégico para que la Universidad interactúe con las familias. El siguiente cronograma pone de manifiesto la atención que ha implementado la UNICEN en las zonas citadas, en forma diaria, durante tres horas:

Villa Gaucho: viernes 8 a 11 hs. Escuela de Educación Secundaria N°14, Palacios 1597

Cerro Leones: miércoles 8 a 11. Escuela Secundaria N°16. Calle  Maderini entre Lamberto y Fernández.

La Estación: lunes 8 a 11 hs. Escuela de Educación Secundaria N°18, 11 de septiembre 1461

De este modo los PET resultan un punto de encuentro entre las poblaciones barriales y la universidad, una instancia superadora del aula como único espacio para interactuar. Existen otros mecanismos como estos para que, en este caso la UNICEN, esté cerca de los sectores más postergados lejos de tener una mirada paternalista sino para generar un diálogo permanente que contribuya a abrir espacios libres donde todos pueden acceder porque también hay un derecho que les asiste.

De este modo la falacia de un desentendimiento entre la universidad y la pobreza es ya una entelequia superada por la misma realidad que potencia estos trabajos inclusivos que tiene que ver más con el servicio y el compromiso que con “la propiedad del saber”.

En tal sentido nunca tan oportunas las palabras difundidas en Tandil, ante un auditorio colmado,  por ese gran científico argentino, Mario Benedetti, al cerrar las Jornadas de Extensión del Mercosur: “nací en una villa miseria, en  la extrema pobreza y hoy ando por el mundo enseñando con un cuerpo de joven que es mi laboratorio. Fue gracias al esfuerzo, a la pasión pero también a la universidad pública que me abrió las puertas”. Benedetti es marplatense, tiene 73 años y pertenece al selecto grupo de diez investigadores de distintas partes del mundo que trabaja en la denominada “máquina de Dios”.


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